ANTOLOGÍA: EL MUNDO Y EL 68 MEXICANO

Antología: El Mundo y el 68 Mexicano

Poesía por Varios (version pdf)
1 Mario Benedetti, Uruguay
2 Angélica Guzmán, Canadá
3 Juan Rejano, España
4 Máximo Simpson, Argentina
5 Paco Ignacio Taibo I, España
6 Vicente A. Torres, Honduras

TE ACORDÁS HERMANO
Por Mario Benedetti

¿Te acordás hermano que tiempos aquellos
cuando sin cortedades ni temor ni vergüenza
se podía decir impunemente pueblo?
cada uno estaba donde correspondía
los capos allá arriba/ nosotros aquí abajo
es cierto que no siempre
logró colarse el pueblo en las constituciones
o en las reformas de las constituciones
pero sí en el espíritu de las constituciones/
los diputados y los senadores
todos eran nombrados sin boato
como representantes de ese pueblo
ahora el requisito indispensable
para obtener curules en los viejos partidos
y algunos de los nuevos
es no pronunciar pueblo
es no arrimarse al pueblo
no soñar con el pueblo
incluso hubo un ministro mexicano
(Sabines dixit) que en el sesenta y ocho
unos meses después de tlatelolco
dijo/ con el pueblo me limpio el culo
después de todo el tipo era sincero
por otra parte en las obras más doctas
de los historiadores con oficio
el pueblo aún figura en las notas al pie
y en el último tramo de la bibliografía
pero el voquible pueblo/ en general/
es contraseña de las catacumbas
de los contactos clandestinos
de las exhumaciones arqueológicas
de vez en cuando surge un erudito
que descubre que engels dijo pueblo
que gramsci el che guevara y rosa luxemburgo
que mariátegui y marx y pablo iglesias
dijeron pueblo alguna que otra vez
y ciertos profesores que todavía tienen
en sus armarios el pañuelo rojo
llevan a sus alumnos al museo
para que tomen nota disimuladamente
de cómo eran las momias y los pueblos
y claro los muchachos que absorben como esponjas
se levantan sonámbulos en mitad de la noche
y trotan por los blancos corredores
diciendo pueblo saboreando pueblo
mas como en la vigilia vigilada
ya nadie grita ni murmura pueblo
hay en las calles y en plazoletas
en los clubes y colegios privados
en las academias y en las autopistas
una paz algo densa/ a prueba de disturbios
y un silencio compacto/ sin fisuras
algo por el estilo del que encontró neil amstrong
cuando anduvo paseando por la luna sin pueblo

¡PUEDES VERLOS!
Por Angélica Guzmán

Callad, callemos por un instante,
sólo por un minuto
para que escuches claramente
las voces que se levantan
de la tierra a la conciencia,
las mismas que cascabelean por la plaza
cuyos ecos de consignas
grabadas en las piedras,
retumban en los muros testigos
y en el viento de pólvora y fuego.
Callad, que ante la mirada infinita de cientos
su brillo refleja la vida de miles.
Callemos sólo para darnos valor
y no llorar
para que después de este silencio
nos llueva la blasfemia.
Detengamos los sesenta segundos
para hablar con nuestros hermanos.
¿Los puedes ver?
su rostro es tibio,
sus labios dulces,
hay en sus cuerpos
flores y laureles,
en una mano abrazan un caracol
llamando a los hermanos,
en la otra hay un hacha, un rifle, un amor.
Así son, como viento y como plomo;
así, hacen su ronda de la plaza a la sierra,
del edificio a la escuela,
de las escalinatas a la fábrica,
de la iglesia a las chozas,
de las ruinas a las marchas.

Son eternos soldados guardianes,
su sangre los ha vestido
del rojo igual
rojo estrella
¿Puedes tocarlos?
ellos extienden los brazos
y te abrigan en el deseo eterno.
Ellos acarician tus ojos
y los dotan del milagro del pueblo,
ellos tocan tus instintos
y los echan a volar alcanzando el puño,
ellos besan tus lágrimas
y las convierten en acero puro.
No hables;
que aún faltan instantes que ya no son muchos
para gritar
con las almas que rondan
por la patria sumergida,
para tomar su mano y marchar a su diestra,
para desenterrar los rencores,
para afilar las garras,
para tomar las esperanzas
y lanzarlas por los vientos.
No hables;
que hoy es tiempo de unificar las ansias.
No puedes defraudarlos
ellos te han anotado en el libro de la historia;
ellos, camarada,
han convertido el octubre en rabia,
en brazos y en otoño semilla.
Ellos te han mostrado sus neuronas,
sus voces, sus consignas;
han dejado junto a tu puerta
un millar de volantes llamando a la lucha.
No tienes alternativa,
compañero, compañeros;
2 de Octubre no se olvida.

