APUNTES SOBRE ÁNGEL MA. GARIBAY K. 2/3

Apuntes sobre Ángel Ma. Garibay K.

Segunda de tres partes

Apuntes sobre Ángel Ma. Garibay K. Y su papel como historiador y traductor de literatura nahuatl

El ser mestizo con profundidad fue lo que moldeó su mente y lo motivó a entender a los griegos y a los latinos, a los nahuas y a los otomíes.

Más aún, como justamente señala Balam: “La mirada con que él interpreta los cantos indígenas, el espíritu de la cultura indígena, es influenciado por una auténtica espiritualidad cristiana: el amar a sus semejantes como a uno mismo”.

Paréceme fundamental su labor como descubridor, investigador, intérprete y traductor (que no es lo mismo) como clasificador de un inmenso panorama que nos rescata y nos viste de vivencias ya olvidadas.

Con sigilo Garibay enfocó sus lentes y pupilas por los recovecos de monasterios y de archivos, visitó museos, bibliotecas reencontradas, abrió gavetas, visitó ruinas, y esculpió sus sombras y esplendores en la obsidiana sagrada de su corazón. Garibay en esta labor, en la que siempre advirtió que era un redescubrir pionero, dedica su vida a otorgar a México el acervo, la plataforma; la base de investigación y de información histórica y lingüística más importante en los últimos 400 años.

Pero no sólo eso, Garibay lejos de repetir el inconmensurable error de Fray Bernardino de Sahagún de reinterpretar, censurar y vetar elementos, nos rescata lo desconocido.

Por ejemplo, los maravillosos poemas mímicos de los Cantares Mexicanos, como en el caso del Canto de las Mujeres de Chalco, nos rescata el erotismo salvaje de las mujeres nahoas; o la sofisticación metafórico: alegórica de los poetas nahoas.

Acaso con este poema conocemos la literatura femenina náhuatl, la poesía erótica náhuatl, la sátira, acaso el género cómico, acaso un antecedente de la moderna crítica política-popular. De una manera insólita y afortunada Garibay nos rescata los senos perdidos de nuestras mujeres, incluso sus vaginas centenarias:

“Yo te vine a dar placer, florida vulva mía
paladarcito inferior mío.
Tengo gran deseo del Rey Axayacatito.

Mira por favor mis cantaritos floridos,

Mira por favor mis cantaritos floridos:
¡son mis pechos!”.

También nos descubre los falos gigantescos que, pudoroso y mojigato, escondió Fray Bernardino de Sahagún. Los desmesurados falos de los huastecas:

“Tengo gran deseo de los
de Xaltepetlapan: son huexotzincas,
y de los cautivos de Cuetlaxtla,
son cuetlaxtecas traviesos…

¡Tengo que ver que se acaban!”

Garibay, pues, nos ofrece testimonios preciosos de un México, de una cultura que requirió casi 450 años para recordar su literatura. Y es que como todos los genios y los santos, el padre Garibay estaba muy cerca de la verdad y bastante lejos del pecado.

Crítico e intérprete también, Garibay nos ofrece una visión muy lejana de las interpretaciones románticas y rudimentarias del siglo pasado. Sin embargo, hombre forjado en la academia y la escolástica, no escapa totalmente del pensamiento positivista y de la cuadratura occidental.

Aunque no es el momento específico para analizar los rangos cronológicos en la obra de Garibay, coincido con él en que el límite de tiempo de la literatura prehispánica o precuauhtémica, podría establecerse el 13 de agosto de 1521 con la derrota del ejército mexicano en la batalla de Tlatelolco. Difiero sin duda de los términos usados por Garibay en el uso de “caer” y la alusión al gobierno y al pueblo como “el imperio tenochca”. Pero creo que en efecto su rango de estudios abarca principalmente de 1521 a tres siglos atrás.

