Núm. 50 – Especial sobre el grupo cultural Maíz Rebelde, publicación de diciembre, 2000, DESDE LOS SIGLOS DEL MAÍZ REBELDE, introducción por Horacio Caballero Silva

INTRODUCCIÓN

Por Horacio Caballero Silva

Estos son algunos de los poetas jóvenes que forman parte de esta corriente cultural y que me despiertan interés, los cuales están siendo llamados a filas por una vocación histórica: En realidad, más que capillas son verdaderas órdenes, como hubo órdenes de caballería y órdenes religiosas. Ahora hay órdenes del poeta de la calle. El poeta de la calle es el que recibe el cariño y el apoyo de la gente, algo mejor que el aplauso o el premio del concurso. Cuando se trata de cooperación para conseguir una impresión ¡Cómo hay aportaciones en la gente!

Eso es importante, porque el monopolio de las editoriales y de los premios oficiales empieza a declinar frente al apoyo solidario del pueblo, a pesar de la modestia de estas publicaciones que, en su sólo formato, son ya un poema de protesta.

Qué importante que hayan surgido estas identificaciones, el descubrimiento de estos intereses. No es raro que ocurran estos encuentros, que se den como veta los minerales parecidos. Yo creo que este mismo espíritu que los ha llamado, es el mismo espíritu que llamó a todos los activistas en el 68, es el mismo que nos está llamando a filas, el que está organizando el llamado a través del poema hacia la transformación de esta sociedad.

Esta sociedad también la van a transformar los poetas y los poetas también tienen que ser transformados por ella. De ahí que la responsabilidad de escribir tenga un valor y una exigencia moral que empiece a penetrar en el ánimo de estas palabras, de estas imágenes poéticas que cruzan como aves, como formas de elevación hasta zonas donde se habla de la totalidad, se habla de un hecho colectivo que reclama justicia.

Buena parte de su temática es de indignación, de estupor de reclamación de justicia; pero no en un tribunal o en un reportaje periodístico, sino en medio de un juicio universal, profundo, abarcando todos los espacios de la abstracción y queriendo llegar con mucha fortaleza y ánimo guerrero a sus semejantes, a quienes les inquietan también éstas cosas y, cuyo lugar de reunión también está en la calle.

Es muy claro que ha aparecido una cultura del 68, la historia del México contemporáneo se mide o se valora como “la de antes del 68″ y “la de después del 68”. Esto significa que el 68 ha sido un cambio definitivo, total.

Es irreversible el acontecimiento de las vocaciones del estudiantado y de la juventud. Pero no toda la juventud se ha enterado bien de estos acontecimientos a pesar de que se habla tanto de ello, de ahí la importancia y la responsabilidad de comunicarlo en aquellos a quienes impactó el mensaje y despertó dentro de sí una modificación, hasta el grado de desarrollar una cultura diferente, de convertir en comunicado de convicción profunda, en comunión social este saber y sentir que implica toda esa experiencia de confrontación entre una generación joven y un gobierno avejentado, caduco, y con una larga tradición de corrupción e intolerancia.

Frente a un estado de gángsteres y bandoleros contra los que se alzó el movimiento del 68, y que todavía subsiste de muchas formas a pesar de los esfuerzos del estado por renovarse moralmente, lo que motivó el 68 sigue exigiendo de una sociedad honesta la entrega que principalmente los jóvenes son capaces de dar, para enfrentarse a tanta arbitrariedad, a tanto crimen y a tanto sinvergüenza “honorable” con estatuas levantadas.

Esta joven poesía no descansa, no se inspira o no tiene la influencia paterna de los octavio paz, que maicean a sus pequeños discípulos. Para los corifeos y críticos tradicionales y oficiales, esta generación sufre de una escasez del lenguaje poético tradicional u oficial. Sin embargo no le falta el lenguaje en donde hierve, se caldea o muerde el habla popular, en donde la energía del discurso de combate invade la palabra. Esta generación no teme expresar la realidad y la pobreza y para ello se sirve del lenguaje.

Estas nuevas emociones nos conducen a nuevos caminos, a una ceremonia en la que se sumerge un pueblo para escarbar su historia en la conciencia. La actitud de este movimiento es legítima y no lo digo por un simple deslinde político; sino por una necesidad real del lenguaje literario. Realmente este es uno de los puntos principales que los reúne en una publicación que puede colectar sus composiciones.

