TRAVESÍA POR EL DELTA DEL RÍO SAN JUAN:
NATURALEZA, ETNIAS E HISTORIA
Artículo por Andrés Araujo (Colombia)
Las luchas de la temprana América latina aún están lejos de terminar, por el contrario se expanden a todos los regiones del planeta. Nosotros los hijos de la conquista española aún cargamos las cadenas de nuestros ancestros africanos y la invisibilidad de los primeros pobladores del continente.
Navegar por el río San Juan en el Pacífico Colombiano, es rememorar una historia de opresión y libertad, una lucha constante entre la ambición del oro y la dominación de otros seres humanos. Iremos navegando río arriba describiendo la maravilla de sus recursos, llegaremos al encuentro con la comunidad Papayo de la etnia Wounaan y la población negra de Docordó, tendremos la oportunidad de reconstruir un fragmento de la historia de las comunidades invisibles a los ojos de muchos colombianos, que constituyen un estado en parte gracias a la riqueza de estos territorios que alguna vez causaron la esclavización de los ancestros de sus habitantes, compartiremos algo de su lucha y miraremos al futuro desde su perspectiva ribereña.
EL SAN JUAN ARRIBA
El paso por las bocas del San Juan no es fácil, hay que entrar en la marea máxima, grandes olas golpean la costa y rompen en los bajos de arena los cuales cambian a merced de la corriente, hay rompientes y arrecifes en las bocas del Norte, un lugar fácil para encallarse o naufragar. Estamos en una travesía con destino a la población de Docordó, a 18 horas subiendo desde la boca San Juan, hay que llevar utensilios y suministros para el personal médico que trabaja en la brigada de salud, recoger a los médicos y enfermeras para regresar con ellos hasta Buenaventura. El barco sube por el estuario, se divisan varados en los playones troncos secos de grandes árboles, quebrantados por la fuerza de la corriente y el paso de los años, viejos habitantes de un mundo solitario, impasibles rastrojos hechos madrigueras de cangrejos y ocasionalmente de aves migratorias, el agua va cambiando su color, a veces lentamente, en ocasiones se corta brusca, el verde marino del Pacífico se torna en un tímido marrón claro para luego transformarse en el ocre arcilla que se desprende de sus riveras lo largo de 350 kilómetros.
Los territorios del delta son un espacio compartido, un corredor de naturaleza y paisajes sobrecogedores, donde las comunidades indígenas y negras (o afrocolombianas como algunos autores sugieren llamarlos por su procedencia) que lo habitan se acompañan como seres despojados de su cultura y tierra, estos grupos comparten una parte de la historia, una historia común de opresión y usurpación en beneficio de la riqueza de otros, el trabajo y sufrimiento de sus ancestros forjó fortunas en lugares lejanos, hoy en día, como sus mismos habitantes lo afirman, la tierra de la riqueza sigue siendo la más pobre entre los pobres.
