Ojos del alba y encrespados follajes, poemas de Araceli Amador Vázquez

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Poemas de Araceli Amador Vázquez:

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Las liebres

El abismo nocturno

         en el que estallan nuestras formas

se ha llevado la rueda anillada

          a calentarla entre sus muslos:

Tumbas de tierra

    bocallave de encrespados follajes.

El telón ciega los ojos del alba,

deja de manto

la piel de un cuervo;

cómplice de inmoralidades.

He aquí, desgraciadas: 

    Engañemos a Saturno

 hasta que la Nocturna

            lo expulse como feto

                de sus negras faldas.

Somos dos liebres

           haciendo espirales.

Jugando a las redondillas

             amándonos en vano.

Actuamos con prudencia.

Nos escondemos

           y cuando el ojo se nubla

calentamos lo femenino 

en cazuelas vacías.

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Juventud exigua

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Juventud, mar de frondas olas mágicas.

Usted, tierno pimpollo, dios de hombres,

Vientre dador, lujuria, paz de cumbres  

Estridentes, tumulto sordo, ricas

Nochebuenas, resuman edad, láticas

Turbaciones en pechos mudos, cobres.

Un ciruelo que enciende los enjambres

De las mieles obtiene sus mil arcas. 

Es usted el aliento de la noche;

Xoconostle en desierto estéril, cálido

Iris de la chiquilla que solloza.

Guía del hombre que ve un sol perdido.

Una luna hecha pecho de nodriza

Alimenta los sueños de la noche.

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Deicidio

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Los dioses eran vaho

           los hombres eran libres.

Los dioses fermentaban el vino

           los hombres se embriagaban.

El numen emanaba de la tragedia.

Las deidades se regocijaban

              en la tempestad.

Habían cedido su omnipresencia

            a cambio del deleite literario.

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El lugar privilegiado

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Lo sabíamos,

¿cómo no saberlo?

tus palabras olían a mujer.

No íbamos a preguntarte

        a quién amabas.

Era evidente que a ninguna.

No estaba mal

ser las segundas,

algo les faltaba 

          a las primeras.

Pero temíamos ser las de tercera,

por eso nos marchamos; 

no teníamos seguridad

                     de que ser las últimas

            nos diera un lugar privilegiado.

Añejo

No se dio, y es que él fue el que no cedió.

Estaba acostumbrado al arcoíris

que se disuelve en el sol y engendra soledad.

A nebulosas figuras que en el maltrecho

          son cándidas.

Miraba la utopía con plena convicción

         y a la realidad con desconfianza.

Mi inexperiencia me vuelve distante.

Estos labios se quiebran

       en la parquedad de unos versos

esbozados en su imagen.

Y en la sequía no hay pasión,

en el verde no hay otoño.

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Libros malditos

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Las manos son tentáculos lechosos

          que escurren por mis caderas.

Conozco tantos dedos

          como ventosas tiene el pulpo.

Algunos no cruzaron más allá del Mar Rojo

otros conquistaron el Jordán

y lo mancharon con sangre de aguas

            antes recorridas.

Para mí ya no existe la perversa ligadura

          que algunas predecesoras padecieron.

Porque nos condenaron a revestir nuestra carne

           con las gasas del amor

para no sabernos putas.

Entonces, terminamos por creer el artilugio.

Nunca nos dijeron

que éramos sirenas

y que los pulpos     son nuestra comida.

Terminamos por temer

          a las aguas profundas.

Olvidamos

         cómo domar a los monstruos marinos

y nos devoraron.

Libros muertos

Quisiera leer los libros que rompí

   coger las páginas y unirlas con saliva

    pegarlas a mi cuerpo con engrudo

   hacerme una piñata

   partirme en los colores.

Quisiera leer los libros que rompí

la tarde cuando mi padrastro 

dejó a mamá tumbada en la cama

con el rostro hecho un grito. 

Quisiera leer los libros que rompí

el día que él tocó mis piernas,

mi madre me golpeó

con el palo de la escoba por provocarlo.

Quisiera leer los libros que rompí

cuando juré no amar a un hombre

porque traían desgracia.

Quisiera leer los libros que rompí;

los de geishas, putas, güilas,

mamá decía que yo era eso.

Quisiera leer los libros que rompí;

los que me regaló Javier 

cuando supo que era escritora

y me faltó al respeto.

“Sirenas de cuarzo, el lugar privilegiado”, poemario de Araceli Amador, Ed. Versodestierro, 2021
Foto de la poetisa Araceli Amador Vαzquez
Araceli Amador: “Y en la sequía no hay pasión, / en el verde no hay otoño”
Araceli Amador: “Una luna hecha pecho de nodriza / Alimenta los sueños de la noche”