Sobre Elías Nandino

SOBRE ELIAS NANDINO

Ensayo por José Tlatelpas

 

Bueno, Elías Nandino es:

1.- Moreno como el acero de las montañas. Y su sonrisa es gentil, como los cabellos de las milpas, agitados por la inspiración del viento. Ese es el punto que limita los renglones de mi comentario.

2.- El viento. Porque la poesía de Nandino es viento. Bueno, es agua. También es arroyo inquieto y religioso peregrino surcando los cielos como una tempestad de calores veraniegos – o dígase nocturnario escalofrío. Nandino… decía, tiene que ver mucho con las corrientes de los vientos. Y del agua, decía… Recuerdo que en el 80 escribió un pequeño prologuito a un poemario que publiqué en idioma japonés, decía: “… deje que su poesía corra como los ríos, que al fin y al cabo, todos iremos al mar del olvido”. Y luego, en 1987, cuando yo estaba a punto de morir, me envió un poemario por correo: Conversaciones con el mar y otros poemas.

3.- De nuevo el mar. Pero el viento trajo la misiva como una flecha de cordialidad en las patas de una paloma airada. Y su gesto de amistad reconfortó mi espíritu que se disponía, acaso, a volar por los más incógnitos espacios.

Nandino, pues, tiene el don del viento. De estar donde no se piensa, pensar donde no se siente. Su poesía es traviesa, fina, humana. Es un grito casi acantilado sobre el terror de la muerte de los cuerpos y la muerte del orgasmo. Es la voz secreta de muchos, el dialogar con lo inevitable de la vida: su efímera presencia, su casquivana vanidad.

4.- Pero Nandino, travieso como los chaneques de la poesía, juega con los jades de la broma y la ironía, con el terror de la muerte y la pasión paradisíaca que, según se cree, no tiene cauces ni fronteras, pertenece al viento, por eso su poesía es brisa y terremoto, huracán, dijera, taifún y cercanía.

5.- Por ello Nandino no es ajeno, es parte de nuestra época, es un poeta necesario. Muchos no serían sin Nandino. Casi nunca he escuchado un “gracias”. Nandino es como el viento, generoso, es como la brisa, suave y a su manera comprometido con las 400 direcciones.

6.- Yo diría que su poesía es como las tardes de verano, su poesía actual, es una poesía que surge desde dentro, bueno, desde dentro de una atmósfera gaseosa. El Sol lo eleva, la noche inmoviliza sus miradas.

7.- La noche. Porque Nandino mira hacia arriba, es un poeta reflexivo y lo suficientemente humano para aterrizar con las palomas. Es un poeta que mira al cielo como con miedo, que se ríe, como diciendo, “bueno…” Es un poeta que ha cincelado las notas de la pasión, de la métrica y el ritmo, y de la poesía como holística diversión y sueño de sonrisas.

8.- Porque Cocula es casi un sueño. Y el Dr. Nandino una parte de Cocula. Yo diría que Nandino es historia. Historia como los niños que nacen con unos hermosos ojos de ciruela. Historia como las bellísimas muchachas de su estado. Historia como el viento que nos antecede y nos despide. Historia como aquello que es necesario para que existamos los lectores, los aprendices del cincel etéreo de palabras.

9.- De mi parte, la atestiguo. Agradezco, le. Su gentileza con los niños y los poetas balbuceantes no es menor que el talento humano en sus poemas de espíritu común. Porque yo, mexicano, no me reclamo ajeno. Porque su poesía nos toca a todos, los locos y los sanos, las dulces tapatías y los corceles alazanes. Es como un caleidoscopio de gallos y quereres. Es una poesía que ha generado poesía, es un poeta que ha ganado amigos, respeto, y que tiene una enamorada: la poesía, esa loca caprichosa que ha provocado tumultos, suicidios, páginas y libros disputándose las rutas de los vientos.

Total: Con el viento me voy. Hacia el transcurso de las noches y el transcurso de los días. En mis rutas coincido con el caballero don Elías Nanadino, gentilhombre de poesía, travieso mozalbete que alburea a las chamacas y hasta los chamacos, el transcurso de la generosidad y de las aguas. En el viento se define: Dr. Elías Nandino, Poeta de Jalisco, su más profundo poeta necesario.

Domingo 26 de mayo del 91. Axush co, Tlalpan.

José Tlatelpas escribiendo, tinta de José Hernández Delgadillo para el libro Desde los Siglos del Maíz Rebelde.