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Gallicinio
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Un filo de luz nace en tu centro
y se vierte en floraciones
en besos germinantes y perpetuos.
En la cordillera de tu piel
el alba trasnochada
pervierte su horizonte:
no hay oriente ni occidente
no existe norte ni sur
mi único punto cardinal está en tu vientre.
Un surtidor nace y sonríe
un azul profundo aguarda a fecundarse con tu limo.
Cada astro
—dicen—
ha escuchado pronunciar tu nombre
y los secretos seres de los bosques
miran al cielo de noche
y se orientan
con la savia silente de tus sílabas dispersas.
Yo me hago habitar de tus criaturas
de tus criaturas hechas de miel y de viento.
Cada caricia tuya
me siembra algunas miles
en mi cintura
o en mis muslos
o en mi cuello.
Yo las cultivo
a base de extrañas percusiones en mi pecho
las alimento en mis secretos pliegues
y sonríen complacidas
pues un suspiro errante
ha encontrado su hogar
en tu regazo.
Consonancia
Hoy desafío a los poetas
y afirmo que tarde rima con lluvia
entre ambas la misma lacrimal cadencia irregistrable en el pautado.
¡Oh, Apetecido!
Quién fuera la tarde ubicua
para gastarte ahora mismo los instantes.
¡Quién fuera lluvia
para llorar y pedir al pie de tu ventana!
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Penumbral
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No soy quien habla en mi palabra,
es la sombra de ese antiguo dios de polvo.
Sabina Sarmiento
En el ala más marginal de lo nocturno
al otro lado del rostro de la urbe
donde nada se nombra
donde la turbiedad turba
la esquina más amarillenta
donde nadie escupiría la soledad de su propia alma,
ahí fue puesto por designio mi demonio
y su salmo me visita
y su garra casual dibuja en el aire mi silueta
y execra para mí su carcajada
en la inmunda planicie
del tiempo inevitable:
el puerto aciago de días
el rostro nunca visto de la luna
su sino
menguante
penumbral.
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La primera de día
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Asisto al segundo día de la creación
con todo y mi costilla.
Bosteza la urbe
me sacudo el polvo
abordo el colectivo.
Un casquete polar
perdido en medio de Insurgentes
y de improviso todo se ha escarchado:
los portones
las perillas
las esquinas perniciosas
los balcones, su paisaje hipotecado
el reloj checador
donde el obrero pasa lista
los gatos eternos
el reporte vial.
Alguien nacaró la bóveda celeste:
el azul ha desaparecido por decreto
y el turno se inaugura selenita
y escarchado
por cierto
como leyfederaldeltrabajo
-sus ocho horas
vigentes en el Ártico-
como semana inglesa
como el out-sourcing…
…all right, sr.?
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Variaciones sobre un poema de Pablo de Rocca
I
Escucho el regimiento de esqueletos
del gran crepúsculo.
Osamentas
clavículas danzantes
falanges que señalan
el término del viento.
Ancianos piroclastos arroja la más ultima montaña:
el horizonte es incienso y se consume.
Encanece de aves y de nimbos.
II
Escarbo los últimos atardeceres:
soy menesterosa.
Bífida de andar entre mudeces y retruécanos
entre el silencio y la cláusula
entre el discurso y la cesura
ahí,
donde la palabra es claustral y apóstrofe
occidente y perniciosa
—yo su cortesana—
y donde el verbo
es un crucifijo
yacente
y empolvado.
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Osario en dos
I
En su negrura
mis huesos pudieron haber dicho de sí
la cosa inmunda
la avaricia del paso
el tuétano que contiene
lejanas tardes
en coágulos de tiempo,
rotundos y fuguíferos mis huesos
huesos de arena que escapa entre los dedos
huestes de cal
corvas de basalto
un rastro que se mira de reojo:
lo que quedó del estandarte
un par de tibias
un desmembrado maniquí
chocando sus partes
con huecas resonancias.
II
Debo volver a la oficina
apaciguar al osario enardecido
sellar tarjetas kárdex hasta el final del turno
empapelar la memoranda
de mi propia desmemoria
tejer y destejer la nómina y el relatorio
yo misma ingenua y artesana
yo propia y turbia
yo empleada por ocho horas calcinadas
en la Ítaca sin fin
de mi osamenta.
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Acoso
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Hay una ventana infranqueable
en un pueblo hecho de años y de polvo.
Te puedo decir la calle exacta
el número preciso.
Una tapia cuajada en la altitud del cielo:
finestra sin cristal
sin celosía
en la transparencia de su aire
conteniendo su violento encierro.
Hay un patio trasero
que jamás vi o conocí
ni sus pastos silvestres
sus restos de cascajo.
La tarde niña
se entretiene con cachorros,
pequeñas pioneras
juegan con azulejos de mar
regados en la tierra.
Hay un joven con un universo en la mirada.
Es otra ventana, pero turbia.
Atisba y verás árboles tristes de raíces enfermas,
deseo muerto
furia contenida.
Una perpetua milpa incipiente,
un huerto sin cosecha.
Atisba: solo llanto.
Observa: en una mano el señuelo
y en la otra, la trampa:
una casa.
Te puedo decir la calle exacta
el número preciso.
Azulejos de mar, niña, cascajo,
todo en esa tarde a medio hacerse:
el joven
la milpa
la casa
la trampa:
“dame un beso”.
Obra negra en todos los sentidos.
Solo la puerta fue puerta
y la ventana, ventana.