Si se pudiera navegar hasta el nacimiento del río, se encontraría que brota del cerro Caramanta en la cordillera occidental de Colombia, sus antiguos pobladores lo llamaban Docharamá, que significa río grande. Recorre unos 410 Km. drenando una hoya de 15.189 Km2 con 130 afluentes, el valle del San Juan es rico en oro y platino, alcanza en algunos lugares hasta 10 000 milímetros en precipitaciones anuales lo que lo convierte en una de las regiones más lluviosas del mundo, además transporta un caudal promedio de 2.721 m3 / seg. Desemboca formando un delta de varios brazos, cinco principales, a lo ancho del cabo corrientes en el océano Pacífico. El estuario del san Juan se caracteriza por mareas superiores a los 3 metros llegando a un amplio intercambio de aguas dulces y salobres, característica que propicia el desarrollo de abundantes bosques de manglar. Estas particularidades hacen que la región del San Juan sea una de las áreas con mayor diversidad biológica del planeta y un amplio escenario de criadero para peces, moluscos, crustáceos y aves. La desembocadura del San Juan presenta grandes playones de sedimentos que son constantemente moldeados por las mareas y una fuerte deriva litoral de dirección predominante N-S. La topografía del área es accidentada y se caracteriza por tener densas selvas ricas en maderas exóticas y una gran cantidad de especies de mariposas, además se registra un total de 600 especies de aves, lo que significa el 20% de las presentes en todo Sudamérica
Continuamos navegando, ya dentro de la cuenca del brazo San Juan, a su entrada se distingue el Choncho, comunidad negra una vez próspera y comercial, hoy semidesierta por la migración de sus habitantes y los embates de la erosión costera. Pasan las horas y se ven algunos caseríos indígenas predominantemente de la etnia Wounaan, estas comunidades componen poblados pequeños ubicados en forma paralela a las riberas de los ríos y sus afluentes, con leve a mediano impacto sobre los recursos naturales del bosque, los ríos y el mar. La subsistencia de estas comunidades se realiza por medio del comercio fluvial y cultivos familiares de yuca, maíz, caña de azúcar, papachina, arroz, papaya, badea, chontaduro y plátano. Se crían de manera doméstica con frecuencia cerdos y gallinas. También es importante la caza realizada con perros y armas, se utilizan flechas, bodoqueras o escopetas, los animales predilectos son las guaguas (cerdos salvajes), dantas (venados) y armadillos, la pesca es importante, destacándose la marina, realizada por los negros afrocolombianos; en los ríos pescan tanto comunidades indígenas como negras, las especies predilectas son la corvina, el sábalo y el camarón de río.
Hay que subir revoluciones el motor del barco, pues la corriente del río aumenta, ya debe estar bajando la marea. Aparecen las ruinas de lo que dicen fue un aserrío, ahora la selva lo consume, las enredaderas carcomen la viejas paredes de tabla y remontan el techo, el muelle ha desaparecido, da la impresión de estar abandonado hace años, cuando en realidad sólo unos meses han pasado desde que se marcharon los trabajadores. Empieza a atardecer, en la vuelta de la isla García Gómez, baja la metrera “Don Pepe”, el capitán un mulato curtido se asoma por la borda para saludar ¡Adiós Compadre!- ¿Cómo va esa subida Capi? Navegamos hasta las once de la noche, hay cuarto creciente y buena iluminación, desde que zarpamos esta mañana de Bahía Málaga no ha habido inconvenientes, el río se ha portado bien así que no hay prisa. Amarramos el barco al tronco de un árbol, los servicios atentos, el resto a dormir.
El estruendoso cantar de miles de aves nos despierta después de un aguacero de cuatro horas, son las seis de la mañana, zarpamos, hace algo de frío, es un placer mirar el cielo mientras desayuno sobre cubierta, cientos de colores aparecen entre nubes bajas, el Sol surge tímido y la niebla se dispersa poco a poco, seguimos el lento avance río arriba. Se ven de vez en cuando casas y pequeños poblados la mayoría indígenas. A la una de la tarde llegamos a una isla con cantidades de aserrín en sus orillas, un antiguo aserradero desde luego, tiene un pequeño caserío, hay una muchacha lavando ropa en la orilla, nos mira retraída sonriéndose como extrañada por no recibir la esperada lluvia de halagos, los galanes locales no son tímidos, sonríe y se levanta, da vuelta y se va, gira coqueta para mirar a un marinero que se anima a piropearla, los tripulantes hacen algarabía, esa es la calidez de los negros del Litoral. Los indígenas son más introvertidos a primera vista, pero luego de cruzar un par de palabras entran en confianza, son buena gente, hospitalarios y alegres.
LOS PAPAYO WOUNAAN
A las cinco hacemos escala forzosa en la comunidad Papayo, los motores necesitan mantenimiento, en la maniobra de atraque nos reciben varios hombres en canoas, con un remo en una mano y en la otra una botella de biche, la levantan en señal de invitación a la bebida. El biche es una especie de aguardiente de caña nativo muy popular por estas tierras. Hay fiesta, los indígenas celebran la construcción de la Gran Maloca o Tambo, una bella edificación de 300 m2 montada sobre pilotes y descubierta en sus costados, con gruesas vigas de cedro que sostienen el techo realizado con miles de hojas de palma y sin una sola puntilla de acero, llevan ocho meses edificándola, hay razones para celebrar. Llegan las nueve de la noche, los motores están listos pero llueve a cántaros, no será posible zarpar hasta que pase el aguacero, la visibilidad es muy baja. Aparece en el barco uno de los jefes del cabildo, me ofrece un trago, estamos invitados a la fiesta, le digo que no, que ya toca irnos, me insiste que nos quedemos un rato, aparento dudar, bueno, igual no podemos zarpar así que será un placer -le digo-.
