NIÑOS DE LA CALLE

Niños de la calle

Uriel Benito Sanchez Galo

Son tantos luceros tiernos llenos de miedo
Que el pequeño mortal dará un aliento
Quizás de soplos de vida o simples lamentos
Al no tener vida
Al viajar por las vías de las calles vacías
De gratuitos regalos de vida
Pero no la del cristo que abraza desde aposentos de oración
Sino la que dio el pequeño tritón al no tener crédito en casa y salir de tal situación
Sin baños de tintas para plasmar la risa de tantos por que son bólidos que se convierten en espanto
Sólo la sangre de muerte buscando en la pista al tener de frente el retrato
Del día gritando jodiendo en el tumultuoso hormiguero vendiendo periódicos jugando maldiciendo
Al querer tantas cosas y quedar con la bocota haciendo un pinol de un aguacero
Sedientos de abrazos sedientos del amor de un helado o de un sueño en lo profundo del Infierno
Abrazando al hermano que carga sin ansias los años
Como por encargo del señor del orgasmo que lo puso en la estación de la vída
Cuando al errar por el mundo quedó con las bolsas vacías
Si te veo con rótulos en todo el cuerpo
Pidiendo ayuda al primero que pasa
Y me tiembla el alma de ver la locura
Del vivir cotidiano en las penumbras malditas de las solitarias
Almas benditas
De repente el reproche infame da acentos violentos
Y vuelan al suelo los alegres recuerdos de ver al mundo de luceros bellos sólo desde lejos a la par del cielo
Y te quedas mudo
Viendo solamente el cieno
A la par la nostalgia del eco queda sin habla sueña con el mundo dormido
Con garras
Y se partió el alma en trazos vacíos de penachos de glorias
dando la historia que no se perderá en la memoria
Del grupito en el centro del mercadito
Y suplico a mortales a dioses finito
Clemencia sobre la futura tumba del pequeño gitano
Que va por el mundo perdido y sin guía
Buscando tu mano o quizás la mía en el fondo de la filantropía
Si me desespero y sólo puedo callar mis lamentos
Con tres moneditas por la triste sonrisa
En las calles desiertas de almas bendita
¡En la parada de buses las piedrecitas!

Se fueron los días

Se fueron los días
Se fueron los días
Se fueron los días
Debajo del cojo haz de luces brillantes
Se fueron los días ceñidos de lujuria, de picardía
Yo sentado en las gradas del infortunio pensando
Quizás en la muerte
Vos volando con tu cuerpo gitano
En góndolas que el aura forma en los regazos del mundo
Los dos yacíamos tendidos en la misma tierra
Con olores a mango jícaro pinol sobre la hierba de cemento
A lo lejos sin mirarnos a los ojos
Se fueron los días
Se fueron los días
Se fueron los días
Al igual que la juventud con su sombrero
En el escapulario del amor fortuito que no siente el ciego
Por estar en el cielo
Sólo absorbiendo el olor que viene de lejos
Queriendo ser el mago que inmortaliza sin memoria
La materia en el presente
Y se fueron los días al igual que mis sentimientos en los vientos alisios que pegan en las montañas de mi masa
Vos quizás viendo el arco de sonidos bellos
Que suelda Isolda en el umbral del cielo
Y se fueron los días
Y se fueron los días
Y se fueron los días
debajo del cojo haz de luces brillantes buscando
El olvido!

Tomado del libro de poesía “¡No a la guerra, sí a la vida!” por Uriel Benito Sánchez Galo, 1967, Sutiaba, León Nicaragua C.A. Dedicado al General de Hombres Libres, Augusto César Sandino. En conmemoración al 70 aniversario de su asesinato. Y a todos aquellos héroes y mártires que ofrendaron sus vida por la construcción de un mundo mejor.

Danzantes en el Teatro Morelos, foto de Ramona Miranda