José Luis Colín, crítico de arte y poeta II
Entrevista por José Tlatelpas
JT: ¿Y no crees que los divos consentidos de las instituciones también pueden tener cualidades?
JLC: También, claro, señalé durante estos años las cualidades de los que critiqué: muchos artículos sobre sus bondades, de Rufino Tamayo, en literatura Octavio Paz, que me caía en la punta de lo que ya sabes… pero no dejo de reconocer que es un gran escritor. Y para saborear sus obras a veces tengo que olvidar quién fue Paz, por darte un ejemplo. También de Sebastián he escrito, de Leonardo Nierman algún día dije que hacía una magnífica decoración de arte para ricos y los ricos también tienen derecho al arte y a decorar sus casas. Hay que ser justos en nuestros juicios.
JT: Y pues ¿cómo te sientes con tu conciencia como periodista cultural?
JLC: Una anécdota de por qué me siento bien con mi crítica. Sucede que cuando se inaugura el Museo de Arte Moderno de Morelia, hubo un chorro de chanchullos, con el Museo de Arte de Michoacán, era un gran negocio para todos. Hubo chanchuyo para promotores, organizadores, pintores, a José Luis Cuevas le ofrecieron un terreno para que asistiera. También hubo dinero por debajo de la mesa para los periodistas, a mí me enojó. Había como cien periódicos, entre los organizadores estaban Miguel Hernández Urbán y René Alis. Estábamos cien periodistas pero sólo un grupo pequeño de los escogidos, la segunda noche me llamaron en secreto, éramos sólo seis y en conciliábulo se nos propuso: `silencio, muchachos, no va a ver lana para nadie, sólo para nosotros`. De las 100 gratificaciones para todos, de los 100 sobres, nos los íbamos a repartir entre los ocho. Era un chingo de lana que nunca había visto ni volví a ver. `Corran el rumor no va a haber, chayo`, nos dijeron.
Me enojé mucho. Al día siguiente en la despedida en el Palacio del Convento de Pátzcuaro, los críticos estaban ahí para la rifa de terrenos, al día siguiente comienzan a hablar, yo estaba pedísimo, pide lo que quieras, Old Parr, el mejor brandy, etc.
Estaba el movimiento del grupo SUMA… estaba yo sentado junto a Carlos Nakatani. Me paré, hablé y los denuncié a todos y me querían linchar. Nakatani me dijo `manito cállate, siéntate` y me sacaron las chavas, las edecanes, como en carretilla y entra Nakatani corriendo, se patinaba en el piso, encerado. Y yo que brinco de la silla y las viejas tirándome zarpazos como leonas y traté de controlarme, pero a partir de ahí me aislaron.
JT: ¿Qué edad tienes y qué época te parece que ha sido interesante en tu experiencia?
JLC: Pues en este año del 2000 tengo ya 55 años de edad y 30 de crítico de arte y periodista. Los 70 me parecen interesantes, los movimientos culturales callejeros como Arte Acá, SUMA. Surgieron como 20 grupos artísticos, arte callejero, contestatario, tendencias vanguardistas, que se perdieron. El problema es que, no sé por qué, pero todo lo que es nuestro mundo político termina dirigiendo y usando nuestro mundo cultural.
A partir de los 90 se hablaba sobre el conformismo en que la juventud se ha sumido a nivel mundial, después de la década de los 80 la juventud se vuelve más conformista.
Salvo algunos artistas fieles a su convicción y autenticidad, la mayoría se incrustó en el sistema, que es la búsqueda del enriquecimiento través del arte y muchos aplausos. Eso es a lo que tienden ahorita, a colocarse. Fíjate en la iniquidad social y de la cultura. Gracias al movimiento de Chiapas ha habido un rescate de lo valioso o legítimo que se estaba perdiendo dentro del terreno crítico cultural. Pero hay una incongruencia seria por el montón de conservadores y oportunistas a quienes los zapatistas les abrieron puertas. ¿O se les colaron…?
Por desgracia en México ha sucedido todo lo contrario de lo que históricamente debe ser la cultura, que es el estrato social que refleja y registra el ser y acontecer en su contexto social.