Los Papayos están emparentados con la etnia Wounaan. Hasta el siglo XVII, los territorios Waunana, Embera y Cuna se mantuvieron relativamente autónomos sin dominación del imperio español, pero los indígenas contaron con la mala fortuna de que los españoles descubrieran que estos ríos producían grandes cantidades de oro, lo cual dio lugar a su esclavización y causó su posterior huida del territorio.
Los tripulantes disfrutan de la fiesta, yo hablo con otro de los miembros del cabildo, están orgullosos de la maloca, él me habla de su amigo el capi Orobio, un amigo común juradoceño que por aquellas cosas del destino se fue al Caribe y regreso al Chocó con vestido blanco de marino y con un carisma excepcional.
Los ancestros de esta tribu hace 400 años seguramente no imaginaron que el encuentro con los españoles cambiaría su historia para siempre. El Nuevo Mundo fue para los colonizadores españoles la posibilidad de enriquecerse fácilmente. Además del saqueo de las tumbas indígenas durante las expediciones, también explotaron los aluviones auríferos lo cual condujo a la introducción de campamentos, el hallazgo de depósitos dio lugar a colonias que explotaban las vetas por periodos prolongados, facilitando su colonización y asentamiento.
En 1518 Pascual de Andagoya encontró el río Docharamá al cual le cambió el nombre por el de San Juan en honor a Juan el Bautista, pero fue hasta 1536 que se supo de la explotación aurífera que podía ofrecer la región. En 1573 los colonizadores españoles salieron hacia el valle del río San Juan, pero fue hasta 1640, que el distrito de real de minas de Nóvita en el alto San Juan se hizo preponderante en la producción aurífera.
Desde el mismo momento en que ingresaron los españoles a territorio Embera y Wounaan hubo resistencia, esta se compone de dos fases:
“una que va desde los primeros contactos en el siglo XVI hasta 1640, momento en que, según los españoles, los indígenas fueron pacificados. En este período, los nativos hacen la guerra. La segunda fase comienza a principios del XVII y se prolonga hasta finales de siglo. La gente enfrenta, además de las armas de los conquistadores, dos nuevas invasiones: la espiritual, conducida por los misioneros, y la corporal que dejó marcas de viruela y castigos”
Miles de indígenas murieron, la diezmada población, tuvo entonces que cambiar de táctica y pasó de la resistencia a la huida.
La fiesta Papayo continúa, los indígenas beben biche por cantidades, lo pruebo, es fuerte. Las danzas indígenas se realizan en grupos al ritmo de tambores, las que bailan son las mujeres que llevan los pies descalzos, los pechos descubiertos, collares de chaquiras y faldas sencillas de colores vistosos llamadas parumas. Forman círculos y se agitan con la música, saltan y mueven la cabeza, danzan un paso ceremonial, algunas se retiran ocasionalmente para beber un sorbo de biche. Los hombres vestidos de pantalón de dril, camisa y zapatos, observan desde los costados del recinto, charlan animadamente, beben biche por cantidades, se divierten, ríen, a veces tratan de discutir pero no hay bronca. Se escucha de pronto el sonido ronco de una planta eléctrica, hay dos gigantescos parlantes que empiezan a sonar a ritmo de vallenato, los maneja un negro tan grande como los parlantes mismos, viene desde Buenaventura y es primo hermano del líder comunitario de Cabeceras, me dice el cabildante, la fiesta parece mejorar, el jolgorio es general, llega comida: arroz, yuca, pescado y carne de guagua servida en hojas de plátano.
