EL TRIUNFO ES DE LA ESPERANZA, artículo por Diego Rodríguez Gil (México)

 

EL TRIUNFO ES DE LA ESPERANZA

 

Artículo por Diego Rodríguez Gil (México)

Estamos ante una coyuntura política y social inmejorable para las fuerzas democráticas y de izquierda en México. Durante décadas como pueblo hemos esperado hacer valer nuestra voluntad y que ésta sea respetada a la hora de elegir a nuestros gobernantes. Pocas veces como ahora la voluntad popular se puede convertir en un gobierno triunfante y con propuesta viable. Donde la tolerancia y la inclusión de diversos sectores de la sociedad se combinen con la claridad del rumbo que debe seguir el país.

Esta oportunidad que tendremos los mexicanos no es una casualidad, es producto de años de lucha popular en el campo y la ciudad. Es el resultado de cada uno de los esfuerzos en el barrio, la colonia, la ranchería, la escuela, la fábrica, por modificar el estado de desigualdad en el que se ha vivido. Es para decirlo de manera coloquial “la fiesta de la alegría”, porque la hora de la cosecha ha llegado, el regateo de votos ya no tiene cabida.

Para comprender este momento se requiere no perder de vista que la ilusión personal al sumarse a miles convirtiéndose en un gran colectivo, adquiere una fuerza tal que se hace casi indestructible ante cualquier intento mezquino por ignorarla. Revisemos dos momentos en la vida reciente de la política, el triunfo perdido en el 88; y lo que hoy ocurre.

El ingeniero Cárdenas, logró recordarnos a los mexicanos la capacidad de convocatoria que el pueblo tiene cuando se decide a luchar por las transformaciones sociales. Nos llevó al punto de construir la ilusión del gobierno democrático-nacionalista en la perspectiva de inaugurar una nueva etapa de justicia social, donde la brecha de la diferencias entre pobres y ricos por fin encontrara camino de mejora. Haciendo que el campo retuviera a los campesinos que emigran a las grandes ciudades o al país vecino del norte. En las ciudades la generación de oportunidades de empleo bien remunerado.

Mediante una política de convocatoria e inclusión de los sectores productivos y de inversión a fin de colocar a nuestro país en el lugar de competencia mundial, primeramente en la región de América. El año de 1988, se ha escrito ya bastante de ello, triunfó el pueblo con Cuauhtémoc Cárdenas al frente. En efecto no existían las condiciones de llevar el movimiento hasta el terreno de la violencia que la derecha con toda seguridad desataría. Sin embargo la credibilidad que el ingeniero Cárdenas tenía hubiese bastado para que a su convocatoria de resistencia pacifica, se forzara a reconocer no su triunfo, el triunfo de un pueblo que creyó y lucho por la vía electoral ilusionado por alcanzar la meta de ese tiempo. ¡La presidencia de la República! El golpe aunque duro no destruyó la fortaleza de una nación que había decidido levantarse de manera pacífica para erigir una vida basada en la justicia social.

A pesar del desencanto y frustración del 88, el ánimo no recayó pues el pueblo conjuntamente con las fuerzas democráticas y de izquierda que entienden el momento como de acumular fuerzas para el cambio más profundo, se mantuvieron esperando un nuevo tiempo en el que el temor no esté por sobre la voluntad mayoritaria. Ese tiempo no tardó en llegar. Las cenizas de la ilusión se volvieron a encender, desde el Gobierno de la ciudad de México, el 5 de diciembre del 2000 inició la aplicación de una propuesta de gobierno democrático y de izquierda. De nueva cuenta se encontraba a prueba la ilusión de una ciudadanía en espera de ver el cumplimiento de cambios y apoyos diversos de un gobierno elegido en la capital.

Los hechos empezaron a marcar el camino de la congruencia, la fortaleza de AMLO se fincó en su lema: “lo que no pueda cumplir, no lo voy a comprometer” y la gente vio en el cumplimiento de los compromisos la “esperanza anhelada”. La derecha, no ajena a meter la cola donde no la llaman, intentó con el Desafuero acabar con esta naciente fuerza de la ilusión popular y grande fue su sorpresa miles y miles de ciudadanos hablaron determinando con su participación en una Mega Marcha Histórica su sentencia, “La Historia la Hace el Pueblo”.

Por eso, comprender que ocurre con la gente en el campo y la ciudad en este 2006, año para elegir al Presidente de la República Mexicana, requiere de aceptar que mas allá de los razonamientos y los análisis especializados de las plumas autorizadas de la prensa. El fenómeno Andrés Manuel López Obrador significa la acumulación de la esperanza por el cambio verdadero, por la oportunidad de mejorar el nivel de vida de cientos de miles de pobres, por erradicar la cultura de la corrupción y el enriquecimiento de los malos gobernantes y sus familiares, por el respeto a la voluntad de decidir quién nos debe gobernar, por el derecho a soñar y abrir los ojos a una nueva realidad, sin traiciones, sin engaños, sin ventajas y con oportunidades para todos por el bien de todos.

“Por eso el triunfo de López Obrador es el triunfo de la esperanza ahora nos resta ponernos a la altura de la circunstancia y cumplir”.

23 de junio de 2006.