Creo que se enfrentan a un medio literario donde los poetas son principalmente de corte tradicional, de grupos muy reducidos, como el mismo Alí Chumacero lo ha declarado: “mi poesía es para las minorías”. Lo mismo Octavio Paz, aunque su poesía es hermosísima, se volvió complaciente consigo misma y, en ese sentido, no alcanza a expresar la realidad profunda de una sociedad. Es un poeta que necesita realizar reportaje político para tratar esta temática; pero su poesía no es ya suficientemente fidedigna y flexible como para enarbolarla de una manera impactante y que deveras interesara a esta juventud que quiere hacer poesía. Esta es una juventud que busca la poesía con otras formas, buscando de una manera distinta, con otros moldes, buscando, quizás, de una manera ciega en lo ya perdido; pero sabiendo que se trae en la sangre algo que no tiene necesariamente que ser filtrado por una historia poética de élite.

Aquí hay el interés de hacer una poética que debe haberse logrado desde Guillermo Prieto con su “Musa Callejera”, y el Nigromante con sus poemas de mayor garra, donde despunta una poética que no supimos seguir en lo mejor de nuestra tradición. Se puede volver a Martí, Altamirano, Othón, Plaza y López Velarde, y sacar líneas muy importantes de un interés social muy genuino, de una inquietud por el mundo a la que una revolución buscó reinterpretar a través de sus muralistas.

Creo que esta poesía quiere ser una poesía muralista, quiere decir en las planas lo que se dice en los muros, explora en lo profundo las imágenes de una sociedad a la que que los poetas de élite y de minorías nunca prestaron su palabra para hacerlas verdad y para darles voz.

Esta joven generación se encuentra dentro de una exigencia histórica que los obliga a una trascendencia; se nota en Mario Ramírez el esfuerzo por decir cosas muy fuertes, muy grandes, muy “arrastra pueblos”, cuando dice, por ejemplo: “! Vengan a mí! / grité con profetas en los dedos…” Pareciera que necesita tener magnetismos digitativos al escribir sus versos.

Los poetas del Maíz Rebelde muestran una necesidad de hacer acopio de márgenes carismáticos a través de un magnetismo que los reúne, quizá con el código de su propio carisma, y buscan moverse en el seno de la sociedad a través de la cultura y un espíritu revolucionario. Pareciera que están llenos de un ánimo que no carece de jardinería mesiánica; pero también se manifiestan como becerros enojados, hambrientos o sedientos, que rompen las cercas y se enfrentan a la situación de la indiferencia egoísta y gigantesca con un desvalimiento enorme, como si los hubieran abandonado los propietarios de las realidades en las cuales se desarrollaron como seres vivos. Su obra es un movimiento como de salvaje brinco, que pasa por los prados de los artistas de lujo, como si no los conocieran, sin hacerles caso.

Reciben, a veces, influencia más del extranjero que del propio país, hay un rechazo selectivo y un sentimiento de nostalgia. En otra veta importante, expresan su nostalgia porque quieren recuperar las raíces. Por otro lado hay desarraigo porque el pasado inmediato no se quiere recibir, no se quiere aceptar, porque se han visto sus frutos y esta juventud no quiere asumirlos, no puede seguir esa línea, no puede repetir la historia de los voceros oficiales. Por eso para ellos la historia se replantea a partir del 68 y desde ese momento se aprecia de manera distinta toda la tradición cultural, en la cual los éstos poetas toman su lugar sin tantos premios ni aspavientos.

Cada autor tiene su propia singularidad, un estilo bastante logrado a fuerza de desear escribir y lograr expresarlo. Los tres están comprometidos, se están comunicando con una sociedad histórica. En unos casos con una comunidad joven, en la que Mario Ramírez es un activista y líder de constante presencia. En otro caso, el poeta se está comunicando son una sociedad de amigos o camaradas, como ocurre con Tlatelpas, él mismo lo dice: “mis amigos de parrandas”. Cuando habla de personalidades históricas habla como de “mi cuate”, “mi carnal”, hasta le hubiera gustado tomarse un trago con ellos, es más, se lo toma, como un gran brindis de conciencia social. Se manifiesta como el más coloquial, amiguero y muchachero en toda su temática. Benito Balam nos muestra unos poemas en los que se comunica con el drama de la historia, es relevante su necesidad por hablar con el espíritu inmortal en el humo que queda de nuestros antepasados.