ÁFRICA TIERRA LEJANA
Continúa lloviendo, el encargado de los parlantes se une a la conversación, se llama Justiniano, tiene una visible cadena de oro, la observo. Es oro de Guapi, porque por aquí ya no lo consigue tan fácil capi -me dice- cosa que no sucedía hace 300 años.
Por el año de 1580 la población indígena del Pacífico era insuficiente para explotar las minas, el distrito minero de Nóvita en el San Juan no fue la excepción. Los españoles continuaron encontrando oro pero no tenían ya indígenas para explotarlo. La solución entonces, consistió en deportar nativos africanos, esclavizarlos para explotar el oro americano. Por esta misma época se produce el llamado primer ciclo de la minería debido a su auge en los ríos Nus, Nechí y Magdalena en el Caribe, “de los dos millones de negros desgajados de la madre África miles fueron traídos como esclavos para el mazamorreo del oro” . En Cartagena de Indias, por la misma época entra en vigencia la Santa Inquisición cuyas victimas predilectas eran los negros bozales acusados de conjuros y hechizos contra sus amos esclavistas. El hecho del maleficio a los amos fue considerado como un cimarronaje simbólico e instrumento de libertad espiritual, algunos esclavizados optaron por la huída y establecimiento de aldeas fortificadas o palenques, de los cuales subsiste el conocido Palenque de San Basilio en los Montes de Maria cerca de Cartagena. Aunque los palenques continuaron extendiéndose a lo largo de los valles del Cauca y Magdalena fueron fuertemente reprimidos por expediciones militares españolas.
El segundo ciclo de la minería concierne a la región pacífica en las cabeceras de los ríos Atrato, San Juan y Telembí, donde hacia el año de 1640 fue traída una gran cantidad de mano de obra esclavizada para cubrir las demandas de obreros en los distritos de Citará, Nóvita y Barbacoas. Por la misma época se fue gestando la construcción de grandes haciendas en el Valle del Cauca razón por la cual una gran cantidad de esclavizados fueron a parar a estas tierras. Para mantener el control sobre los esclavizados se realizaron regularmente rotaciones entre las dos regiones con el fin de separarlos evitando posibles complots, pero al igual que en la región caribe hubo fugas y asentamientos en palenques, como el caso del Palenque Castigo cerca de Tumaco.
Debido a la escasez de bozales por la gran demanda en de las plantaciones en Cuba, Brasil y Estados Unidos, la mayoría de esclavizados eran niños y jóvenes criollos (comúnmente llamados Muleques), este hecho afectaba los intereses de los tratantes africanos y por supuesto del gobierno español, razón por la cual una gran cantidad de jóvenes fueron llevados de contrabando principalmente por la vía menos controlada, subiendo por el río Cauca para luego pasar al San Juan.
Se sabe que hubo algunas disputas por el control de los esclavizados, razón por la cual algunos amos del distrito de Nóvita en el río San Juan adoptaron la estrategia de permitir la estabilización de núcleos familiares o reproductivos, generalmente unas pocas mujeres y varios hombres, con el fin de contar con suministro constante de personal, así se establece en las comunidades mineras esclavizadas un concepto de familia poligámica. Posteriormente las autoridades civiles y eclesiásticas brindaron algún tipo de protección y concedieron derechos a los esclavizados, lo cual facilitó el proceso de manumisión, figura legal que permitía otorgar cartas de libertad a los esclavizados por medio del pago de grandes sumas de dinero a los amos.
En este contexto se gestó el proceso de automansumisión que permitía a los esclavizados trabajar los domingos y feriados para comprar sus propias cartas de libertad. Mucho sufrimiento tuvieron que padecer estos nuevos americanos para poder obtener su liberación, en cabal cumplimiento de las leyes que no constituyeron, pero que lamentablemente los regían.
Una vez “libres” tomaron el apellido de los amos, así que los Ewe o Akan bien pudieron pasar a llamarse Castilla o Reyes. Inicialmente se asentaron en regiones cercanas como el bajo Atrato, el Baudó, el delta y la zona costera del río San Juan, para luego dispersarse a lo largo de la costa pacífica. Con las guerras de Independencia, la abolición de la esclavitud y los conflictos internos del siglo XIX los afroamericanos recuperaron su libertad, se establecieron en comunidades que reproducían el modelo de la administración dominante, fueron reconocidos aunque con una pobre o nula atención del gobierno central.
