NICOLAS

NICOLAS

Cuento por Gina Marina Gustafson

Nicolás se está muriendo. Mi mamá me lo dijo. Pido por él en la escuela en la hora de rezar. Digo, “Dios, ayuda al amigo de mi mamá Nicolás para que se mejore”, y entonces dicen todos los de mi clase, “escúchanos señor”. Mi mamá se va al hospital para ver a Nicolás y a veces voy con ella. Llegamos, y cuando salimos del elevador siempre busco la cartulina con el rinoceronte en la puerta, cerca del elevador, y siempre está allí. Caminamos por el pasillo y miro por los cuartos y trato de ver a la gente, tal vez se están muriendo también. Llegamos al cuarto de Nicolás y siempre está acostado en la cama con la máquina de ballet a su lado. La máquina de ballet tiene un tubo que entra a la mano de Nicolás con una aguja. Mi mamá dice que químicos para mejorar a Nicolás le entran por allí. Es la máquina de ballet porque tiene una cosa que da vueltas y vueltas y vueltas y me hace recordar mi profesora de ballet. Uno dos tres, dos dos tres, tres dos tres, cuatro dos tres, brazos en redondo, inclinadas las cabezas, uno dos tres, dos dos tres, tres dos tres, cuatro dos tres, muy bien niñas, relajen los hombros, uno dos tres, dos dos tres, tres dos tres, y vueltas y vueltas y vueltas.
De vez en cuando llegamos al cuarto de Nicolás y una mujer gorda está incada al lado de él y está rezando con él. Están rezando en español. Nicolás, mi mamá, y la señora gorda hablan español. Yo no. Pero a veces lo entiendo y a veces simulo que lo hago. Mi mamá dice que debería llamar a la señora Rosario, Rosario, pero no puedo decir Roseiar, Risar, su nombre, entonces sólo la llamo la señora gorda. A veces Nicolás interrumpe la máquina de ballet y me pide que le ayude a sacar un dulce de su gaveta. El me cuenta que lo ayuda a quitarse el sabor feo de la medicina en su boca. Abro la gaveta y hay un paquete de Lifesavers abierto con el estaño todo chafado a un lado y, hay un rollo completamente nuevo al otro lado. Le doy el rollo abierto y él se toma uno. Me pregunta que si yo quiero uno y le digo “no, gracias”, pero de vez en cuando le digo que sí para ser buena y lo guardo en mi mano hasta que nos vamos. Y entonces le digo a mi mamá que no lo quería. Hay veces que no quiero ir con mi mamá, pero entonces me acuerdo del nuevo rollo de Lifesavers.
A veces la señora gorda está cantando cuando llegamos. Ella le dijo a mi mamá que Nicolás le gusta oírla cantar. Reconozco las canciones. Suenan como las de la iglesia. Hasta puedo decir las palabras, pero no sé que quieren decir. Nicolás es la primera persona que conozco que murió. Bueno, mi abuelito murió, pero era cuando mi papá tenía trece años. Cuando mi mamá me contó que Nicolás murió empecé a llorar y le pregunté a mi mamá porqué Nicolás y abuelito y el conejillo de mi hermano tenían que morir. Ella me abrazó por un largo rato y me contestó, ” No sé.”
Fuimos al panteón y había mucha gente. Mi mamá y yo hicimos invitaciones en la computadora para que llegara toda la gente a nuestra casa después. Todo el mundo estaba llorando y tiré tierra y flores encima de la caja azul. Cuando todos nos subimos a la camioneta le dije a mi mamá que allí estaba la señora gorda al lado de la sepultura de Nicolás. Me dijo que saliera a preguntarla si quería un jalón. Corrí, saqué la invitación de mi bolsillo, la desdoblé y se la di. La sonrreí y miré atrás a mi mamá. Ella me abrazó y empecé a correr hacia la camioneta. Miré por atrás y la hice una señal con la mano, y allí empezó la señora gorda a cantar.

Escultura en amate por Noboru Yurugui, fotografía de Abbas Zeituni

Escultura en amate por Noboru Yurugui, fotografía de Abbas Zeituni