“Zarrapastra ] mapa de obra [“, una antología de la obra de Andrés Cisnegro

“Zarrapastra ] mapa de obra [“, una antología de la obra de Andrés Cisnegro

PARA UNA POÉTICA DEL ESPERPENTO

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(fragmemtos)

Por Hiram Barrios

La deformación deja de serlo cuando está sujeta

a una matemática perfecta, 

Mi estética actual es transformar con matemática 

de espejo cóncavo las normas clásicas.

VALLE INCLÁN

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LA SED NO ESPERA

El cuerpo, corrompido casi siempre, es una de las inquietudes manifiestas en la poesía de Cisnegro. Con éste indaga el deseo, explora las pasiones, cuestiona la sexualidad. Acaso una de las líneas menos reconocidas en la poesía de Andrés es aquella en la que estos elementos juegan un papel importante. Eros es una fuerza motriz que se oculta tras el canibalismo, tras la desnudez, tras la carnalidad, al menos así parece si se piensa en libros como La perra láctea (2012), La rosa ebria y 33 anforismos (2016) o Sexus barbaru (2017). La carne es el subterfugio que le sirve para adentrarse en los instintos, para buscar en estos la naturaleza intrínseca del hombre. Todo es instinto, parece una conclusión que se desprende de sus poemas, y todo intento por evadir el deseo es infructuoso pues, como escribe en uno de sus “anforismos”: “La sed no espera”. 

YO SÓLO ESTOY DE PASO

Junto a Eros, Tánatos: los espectros que surgen de estas páginas son la máscara con que se indaga el sentido de la existencia. Si en la poesía de Andrés hay lápidas y epitafios, cadáveres y carroñas es porque son la antesala de la vida. Eros y Tánatos en un péndulo que oscila entre los placeres del cuerpo y los temores del deceso y en cuyo trayecto acaso se esconda el sentido prístino del vivir. Contestatario, enemigo de la mojigatería, el poeta se pasea por el mundo con una sonrisa socarrona porque sabe que sólo con humor se pueden confrontar los asuntos más serios de la vida. Poesía de un renunciante que sabe que la materia no posee dueño: 

Ninguno de los tramos   

que he pisado en esta tierra, me pertenece.  

Yo solo estoy de paso.

***

Las intuiciones aquí apuntadas sólo alumbran uno de los caminos que este poeta-trotamundos ha recorrido. Mi expedición se limita a enumerar algunos paisajes vistos en el sendero. Hay otros, por supuesto, como hay otras rutas que mi mirada no ha podido abarcar. Invito entonces al lector a recorrer esta muestra, a emprender su propia expedición.   

Bienvenidos

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LA GRAN CENA DE LOS POETAS

I

La entrada

Espléndidos en gala se presentan 

abren la cava de su pecho 

la comparten con la audiencia 

dan fe de ser ellos los poetas —no los únicos, 

pero sí los más importantes— avalados por el poder 

que les otorga el cargo que ejercen con libertad para imponer 

 —justos ante sí— la saga de quiénes serán los “principales” 

Ruidosos, ellos, llegan al comedor al festín 

de los discursos más preciosos y cortantes 

—los más dulces y admirados— forrados ataúdes, 

carpas roídas salpicadas en sangre unas, otras de baba negra 

Desfilando se dan palmadas 

cruzan entre sí frases inaudibles, las mejores citas       

—si son extrajeras mejor— acotan, con precisión marcan, 

cuáles son las últimas tendencias de la esfera, y vociferan 

de cómo hoy los poetas son tan escasos 

II 

Primer tiempo

En el fondo del comedor una hermosa vitrina 

con detalladas reliquias de países exóticos 

postales literarias de las culturas y sus letras efigies; 

monumento en honor de las ideologías 

y una hilera de cristalería cortada: 

en uno de los triángulos diminutos 

un hombre maduro y con gafas alza la copa 

para brindar en honor de su colega 

—uno de los mejores poetas vivos— 

con un poema dedicado 

“por aquella vez que debes recordar” 

y ríe con la máscara del más fuerte 

La poesía es veneno y antídoto   

                        [ y ellos se mantienen sentados 

porque son bustos de un tiempo muerto 

Que caiga sobre ellos todo el pasado del mundo 

III

El platillo

El cuerpo de la poesía yace en la mesa 

con una sombra en los ojos 

pájaro de plumas tornasoles 

aceitadas en el azul acuarela de la mirada 

En la testa la melena sucia de un león blanco 

pupas de bóvedas verticales            rojas 

como la sangre que escurre del cadáver fresco 

El cuello, tráquea de la palabra innata,            

un largo brazo acallado con piedras  

                que apuntan al centro del pecho:               

la gran coraza —capullo blando— 

] no en cualquier momento la mariposa nace [

 y en su cuerpo incontables apéndices que finitos aletean 

y dan forma a la burbuja que permite verle las entrañas 

] banquete de todas las esencias [

                                  yace laxo, distendido                     

¿exánime?