VECINOS Y COMPAÑEROS
A las dos de la mañana, cesó el aguacero, la noche clara muestra la luna en el cenit, la fiesta Papayo continúa, ya nadie baila pero la charla es entretenida, hombres y mujeres comparten el mismo lugar cerca del fogón, el vallenato continúa y los festejantes aún tienen la noche por delante para celebrar la construcción de su imponente maloca, nos despedimos de los anfitriones, insisten en que nos quedemos, que lo mejor está por venir, pero no se puede, nos quedaríamos toda la semana pero hay que zarpar, nos esperan. Queda la comunidad atrás, a tres vueltas del río aún se escucha el sonido de acordeones fiesteros en medio de la noche fresca e iluminada.
Navegando llega la luz del día, con la acostumbrada neblina y serenata de aves cantantes, a medida que subimos hay mas comunidades, todos los poblados se distribuyen a lo largo del río, en pequeños caseríos. A dos vueltas de la división del brazo Cacagual tomamos el brazo Cabeceras bajando. Hacia las nueve arribamos a Docordó, el poblado como algunos otros del San Juan se distingue porque la comunidad negra habita en un margen del río, mientras que la indígena se ubica al frente en el otro costado, aunque a todas horas del día hay canoas pasando de una orilla a la otra llevando continuamente alimentos, artesanías o niños a la escuela. Los médicos esperan los suministros, la población se acerca a recibirnos con ansias. Llegan primos, tíos, hermanos, cuñados, toda la población pertenece a unos cuantos grupos familiares, así que la diversidad de apellidos no es mucha. Las comunidades negras establecen grandes parentelas que pueden abarcar regiones completas.
El gobierno de las comunidades negras se lleva a cabo por medio de elecciones de líderes comunitarios y alcaldes en los municipios principales. En el caso de los indígenas hay una marcada identificación con la comunidad “no sólo por sus apellidos, sino también por el lugar donde habitan, por el cabildo que los gobierna y en algunos casos por ciertas características propias de su comunidad”. La convivencia en caseríos es reciente, realizada más a conveniencia de misioneros, educadores o gobernantes que de los mismos indígenas, lo cual ha traído algunos problemas de saneamiento ambiental por acumulación de desechos. Los indígenas han establecido cabildos para elegir autoridades que los representen tanto al interior como externamente.
Los ritos de las comunidades negras son predominantemente católicos pero en algunos lugares existe una mezcla con dioses tradicionales africanos, expresado en los cantos funerales y celebraciones rituales, el negro se identifica y expresa a través de su religión, la cual está presente en todos los aspectos de la vida, las comunidades católicas del Pacífico y las Antillas conservan (muchas veces inconscientemente) a los Orishas Africanos en sus celebraciones y tradiciones. Por otra parte el sistema ritual de los indígenas Aunaan se basa en el Ewandama o principio creador, el Jaibaná es el curandero y sacerdote quien hace de mediador con el mundo de los espíritus, el universo espiritual de las comunidades es rico y preserva ante todo una relación armoniosa con la naturaleza.
Ambos grupos poseen una economía de subsistencia basada en pequeños cultivos ya mencionados, además de la caza y la pesca hay otras actividades económicas que varían de un grupo a otro. En el caso de los Wounaan se destaca la producción de artesanías de palma werregue de las cuales obtienen fibras textiles teñidas con achote y barro. Los hilos flexibles de werregue se enrollan hasta constituir un cesto llamado coca, “piezas de gran riqueza formal, figura en revolución y medio de expresión gráfica de las imágenes del universo perceptual interior y mítico de la cultura Waunana”. Los negros afrocolombianos por su parte se dedican al comercio y oficios técnicos como la carpintería, también a la atención de pequeños establecimientos de servicios para suministro de combustible o salones de juegos y diversiones. También habitan algunos colonos que viven del comercio, especialmente paisas que conviven con las comunidades negras.