1968
Por Juan Rejano

Herida y desgarrada, tierra hermosa; estás herida y
con tu sangre tiñes las piedras que otro tiempo
sintiera las pisadas de los héroes y las doncellas
gráciles.

Herida estás, sufriendo, y son los mismos brazos
augurales que un día me acogieron como
hermano en derrota los que ahora, torturados,
se crispan de dolor.

Yo dejo aquí, desnuda, mi palabra, para sumarme
a ti, para sumarme a tus penas, tus ansias, tus
luchas, tus heridas.

Contigo he convivido, no con los que te explotan,
no con los que bandera de tu infortunio hacen
demagógicamente.

Contigo he convivido largos años. A tu lado una
vida entera he trabajado, aprendiendo de ti,
de tu firme prudencia, recibiendo a diario
esa sabiduría que sólo las afrentas y el dolor
acumulan.

Te di lo que traía: nada, un poco quizá de mi antigua
soberbia, de mi experiencia altiva, que ni siquiera
pudo domeñar la derrota.

Mi soledad te di, y más desdichas. Y también mi
deseo de enlazar mis manos con las tuyas y a
tu vera ganar los horizontes.

Ahora tú estás sufriendo, las heridas abiertas, y yo
te dejo aquí lo único que tengo: mi palabra.

Mi palabra que en una puede cifrarse: amor.

TLATELOLCO
(Cuauhtémoc)
Por Máximo Simpson

No me tiren, que soy el rey de
México y de esta tierra.
Cuauhtémoc
El llanto se extiende, las lágrimas
gotean allí en Tlatelolco.
Cantares Mexicanos

I

Agualuz nochetiniebla piedrasueño,
sueñosombra piedraluz aire dormido
polvotierra desmemoria de la noche
tensa noche nochefuego desmedida lanza torva
arco negro de la noche piedrasola
agualuz noche tiniebla piedra sueño
sueño sombra piedra luz aire dormido
la demencia estamos locos qué nos pasa
quiénes son de dónde viene todo el odio
Isabelpiedrademuerte qué nos pasa
agualuz nochetiniebla piedrasueño
con el trueno entre los dientes
arcabuces popolocas
no hay piedad ay quiénes son ay qué nos pasa
agualuz nochetiniebla piedrasueño
escribamos frailes negros
popolocas los caballos
por los aires de la Tierra bestia negra
de la muerte quiénes son ay qué nos pasa
los soldados Tlatelolco
ay el Sol que ya se acaba
es el límite del Tiempo
se termina
ya no hay años
es el límite del tiempo la mortaja
los soldados Tlatelolco
la demencia estamos locos los caballos
se arrojaron de las torres
se arrojaron de la vida
se cayeron de la muerte
desde arriba desde abajo
desde el útero madre de la Tierra en el polvo.

II

Derrotado profundo,
joven muerto que mueres diariamente,
sabedor consagrado
que en el perdido calendario del Tiempo
revisas la escritura de los días,
los colmillos funestos,
la sonrisa de Dios y sus cavernas
junto al cantor decapitado:
lambiscones de rapiña optimista,
tejedores de sarape de sangre,
vomitan cada día su retórica negra,
su mortal exabrupto.
Y en Tlatelolco se oyen truenos,
en Tlatelolco estamos locos,
en Tlatelolco nos morimos,
en Tlatelolco están de fiesta
en Tlatelolco, Tlatelolco.
¡Tlatelolco!

III

Plaza de Tlatelolco: semen vivo de la vida muerta,
matriz del maderamen que se cae, de la profunda
escalinata para un viejo ritual, para una nueva sangre.
Iglesia paralela del tiempo, miradores y torres que
un día fueron tumbas, corola de un grito que no calla.
Allí todo se junta: allí el azteca temerario y el Gran
Inquisidor, el tiempo y su lujuria de restos inmortales,
de piedras rozagantes.
Y también el despojo y su secuela, la injusticia y la
muerte, la injusticia y la vida, la injusticia pagando
su diezmo de hombres vivos al gran devorador,
al dios de siempre.
Atrio ceremonial saqueado ahora y antes, sitio donde
bregaron quienes hoy son leyenda, lugar donde pensamos
con el cuerpo doblado sobre un pozo de olvido.
Trastienda del alborozo olímpico,
plaza casamentera de osamentas rebeldes.
Plaza de la Matanza:
A las aves siniestras de Moctezuma herido sucedió
un helicóptero radiante.
Y mientras el discóbolo de Atenas preparaba su
canto circular, mientras llegaba el fuego desde el
patio de Homero,
yo lo vi en Tlatelolco:
cadáver altanero,
su loca brasa láctea,
su coágulo de vida,
su compacto cristal,
su condensada ausencia legendaria,
su fuego inconsumido deterioran la muerte,
saquean su reinado de tumbas silenciosas.
Y el útero irredento de México exiliado
procrea para siempre al Niño Viejo:
su macizo cadáver camina por el mundo,
y su lengua callada suelta improperios insepultos.