Hombre de su época, honesto y erudito, Garibay hizo lo mejor que pudo y tanto hizo que no hallo con quién lo pueda comparar. Como todo sabio y todo santo, honesto, Garibay advertía frecuentemente lo limitado de sus trabajos: “No se trata, por consiguiente, ni de una síntesis de todos los datos adquiridos, ni mucho menos del total fondo de la producción.” (Panorama Literario de los Pueblos Nahoas, Porrúa, México, 1975); “Cabe la posibilidad de que en lengua náhuatl se nos hayan conservado obras poéticas de pueblos anteriores o extraños a esta cultura. En algunos casos puede rastrearse este origen. No es de mi incumbencia ahora ni cabe hacerlo en un estudio sumario como es este.” (Nota 2 al Panorama Literario de los Pueblos Nahoas, Porrúa, México, 1975), ” No es tan fácil determinar la data más antigua de estos productos literarios” (Ib.). Y por último: “Aquí hemos de repetir aún, la misma cantinela: estos capítulos son puramente monografías de ensayo: cuando se termine, o se lleve a mejor éxito la investigación, el futuro historiador tejerá la brillante síntesis de todo lo que de bello ha nacido en estos siglos. Nosotros nos sentimos felices con prepararle los caminos.” (Historia de La Literatura Náhuatl, 2a parte, capítulo 1, Porrúa, México, 1971) . Dicho está.

Garibay, entonces, sabe que el trabajo de todo pionero es arduo y limitado. Sin embargo, su perspicaz inteligencia, su visión y su solidez teórica (con todo y sus terribles limitantes) nos proveyeron de un gigantesco nuevo punto de partida. Por ello, precisamente por ello, el hojear a Garibay y cesar la investigación documental, la discusión crítica, el dejar de destruir fronteras y rebasar los límites alcanzados por el maestro es el peor crimen a su vehemente y sincero sentido de honestidad, vocación y entrega.

Importante sin duda son los fundamentos de análisis estilístico, lingüístico y en ocasiones ontológico que despliega en magistrales dobleces, como águila erudita. Al caracterizar la idiosincrasia estilística de la poesía náhuatl, nos presenta sus características, como el difracismo, “o sea la expresión de un concepto mediante dos términos más o menos sinonímicos”, el paralelismo, “procedimiento similar, aunque diferente, que consiste en repetir el mismo pensamiento en una frase completa, en alguna forma complementaria de la anterior, casi siempre por semejanza y rara vez por antítesis”. “El Estribillo, la repetición de un mismo concepto,” la prolija expresión de sinónimos”.

Garibay también detecta la presencia de arcaísmos en el lenguaje poético, se esfuerza por detectar los localismos y variantes, los dialectismos, los símbolos y las metáforas, las alegorías; la métrica, la música y otros elementos. Incluso Garibay nota la profunda raíz dialéctica del lenguaje literario náhuatl. Llega a decir: “Es como si el náhuatl no consiguiera las cosas sino en forma binaria.” (La Llave del Náhuatl).

Más substancial parece su observación de la tendencia náhuatl a exaltar al individuo haciéndolo el centro de la concepción gramatical; y de la preferencia de esta lengua por la forma posesional de los sustantivos y su capacidad de síntesis y de abstracción. Considero, sin embargo, que en ocasiones Garibay, al traducir paralelamente, no muestra la interpretación más adecuada de algunos poemas nahoas. Por ejemplo, en el tercer tomo de Poesía Náhuatl (Cantares Mexicanos, 2a. parte), no incluye las anotaciones que se encuentran en la versión náhuatl, para interpretar musicalmente o como danza, la poesía. También y en este sentido, lo que parece más grave, omite del todo onomatopeyas, vítores y hurras o lamentos incluidos en el texto.

Estos elementos como “Aya, huiya, ohuaya,” que funcionan, en mi opinión, como “¡viva!”, “¡hurra!”, o, “¡ay!”, “¡ea!”, y como estribillo, como apoyo métrico, como coros o como contrapunto, como se ve en el teatro Kabuki y Noo. De hecho, hay una gran similitud en algunas de las formas de teatro hindú y japonés donde el

actor-poeta-declamador lee y baila mientras un grupo de músicos sentados, como los yaquis en la Danza del Venado, o los japoneses en el Noo, interpretan las melodías de acompañamiento o complementariedad.

No quisiera soslayar o pasar por alto un punto importante. Como bien dice Garibay, la lengua náhuatl tiene una plataforma documental inmensa, más grande que la de la mayor cantidad de culturas clásicas del mundo* y la labor de Garibay no tiene paralelo en América y quizá en muchas partes del mundo. Hasta donde conozco, no puedo recordar una investigación más exhaustiva, amplia e importante sobre la literatura, la historia y la lengua en todo nuestro continente. Por ello es de extrañarnos que la Biblioteca Nacional de México, como señala Horacio Caballero, no lleve un nombre tan idóneo como el de este distinguido sabio mexicano.