Entre los dos grupos se presentan algunas tensiones, pero sin llegar a situaciones conflictivas, ya que tanto negros como indígenas crean al interior de sus comunidades la manera de aliviar las tensiones que surgen en las relaciones interétnicas. Muestra de esto son las uniones entre hombres negros y mujeres indígenas, cuyos descendientes frecuentemente llamados “Cholos” se acoplan sin problema a cualquiera de las dos comunidades. En general hay colaboración entre grupos, muestra de eso es el Compadrazgo, una figura de apoyo mutuo entre afrocolombianos e indígenas, donde se establecen normas de convivencia e intercambio comercial.
A la brigada médica asisten por igual indígenas, negros y mestizos de varias comunidades cercanas: Cuellar, Cabeceras, Palestina, Charambirá, San Antonio y Togoromá entre otras. Todos necesitan vacunas, medicamentos, apósitos, pomadas, las muelas se dañan sin importar si se es negro, indígena, blanco o mulato. Llegan pues personas de toda la región chocoana del San Juan, la falta de acceso a la salud no es un mal exclusivo de esta región sino de todo el departamento del Chocó a lo largo y ancho de su geografía.
Podemos decir que el departamento del Chocó y especialmente el delta del San Juan es un orgullo para el país en medio de su riqueza biológica, mineral y étnica, también podemos decir que paradójicamente es la región cuyos índices de aislamiento físico y gubernamental, pobreza, mortalidad infantil y analfabetismo figuran entre los más elevados del mundo. Las comunidades reclaman constantemente sus derechos, muchos puntos podrían tocarse en este aspecto, sin embargo se destacan algunos como el deterioro frente a los efectos de una economía capitalista, la degradación de ecosistemas marinos y costeros, la explotación forestal intensiva, la insatisfacción de las necesidades básicas, la falta de reconocimiento a la propiedad colectiva del territorio, las prácticas inadecuadas de producción, la proliferación de cultivos ilícitos y presencia de grupos armados ilegales, entre otros. Esta situación genera inconformismo en los habitantes de la región que a veces llega a desembocar en graves problemas sociales como vandalismo, prostitución y narcotráfico pero el peor de todos los males es la violencia. La distribución del territorio y el reconocimiento igualitario por parte del gobierno ha sido tema constante de reclamo por parte de estas comunidades, aunque se han realizado importantes avances como el presentado en el artículo transitorio No. 55 de la Constitución Nacional del 91 que dos años después originó la ley 70 de 1993 que regula los derechos sustanciales de la titulación colectiva para las Comunidades Negras. En este contexto legal se estableció que debía realizarse un estudio para determinar la asignación de territorios a las comunidades negras que ocupan las “tierras baldías” en las zonas rurales ribereñas de la cuenca del Pacífico. Aunque la Constitución y la ley han facilitado el camino para las comunidades ribereñas, hay todavía muchos casos que quedan por resolver.
Las comunidades indígenas y negras han causado hasta ahora poco impacto ambiental debido a su escasa tecnificación e industria, pero la economía extractiva de madera devasta extensiones considerables de selva cada día, se estima que el 58% de la madera talada en el país proviene de esta región, tampoco se escapan de esto los recursos minerales.