Los poetas aseguran su trago                         

                     y cuchichean 

hablan del bocadillo con veraz conocimiento del arte

                      “es de tan pobre aspereza”, dicen unos          

“qué fina dictadura la de la carne mal cocida”,         

“la mejor parte fue abandonar el platillo” —risas—                

“la sal petrificó el sabor y oxidó la cuchara”                              

“cómo dices que se llama el chef”              

“por poco y vuelvo la comida sobre el plato                                 

—mejor habría sido—”                  

Brindan capciosos 

con superstición hacen chocar las botellas 

para que se abra el libro que habrá de ser, quién sabe, 

quizá el magistral emblema 

Bailan al ritmo de carcamales insignes 

repiten la palabra de los muertos 

y permiten sean ellos anfitriones en la fiesta 

Hambrientos riñen por la infructuosa iniciativa 

de remodelar la redonda totalidad que se inventaron 

Proclaman al nuevo mejor poeta          

        y el mejor poeta le arranca las vísceras    

         al cadáver de la poesía 

La poesía yace frente a uno 

sin embargo los poetas se preguntan: 

¿qué será lo que comemos ahora? 

¿qué es esta comida que está en la mesa?

IV

Postre

Abejas negras zumban en los focos

                     el oscuro verde 

entre desgarraduras amarillas envuelve al rojo 

que se derramó en la mesa 

Hermosas lámparas de seda bordadas con piel de mono

        cuelgan de las cornisas         

La luz más clara que esplendente 

Y sobre unos cojines en la esquina una enorme 

y espantosa bestia que nadie despierta 

El bailarín, como él mismo se dice: o el “poeta egoísta” 

—“también pueden llamarme así”, dice—

                 mueve sus “patas” sobre el mantel

                      sin esquivar bien las botellas 

tropieza 

cae sobre el poeta azul

            que nos habla de la belleza en la poesía    

y del yo puro 

Los cuadros de las difamaciones en las paredes, 

torturas exquisitas de los papas sobre las doncellas 

patriarcas que acarician lujuriosos   

[ las mejillas de niños y niñas 

señores absueltos, estatuillas cinceladas por un falso ideal 

La farsa del diplomático que promete cambiar la historia 

de su mundo circular y los doce capítulos 

de las tragedias significativas del hombre y la poesía 

que se representan con perfección 

mientras los asistentes aplauden la gracia noble 

de la infamia incurable

En el tapiz la danza de los animales y la naturaleza:

              toda esa violencia del sexo               

   retenida en pos del hallazgo místico               

       para redimir la debilidad               

           de nuestra carne traslúcida         

           y lograr con éxito la excitación                            

Los practicantes que hablan de lo que no practican

            —seres indistinguibles—   

se miran entre sí            y preguntan, 

“qué clase de comida            es la que hoy sirvieron

           que a todos nos ha revuelto el estómago”

      “qué clase de comida” 

“quién es el cocinero” “que nos dé la cara”, 

pide uno que se muerde la lengua

            para tolerar el ultraje 

Los sirvientes regresan a la mesa el platillo 

y los poetas empujándose asoman sobre el hombro 

rozándose los senos ] o barba contra barba [ para buscar 

la verdad entre las sobras 

Se infla un enorme globo de silencio

           que estalla y los salpica 

lo único que logran ver 

—confundidos— los poetas, limpiándose

   [ los ojos, incrédulos 

es su propio cuerpo tendido sobre la plancha 

—con el hueco de las piezas que masticaron— 

ataviado con los aderezos de la muerte 

su cadáver incompleto, roto 

Discretos —como son los mejores poetas—

disimulan haber presenciado la escena

                y retiran la mirada unos de otros

                para evitar el molesto escarnio      

Bañados con saliva de silencio

                      nauseabundos de poesía

triunfantes por el símbolo del hambre

                            dignos, orgullosos del poder que les confiere

lavarse las manos                  emergen del salón sin vísceras

                  y con una infectada herida en el vientre

                a modo de sonrisa

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ANDRÉS CISNEGRO

Ciudad de México, 1979. Fundador del Debate Abierto de Crítica Poética, en 2008. En 2017 realizó la Caravana Nacional de Poesía Colmillos de Musgo a lo largo de toda la República. Fue parte de la mesa de redacción de El Universal y El Independiente e investigador de poesía especializada, para la Gran Fiesta Internacional Ajedrez, UNAM 2012. Le fue concedido el reconocimiento Prometeo Sur (Premio al Fomento de la Cultura, la Ciencia y el Arte, 2016), y por trayectoria literaria, de la Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de México y Casas del Poeta, 2019. Tiene múltiples premios y antologías. Quince títulos de su obra están reunidos en Camisa de once varas (Blanco Móvil, 2020). Su poesía ha sido traducida al náhuatl, inglés, francés y portugués. 

Andrés Cisnegro, en su libro, nos habla “de las tragedias significativas del hombre y la poesía” (foto de Juan Cisneros Romero)
Andrés Cisnegro: “] no en cualquier momento la mariposa nace [” (foto de Canek Fen Soon)
Este libro es una antología de la obra poética de Andrés Cisnegro, un escritor con una voz crítica e independiente