Bárbara Oaxaca: Poemas germinantes y perpetuos

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Gallicinio

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Un filo de luz nace en tu centro

y se vierte en floraciones

en besos germinantes y perpetuos.

En la cordillera de tu piel

el alba trasnochada

pervierte su horizonte:

no hay oriente ni occidente

no existe norte ni sur

mi único punto cardinal está en tu vientre.

Un surtidor nace y sonríe

un azul profundo aguarda a fecundarse con tu limo.

Cada astro

—dicen—

ha escuchado pronunciar tu nombre

y los secretos seres de los bosques

miran al cielo de noche

y se orientan

con la savia silente de tus sílabas dispersas.

Yo me hago habitar de tus criaturas

de tus criaturas hechas de miel y de viento.

Cada caricia tuya

me siembra algunas miles

en mi cintura

o en mis muslos

o en mi cuello.

Yo las cultivo

a base de extrañas percusiones en mi pecho

las alimento en mis secretos pliegues

y sonríen complacidas

pues un suspiro errante

ha encontrado su hogar

en tu regazo.

Consonancia

Hoy desafío a los poetas

y afirmo que tarde rima con lluvia

entre ambas la misma lacrimal cadencia irregistrable en el pautado.

¡Oh, Apetecido!

Quién fuera la tarde ubicua

para gastarte ahora mismo los instantes.
¡Quién fuera lluvia

para llorar y pedir al pie de tu ventana!

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Penumbral

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No soy quien habla en mi palabra,

es la sombra de ese antiguo dios de polvo.

Sabina Sarmiento

En el ala más marginal de lo nocturno

al otro lado del rostro de la urbe

donde nada se nombra

donde la turbiedad turba

la esquina más amarillenta

donde nadie escupiría la soledad de su propia alma,

ahí fue puesto por designio mi demonio

y su salmo me visita

y su garra casual dibuja en el aire mi silueta

y execra para mí su carcajada

en la inmunda planicie

del tiempo inevitable:

el puerto aciago de días

el rostro nunca visto de la luna

su sino

menguante

penumbral.

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La primera de día

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Asisto al segundo día de la creación

con todo y mi costilla.

Bosteza la urbe

me sacudo el polvo

abordo el colectivo.

Un casquete polar

perdido en medio de Insurgentes

y de improviso todo se ha escarchado:

los portones

las perillas

las esquinas perniciosas

los balcones, su paisaje hipotecado

el reloj checador

donde el obrero pasa lista

los gatos eternos

el reporte vial.

Alguien nacaró la bóveda celeste:

el azul ha desaparecido por decreto

y el turno se inaugura selenita

y escarchado

por cierto

como leyfederaldeltrabajo

-sus ocho horas

vigentes en el Ártico-

como semana inglesa

como el out-sourcing

all right, sr.?

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Variaciones sobre un poema de Pablo de Rocca

I

Escucho el regimiento de esqueletos

del gran crepúsculo.

Osamentas 

clavículas danzantes

falanges que señalan 

el término del viento.

Ancianos piroclastos arroja la más ultima montaña:

el horizonte es incienso y se consume.

Encanece de aves y de nimbos.

II

Escarbo los últimos atardeceres:

soy menesterosa.

Bífida de andar entre mudeces y retruécanos

entre el silencio y la cláusula

entre el discurso y la cesura

ahí, 

donde la palabra es claustral y apóstrofe

occidente y perniciosa

—yo su cortesana—

y donde el verbo

es un crucifijo

yacente

y empolvado.

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Osario en dos

I

En su negrura

mis huesos pudieron haber dicho de sí

la cosa inmunda

la avaricia del paso

el tuétano que contiene

lejanas tardes

en coágulos de tiempo,

rotundos y fuguíferos mis huesos

huesos de arena que escapa entre los dedos

huestes de cal

corvas de basalto

un rastro que se mira de reojo:

lo que quedó del estandarte

un par de tibias

un desmembrado maniquí

chocando sus partes

con huecas resonancias.

II

Debo volver a la oficina

apaciguar al osario enardecido

sellar tarjetas kárdex hasta el final del turno

empapelar la memoranda 

de mi propia desmemoria

tejer y destejer la nómina y el relatorio

yo misma ingenua y artesana

yo propia y turbia

yo empleada por ocho horas calcinadas

en la Ítaca sin fin

de mi osamenta.

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Acoso

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Hay una ventana infranqueable

en un pueblo hecho de años y de polvo.

Te puedo decir la calle exacta

el número preciso.

Una tapia cuajada en la altitud del cielo:

finestra sin cristal

sin celosía

en la transparencia de su aire

conteniendo su violento encierro.

Hay un patio trasero

que jamás vi o conocí

ni sus pastos silvestres

sus restos de cascajo.

La tarde niña 

se entretiene con cachorros,

pequeñas pioneras

juegan con azulejos de mar

regados en la tierra.

Hay un joven con un universo en la mirada.

Es otra ventana, pero turbia.

Atisba y verás árboles tristes de raíces enfermas,

deseo muerto

furia contenida.

Una perpetua milpa incipiente,

un huerto sin cosecha.

Atisba: solo llanto.

Observa: en una mano el señuelo

y en la otra, la trampa:

una casa.

Te puedo decir la calle exacta

el número preciso.

Azulejos de mar, niña, cascajo,

todo en esa tarde a medio hacerse:

el joven

la milpa

la casa

la trampa:

“dame un beso”.

Obra negra en todos los sentidos.

Solo la puerta fue puerta

y la ventana, ventana.

La poetisa Bárbara Oaxaca “entre el silencio y la cláusula”
Bárbara Oaxaca: “un rastro que se mira de reojo”
“Su poesía es original porque original es su visión del mundo.” -Carmen de la Fuente sobre la escritora Bárbara Oaxaca