La obra fotográfica de Caro Irigoyen
Editorial por José Tlatelpas
Caro Irigoyen es una romántica de la fotografía, sus imágenes hablan de la evocación, de la esperanza, de la detallada descripción de los matices. Su obra es rica en texturas, tonos y contrastes, pero, a la vez, goza de una inherente suavidad evocadora y poética.
Sus imágenes no son imágenes de denuncia ni son en su mayoría reportajes visuales. En realidad, tampoco son instantáneas. Como Cartier-Bresson Caro fotografía interiores humanos y significados, más que imágenes. A través de su obra expresa sentimientos y estados de ánimo, expectativas, fé y desolación en ocasiones.
No es la temporalidad la que queda atrapada en su lente, ni es el fuego impresionista. Es acaso el trayecto desolado del alma, pendiente de un transcurso, como la intangible ruta de un fantasma del recuerdo.
En la fotografía tenemos la oportunidad de ver obras distintas y de mucha riqueza humana. En la obra del fotógrafo se transparenta su visión política, social, humana, personal, científica, profesional. En Cartier-Bresson tenemos la fotografía del espíritu, del alma, de lo `que está detrás de la imagen`, en Francisco Segura tenemos la belleza, la poesía del pueblo, en Melitón Tapia tenemos la belleza de las formas y en Jorge Vargas la composición, el momento, el arte del entorno y el significado cultural, en Héctor García la realidad desnuda.
En el caso concreto de Caro Irigoyen podemos observar una experimentación que regresa en círculo a las motivaciones del alma. Podemos observar las rutas que ha seguido como artista visual, como ser cultural de origen latinoamericano y educación canadiense y hemos visto su obra volver una y otra vez sobre el palpitar interno de su reflexiva emoción en vuelo.
A nuestro juicio, sus impresiones nos dejan ver las texturas de la vida, vistas desde dentro, con infinita curiosidad y la respiración en un hilo. El color, la forma, la textura y la sombra de las cosas. La luz del alma, de la esperanza y lo inesperado de la suerte. En su obra el detalle, a veces bello, como un anuncio visto en el transporte urbano, nunca más importante que los sentimientos revelados por la luz del lente y el mensaje sincero tras de los objetos.
Podríamos decir que estamos frente a una buena obra fotográfica, de calidad. Frente a un paisaje del espíritu, frente a una fotografía del corazón.