IV

Agualuz nochetiniebla piedrasueño,
sueñosombra piedraluz aire dormido,
polvotierra desmemoria de la noche,
el baldado camina,
y el hombrecito paria que alimentó a los dioses,
lustrabotas que lustra la injusticia del mundo,
corona diariamente al rey Cuauhtémoc,
sostiene con amor al joven muerto,
lo alimenta con brasas y vejámenes.
Agualuz nochetiniebla piedrasueño,
sueñosombra piedraluz aire dormido,
polvotierra desmemoria de la noche,
aquí llega Cuauhtémoc con los pies
destrozados,
aquí llega el cantor,
es
el cantor que vuelve,
aquí llegan los muertos escondidos,
otra vez a esta plaza,
otra vez a este foso,
semen vivo de la vida muerta.

1968-1970

SEPTIEMBRE
Por Paco Ignacio Taibo I

Un día,
el día en que no me detuvieron
en que ni siquiera me tocaron los golpes,
porque la ley y el orden
me desprecian un rato
descuidados
(era de tarde, llovía)
se olvidaron de mí.
Era un día en que caminé por Insurgentes y los
coches azules
llenaban la calle
hasta
saciarla.
Ese día
tenía miles de papelitos arrugados
llenando los bolsillos.
Si me hubieran registrado
me hubiera sido imposible explicarles
cómo fueron escritos
(es difícil explicar cosas así),
bajo qué luz,
con quiénes,
en qué horas del día
repartía mis pequeños odios con el odio grande
de los miles que éramos.
Es difícil explicarles a ellos.
Los papeles del bolsillo, digo,
eran poemas, o casi,
eran días asustados, gastados, sonrisas repartidas como
volantes en las
esquinas,
eran pintas chiquitas,
casi para mí mismo,
para situarme en el planeta genial
que era hoy la ciudad,
declaraciones insólitas de mi complicidad conmigo mismo,
con lo que estábamos haciendo.
Si entonces ese día,
alguien hubiera dicho
¿de dónde han salido?;
¿quién los hizo?
Son subversivos, reflejan tu anarquismo, tu desconfianza
del mundo,
tus problemas sexuales, tu falta de tristeza, tu soledad
corrupta;
son muestra de que eres aún adolescente, de que en el
fondo desconfías de ti mismo…
yo hubiera dicho:
¡vete a la mierda! Son sólo poemas; poemas solamente,
y reflejan (nada refleja) todas esas cosas… Y además,
todos tenemos papeles en los bolsillos.
Pero hoy, otro día,
si me preguntan que pasó con ellos,
sería difícil explicar
explicar que estaban por aquí
que se fueron por las alcantarillas mientras su autor corría,
que se derritieron de sudor entre los dedos,
o que están aquí
porque los he guardado.
¿Acaso importa? Los volvería a hacer.

UN HOMENAJE PARA LOS MASACRADOS,
PARA LA RESISTENCIA, UN CANTO
Por Vicente A. Torres

Y los bípedos caballos
galoparon
la humilde piel de México
Sobre otra cultura reprimida
y en TLATELOLCO
se trazaron las voces las pancartas
quedando un valle de muertos
donde las hienas verdes
desafiaron hasta el aire
De una u otra manera
nos han arrebatado la esperanza
la libertad que este pueblo
no conoce de siglos
pero sobre este caos perenne
que dirigen los bárbaros del Norte
no queda otro camino
que la consigna de los muertos
y la protesta de los vivos
Este no es un nihilista llanto
¡Es un grito!
que viene de la oscuridad
del lenguaje del fusil
un homenaje para los masacrados
y para la resistencia, un canto

Marcha en la que se encuentra el dramaturgo Felipe Galván, el poeta Leopoldo Ayala y el Dr. Fausto Trejo Fuentes

Dibujo por la artista norteamericana Rini Templeton