La globalización y el e-comerce favorece a mucha gente pero no es el caso de las comunidades del Chocó, como ejemplo podemos comparar el precio de una coca de werregue en la orilla del San Juan, esta artesanía normalmente es cambiada a los indígenas por productos básicos: arroz, aceite, combustible o telas, en el mejor de los casos es pagada por los comerciantes de artesanías a un valor promedio de 10 dólares, en Bogotá o Medellín la misma artesanía en un almacén cualquiera aumenta su precio un 500% que ya es bastante, pero esta misma artesanía colocada en una galería de los Estados Unidos o distribuida vía e-comerce cuesta alrededor de 280 dólares aumentando su precio en 2800%. Hoy día existen instituciones estatales y privadas que buscan igualdad de condiciones sociales y económicas para estos pueblos pero aún existe mucho trabajo por realizar, la marginalidad de los pueblos indígenas es bien expresada por ellos: “A más de 500 años después de la conquista europea de lo que hoy es Colombia, los pocos indígenas que hemos sobrevivido todavía vivimos al margen de la sociedad y somos los más pobres de los pobres, los pueblos más desposeídos”
ANHELOS
La brigada médica termina, son las cinco de la tarde y es hora de zarpar, los habitantes de las riveras despiden la embarcación con alegría deseándonos pronto regreso, fue un día fructífero para ellos y para nosotros. La vida regresa con su cotidianidad, para unos, el regreso a la ajetreada vida de las ciudades; para otros el río, la selva, el comercio o las artesanías, lo único que anhelan es desarrollar sus actividades en paz y ser tratados con dignidad y respeto, ya que las acusaciones de violación de Derechos Humanos son constantes en este territorio santuario de biodiversidad. La Organización Regional Indígena Embera Waunaan (OREWA) denuncia constantemente a organismos nacionales e internacionales la violación de sus derechos por parte de los grupos ilegales armados del conflicto colombiano. Los miembros de las comunidades negras también son víctimas de la violencia marcada, al verse en el fuego cruzado y en medio de intereses económicos, no encuentran más salida que recurrir al desplazamiento forzado, teniendo como destino los grandes centros urbanos, lugares en donde aparentemente no llega el alcance de los violentos pero donde desafortunadamente no alcanza ni la comida ni el techo para ellos. Al negro lo quieren seguir despojando de sus tierras e identidad siglos después de su partida, continúa con su marcha sin rumbo, tratando de encontrar una tierra prometida fuera del horizonte de las vastas llanuras africanas.
Es irónico decir que en la tierra de la riqueza del oro y los recursos naturales hay tanta pobreza, es alrededor de esa riqueza que se genera la violencia, por ello las masacres ocurren alrededor de los grandes proyectos mineros, madereros y viales, en una región que no hace honor a su nombre: Pacífica. El sentimiento de rechazo a la violencia e injusticia es compartido como se expresa en el manifiesto de la agenda XXI de los pueblos del Pacífico: “Soñamos con una región, unas comunidades y territorios sin violencia, sin grupos armados, resolviendo las diferencias con las ideas, las palabras, tal como lo hacemos en nuestras comunidades”
El Sol cae, pienso en las gentes que quedan atrás, la resistencia indígena y negra contra el dominio extranjero tal vez no ha terminado, actualmente se vive en su forma más cruda, los castigos físicos han sido remplazados por el olvido, la discriminación y la violencia armada, pero estos pueblos se resisten a seguir siendo desposeídos en su propio territorio, ya no son conquistadores españoles, sino funcionarios y grupos armados que no ven más salida que la violencia sin tregua.
Pero hay esperanzas, en las últimas décadas organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos y los grupos étnicos del Chocó han tomado las herramientas legales para hacer valer sus derechos, aún hay mucho por recorrer pero se han logrado importantes avances, como los artículos de la Constitución Nacional 7, 10, 70, 68 y el ya mencionado artículo transitorio Nº 55 convertido en la ley 70 de 1993 que también creó la Cátedra de Estudios Afrocolombianos. El decreto 804 de 1995 reglamenta la Educación de los Grupos Étnicos bajo los criterios de “integridad, interculturalidad, diversidad lingüística, participación comunitaria y progreso”. La etnoeducación es un componente fundamental en el desarrollo y perspectiva de estos habitantes, poco a poco se va estableciendo, “se propone explorar otros espacios de las diferentes formas que tienen todos los grupos humanos de concebir el mundo, de interpretar la realidad y producir conocimientos que tienen a su vez sus propias maneras de transmisión, recreación y perfeccionamiento”.
Oscurece en el delta de San Juan, grandes gotas caen golpeando la cubierta metálica del barco, en los caseríos tenues luces de lámparas de petróleo alumbran pequeñas siluetas humanas que viven una vida sencilla pero que no pueden permanecer pasivos viendo como el mundo a su alrededor cambia y cada vez hay menos espacio para ellos. Ewandama y Waliyú día a día cumplirán su sentencia para que el anhelo de equidad y paz se forje en esta tierra de biodiversidad.
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