Garibay no tan sólo tradujo sino comentó y discutió los vocablos, homónimos, toponímicos, comenta sobre instrumentos como el tlahuazomalli o las aves-toponímicos-metáforas como en el caso del vocablo “olintotótotl”.

De notarse, también, es la labor de Garibay entorno a la base documental para una investigación y una crítica de la hibridización cultural o la continuación de la lucha de las dos culturas. En este año de penosas demagogias entorno al encuentro de los mundos, quiero citar a un Garibay que bien coincide con los sabios jefes de los pueblos de las Primeras Naciones de Canadá, de los nativos norteamericanos y de todas las etnias autóctonas que han habitado el complejo mosaico de nuestro país:

“Como la planta que quedó bajo las moles de un edificio que se derrumba y, tras calvarios de lucha, logra encumbrar entre los escombros sus ramas, así la mente de los indios vencidos sintió la herida en lo más hondo, pero no quedó muerta: tomó lo que pudo y quiso de los invasores y siguió desenvolviendo su propia vida. ¡No en vano El, que vigila sobre los destinos de los pueblos, ha querido que sea siempre una luz encendida en el tiempo cada mente colectiva que se formó en la Historia! (Historia de la Literatura Náhuatl, Pág. 8, Porrúa, México, 1971)

La confiabilidad de su aliento, de su voz y su palabra, está fundamentada en su modestia y su precisión, en su acuciosidad, exactitud e integridad. Para ello, Garibay mantenía una preocupación constante de explicar el porqué de sus puntos de vista, también procuraba (como buen académico) aclarar y delimitar conceptos. Esto es, nos da una definición del concepto poesía, y en base a este concepto, o a esta definición pasaba a hablarnos de la poesía náhuatl.

Además de ello, Garibay preocupábase de dar razones, de ofrecer explicación y fundamento para justificar métodos, puntos de partida y conclusiones. En rigor, podemos decir que fue un ejemplo de responsabilidad y meticulosidad como científico de la lengua. Y debe considerarse como un héroe cultural por haber rescatado del olvido al menos trescientos de nuestros innumerables rostros.

Creo que es importante el que Garibay señale, como en el caso de los Cantares Mexicanos, que no se puede precisar la antigüedad de los textos y su porqué, con toda exactitud. También es importante que señale una estimación imprecisa de personajes y lugares. El siglo pasado estuvo plagado de terribles errores por falta de un método científico. Alguien descubría algo, o creía hacerlo y medio mundo se fundamentaba en ese “descubrimiento”. Nadie dudaba, nadie investigaba, casi nadie comprobaba.

Un análisis más comprometido, como el de Garibay, habría de especificar rangos de antigüedad, pues, para algunas de sus traducciones, entre uno y tres siglos, por ejemplo. Habría de advertir que muchas piezas literarias o documentos no eran monolíticos sino fragmentarios, distintos y encontrados juntos por azar. Sobre este punto, desde luego, se podría escribir un libro.

Un libro también se podría escribir nada más sobre las guías bibliográficas y los archivos y documentos que visitó, analizó, descubrió y redescubrió el Padre Garibay. Otro libro respecto a las aportaciones del teatro náhuatl con el fundamento de su investigación, otro libro respecto a la poesía exclusivamente, su métrica, su estilística; la música de escalas pentátonas que le acompañaban las danzas, la hibridación de las culturas, la mezcolanza y confusión de las deidades. En lo personal me interesan las características estilísticas y culturales de la poesía que él tradujo. Quizá por ello en ocasiones sea demasiado sensible a su cultura europea y a sus parámetros de un academicismo clásico. Pero a pesar de mis diferencias debo decir que la literatura mexicana y particularmente la poesía han quedado marcadas para siempre por la inmensa plataforma que recuperó y sistematizó el padre Garibay.

Fin de la Segunda Parte. Continúa en el próximo número de La Guirnalda Polar.

Rosas, fotografía de la chilena-canadiense Ximena Guerra