Por eso me adelanto, nunca he desplegado públicamente a favor de nadie, ni me presumo en primera plana abrazando mujeres indígenas porque es donde veo la falacia oportunista, lo más hipócrita dentro de nuestro medio cultural. Que yo recuerde antes del 94 los indígenas no existían para el medio cultural (con las excepciones que confirman la regla), ni hablaban los medios de su drama y la tragedia. Y nosotros sí hemos vivido con ellos, nos hemos emborrachado con ellos. ¿Dónde estaban y que hacían los oportunistas antes del 94? Y ahora son los rescatadores, los que aparecen como que están al frente.
JT: Sí, en toda época de cambio aparecen los oportunistas que cambian de bandera: ayer echaron incienso a Salinas, hoy a los zapatistas, mañana a Fox y pasado mañana al sucesor, sin ninguna congruencia política ni lealtad más que con la conveniencia y el interés. ¿Y tú, cómo te sientes con el trabajo realizado?
JLC: Me siento contento de lo que he hecho. Yo no pensaba ser crítico, a veces me vale madre, estoy cansado. Si estás en infantería cultural tiras y tiras y no le das a un general. Y si es guerra y no echas tiros y no te importa, no eres pueblo, eres elite. Y los que están arriba dicen `dejen que griten para que parezca que hay democracia`.
Estoy satisfecho de lo que he hecho y también estoy frustrado. Del arte mexicano diré lo que dijo Revueltas de los obreros al final de su vida, dos o tres años antes de morir, sencillamente dijo: yo ya me cansé de pelear por esta bola de hijos de p.. los obreros, renuncio… aludiendo que no se movían y que el último en pelear eres tú y te quedas solo.
Igual con el arte mexicano, estoy cansado de hijos de p… Renuncio. El medio está lleno de culeros, si me preguntas dónde hay un crítico decente, un pintor decente, un periodista decente, en el sentido íntegro… los hay, si tú quieres penar buscándolos, sí los hay, pero los tienes que pensar. Y no sólo en el arte sino en la cultura mexicana: ve a los poetitas, todos en cargos con el gobierno, lambiscones: ¿dónde te pegas que sea decente y no te degrade?
JT: ¿Y cuáles han sido tus experiencias con las galerías?
JLC: Sobre los galeristas… muchos son especuladores, van sobre el billete y tienen colas que les pisen. Los mejores galeristas estaban en los 40: Inés Amor, Juan Martín, Antonio Sousa, Enrique Misrachi, todos muertos menos Enrique, Merle Cooper. Hubo una época que hasta las galeristas creían en el arte y en el rollo, como lo promovían. Había espíritu de ética que se fue perdiendo cuando se desarrolló el mercado.
Muchos están metidos en manipular influencias o inflar pintores, como en el caso de Rafael Coronel, no existe en ningún lugar, salvo en México. Esa es una de las corrupciones que me disgustan: entrar en la onda de valoraciones falsas y palabrería vana, ver maravillas que sólo existen en el papel pero no en la obra y quitar los espacios que le corresponden a otros.
Yo no tenía proyecto porque no hay plataforma, ¿de qué sirve tener una plataforma aparente si no puedo hacer crítica sólo publicar y repartir elogios? Por eso voy a renunciar a algunas plataformas. Lo más decepcionante es tener una tribuna que no me sirva de nada como foro crítico.
Mi objetivo es valorar y poner en su lugar a quien lo merece. Y entonces vuelvo a tener proyectos si dispongo de libertad con expresión abierta.
JT: Platícanos algo sobre tus últimos libros y tus proyectos…
JLC: Entre mis últimos libros tenemos Garabatos y Grafismos de Eros, con poemas míos y trece serigrafías originales, de varios autores: Santos Balmori, Edxter González, Vlady, Helen Bickham, Guillermo Ceniceros, Ortiz Badillo, Gilberto Aceves Navarro, Roberto Ortega, Nahum B. Zenil, Gonzalo Ceja, Arnulfo Mendoza, Juan Calderón, Aníbal Angulo, con presentación por Antonio Rodríguez y portada de Roberto Valle, editado en México, en 1991.
Mi último proyecto es mi editorial, dos o tres libros de poesía y un libro de cuentos, tres novelas que son una trilogía, sobre los últimos 40 años de la vida en México. Además, voy a publicar una recopilación de mis críticas en las ediciones electrónicas de Neoclassic Press, y la estoy preparando.
JT: Gracias José Luis por tus interesantes puntos de vista. Ya sabes que siempre tienes una plataforma en nuestra revista y pues, esperamos tener pronto el gusto de leer tus libros.