Vieja María

 

Vieja María

Ernesto Che Guevara

 

Vieja María, vas a morir.
Quiero hablarte en serio:
Tu vida fue un rosario de agonías completo.
No hubo un hombre amado, ni salud, ni dinero,
apenas el hambre para ser compartida.
Quiero hablar de tu esperanza,
de tres distintas esperanzas
que tu hija fabricó sin saber cómo.
Toma esta mano que parece de niño
en las tuyas pulidas por el jabón amarillo,
refriega tus callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mi mano de médico.
Escucha, abuela proletaria:
cree en el hombre que llega,
cree en el futuro que nunca verás.
No reces al dios inclemente
que toda una vida mintió tu esperanza
ni pidas clemencia a la muerte
para ver crecer a sus caricias pardas.
Los cielos son sordos y en ti manda el oscuro,
sobre todo tendrás una roja venganza.
Lo juro por la exacta dimensión de mis ideas.
Tus nietos vivirán la aurora,
muere en paz, vieja luchadora.
Vas a morir vieja María;
treinta proyectos de mortaja
dirán adiós con la mirada
el día de éstos que te vayas.
Vas a morir vieja María,
quedarán mudas las paredes de la sala
cuando la muerte se conjugue con el asma
y copulen su amor en tu garganta.
Esas tres caricias construidas de bronce,
la única luz que alivia tu noche;
esos tres nietos vestidos de hambre
añorarán los nudos de los dedos viejos
donde siempre encontraban alguna sonrisa.
Eso era todo, vieja María.
Tu vida fue un rosario de flacas agonías,
no hubo un hombre amado, salud, alegría,
apenas el hambre para ser compartida.
Tu vida fue triste vieja María.
Cuando el anuncio de descanso eterno
enturbia el dolor en tus pupilas,
cuando tus manos de perpetua fregona
absorben la última caricia,
piensas en ellos… y lloras,
pobre vieja María.
No, no lo hagas,
no ores al dios indolente
que toda una vida mintió tu esperanza
ni pidas clemencia a la muerte.
Tu vida fue horriblemente vestida de hambre,
acaba vestida de hambre.
Pero quiero anunciarte
en voz baja y viril de las esperanzas,
la más roja y viril de las esperanzas,
quiero jurarlo por la exacta
dimensión de mis ideales.
Toma esta mano que parece de niño
entre las tuyas pulidas por el jabón amarillo,
refriega los callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.
Descansa en paz, Vieja María,
descansa en paz, Vieja luchadora,
tus nietos todos vivirán la aurora,
LO JURO

“El peligro del amor”, por Ben Heine