José de Molina
Por Mario Ramirez Centeno
No recuerdo si conocí primero sus canciones o a él mismo. Pero sí recuerdo su cuerpo macizo y su habla de norteño, su actitud, bien estudiada, de superestrella de la protesta. Cuando cantaba siempre había coros entre el público que lo acompañaban con sus canciones. No las tocaban en la radio ni en la tele, pero la gente las conocía porque compraba sus discos de acetato que luego se volvieron clásicos de la protesta social y eran cantados por todos lados. “A parir madres latinas”, se oye en un transcurso del documental “El grito”, nadie dice de quién es y el que la canta lo olvida mencionar, pero es de José de Molina, presente en los eventos del 68 mexicano. Molina siempre fue un tipazo, sonreía entre canción y canción, decía chistes contra el Estado o el presidente en turno y luego lanzaba diatribas contra el sistema. La gente le respondía siempre con entusiasmo. Participé en muchas actividades político-culturales con campesinos, colonos, obreros, damnificados, siempre en momentos de conflicto social, donde los campesinos se encontraban en una toma de tierras, durante las huelgas obreras o estudiantiles, durante un cerco militar junto a José Hernández Delgadillo en la sierra de Hidalgo, con los maestros en lucha detrás de barricadas y en muchas ocasiones ahí se encontraba José de Molina. A dónde no iban los artistas exquisitos y muchos de los que hoy lucran desde la izquierda con la cultura, ahí estaba José de Molina. No solamente en el 68, sino durante los 70´s, 80´s y 90´s José de Molina dió una batalla desde su canto contra el sistema priísta y luego contra los tiranos de la derecha o disfrazados de izquierda. Él los llamaba los camaleones, que cambian de color como si nada.
Recuerdo que a principios de los 80´s acababa de regresar de París, con su última esposa y ella lo acompañaba a muchos de sus eventos, en donde se llevaban a cabo actividades político-culturales. José de Molina siempre fue un internacionalista y solidario con muchas causas. Al igual que a las grandes estrellas de la contracultura como Jim Morrison, el sistema siempre lo quiso cooptar y jamás lo lograron pues cuando en una ocasión lo presentaron en una televisora con la condición de que no cantara sus canciones de protesta, él los engaño y logró tocar una gran parte de una canción contra el gobierno antes de que lo cortaran. Exactamente como le sucedió a Morrison cuando le pidieron que no mencionara la palabra “High”, que era considerada una palabra prohibida y el Rey Lagarto cuando estuvo frente a cámaras cantó todo lo prohibido. Así pasó con José de Molina que no iba a traicionar toda una trayectoria por un eventito televisivo. Ahora que lo veo en video en Internet y el video que grabó en un evento, me hace recordar la época en que todos los domingos lo encontraba en el Foro Abierto de la Casa del Lago cantando a un lado de sus camaradas del CLETA o de los Nakos o de nosotros, Maíz Rebelde. Junto con Judith Reyes y otros cantantes más hicieron escuela de la canción popular y de protesta sin abandonar jamás su compromiso con los pobres, con el pueblo de México, con los damnificados del 85, con los maestros, estudiantes, con los obreros y campesinos y con todo aquel que luchara contra la opresión. Todavía escucho sus canciones llenas de energía y tradición libertaria que aún transmiten los deseos de conquistar un mundo mejor para todos. “No hacemos otra cosa más que trabajar y las ganancias no las vemos jamás”, dice su canción de obreros y patrones que aún nos recuerda que la lucha de clases continúa y que el sistema se encuentra en una profunda recesión provocada por la ambición especulativa de los norteamericanos. Su canto sigue vigente como todavía se encuentra vigente su actitud segura, confiada, de que los cambios sociales llegarán tarde o temprano.