La imagen muralista de la que toman aliento estos poetas proviene de los murales de Bonampak, los relieves de Monte Albán, o los restos históricos de Teotihuacan o Cacaxtla, la descripción de todos esos guerreros, de todos esos cortejos, de esas ceremonias, iniciaciones y misterios, proceden del muralismo más antiguo de México.

Benito Balam, por ejemplo, busca en las fuentes de la cultura maya sus raíces y de ahí pasa a convertir en mural todo aquello que los ojos de su voz han contemplado en la historia; mientras que Tlatelpas las busca en la cultura nahuatl del pueblo chinampero de Tláhuac y Mario Ramírez se desenvuelve en la cultura del barrio y entre el valiente tropel de amigos que defiende esos territorios.

Es a partir de esas pautas que ellos van labrando entendimientos, con la esperanza de llegar a entender un siglo entero de acontecimientos. El muralismo es también una manera de ordenar la armonía de los sentidos y crear el entendimiento en orden a una nueva historia.

Para toda poesía que se respete es, de alguna manera, esta descripción, este estar en la historia, lo que la hace universal y vigente. La poesía, cuando tiene demasiados elementos ahistóricos ya no es poesía, es invernadero; es el poema en donde la jardinería también logra hermosos resultados; pero la poesía original (original no por pura, sino por su brutalidad, por el caudal irresistible del que proviene) creo que se aprehende y se desprende de su momento histórico, así se escribió La llíada y el Canto de Job.La poesía pura, ahistórica, nunca ha tenido momento, es una poesía huérfana, quién sabe de cuántas musas ha sido abandonado el hijo que esa poesía reclama.

Lo que podríamos empezar a llamar “el muralismo poético” de ésta joven generación, de la que este libro nos muestra una parte y una primera selección, tiene algunos matices. No es exactamente como el movimiento muralista; pero indudablemente éste tiene resonancias en ellos. Esta sinergia y compromiso social que produce el movimiento del Maiz Rebelde no se ve en todos los grupos de poetas de su generación, y esto es algo que los distingue de un modo significativo.

La prueba más evidente es la compañía estética del muralista José Hernández Delgadillo, incansable luchador social, en el diálogo plástico-poético en el que convergen con emoción y acción. Al retomar estas reflexiones, podría agregar que Hernández Delgadillo pudo transmitir con simpatía la genialidad no sólo de su arte pictorico sino también la honestidad de su compromiso.

Naturalmente que éstos poetas han leído el esfuerzo poético de la última década y de los últimos 50 años. Esto es evidente: sería pueril renunciar, deshacerse o avergonzarse de una cultura. El asunto es que esa cultura no les permite a ellos llegar a sus objetivos, y en cambio, la cultura mural sí les da base y también la cultura prehispánica y el indigenismo actual con la cultura urbana de las comunidades proletarias e indígenas de nuestros días. Los poetas del Maíz Rebelde quieren hacer un nuevo consenso, quieren descubrir a la comunidad que el 68 parió, la sociedad mexicana a la que se enfrentan y encontrar nuevos caminos.

Hay una siembra rebelde, y éste es un “Maíz Rebelde” porque se exige crear el alimento, dar el atole y las tortillas verdaderas, que nutran al campamento de una campaña impredecible. Es una poesía que está reclutando y llamando a filas para un acontecimiento que se llama consenso, que se llama conciencia social, que se llama compromiso histórico.

Hay que tomar de su claridad lo que nos permita en la conciencia captarnos o identificarnos como comunidad histórica y deslindarnos de toda la bastardía y parasitismo con el que una cultura de élite ha ignorado con su poética a la sociedad que sufre. Y no será el gemido, el chillido o la protesta los elementos con que construya la nueva poesía; sino la convicción profunda de que se está en el ordenamiento histórico de un pueblo que se ha negado a arriar las banderas.

Esta selección no agota el consenso, es sólo un trío de los poetas que están trabajando en esta línea, pero vale como primer ejemplo para mostrar esta corriente y su empeñoso deseo de incluir la victoria en sus objetivos.

Hasta la victoria siempre.

Diciembre 1987-febrero 2008

Portada del libro “Desde los Siglos del Maíz Rebelde”, 1a Ed.

 

 

“Desde los siglos del maíz Rebelde”, 2a Ed., corregida y aumentada
Poesía social por Mario Ramirez Centeno, Benito Balam y José Tlatelpas, prólogo de Horacio Caballero, arte por José Hernández Delgadillo