LA MURIENTE

La Muriente

Por Denisse Buendía

Día Uno

Es tan extraño que al corazón le duela corazón, ¿pero, cuando nada queda, te queda espacio para dormir tranquila, sin pesadillas?

A qué duelen las noches solas, sin amantes, cuando la casa se reduce a mí, y yo me reduzco a la cama, adherida a mi miedo de dormir sin brazos que me defiendan de mí misma, a qué horizonte-mirada recurres para no escurrirte por la coladera, para hablar de cosas, de castillos, o de quesos, a qué, si me niego a despegar mis ojos del abismo. Entonces me descoso la sábana del vientre y vomito ruido, cada vez más alto, más incoherente, cambio de lugar el abismo, lo escondo en la palma de la mano, fumo en círculos y en rectángulos, me disfrazo, un vestido roto, un recuerdo, un susurro, un beso extraviado, me recojo el cabello y el alma y salgo a caminar de espaldas con las zapatillas y las ganas de llorar dentro del bolso.

Danzantes en el Teatro Morelos, foto de Ramona Miranda