Poemas de Eva Peña F.
Poesía por Eva Peña Fernández
I Horizontes Mexicanos
Te revivo de noche, llegas de nuevo,
latiendo en mí, tierra mexicana
se incendian tus estrellas en mis pupilas
errantes, en mi boca jadeante
sedienta de tu mar bravío,
de tu lava ardiente, de tu tierra roja,
de tus piedras de memoria silenciada…
Te revivo de noche, me revivo
a mí misma, una vagabunda más
cubierta por tu luna plateada, mi madre,
testigo de besos perdidos
en mi carne danzante, de mi alma
ingenua aprehendiendo
realidades en mi México eterno.
II Perdida en la Gran Ciudad
Me dio igual perderme en tus lugares,
en mil rincones inundados de vidas
de Chapultepec a la Alameda.
Me aventuré a descubrir la nostalgia
y su dulce aroma evocador
entre San Ángel y Coyoacán.
Me comprometí en la marginalidad
hasta embriagarme con muchachos
callejeros de Tacuba a Garibaldi.
Me extravié de madrugada y me
descubrí amaneciendo con
un alma cómplice en algún lugar
colorido de este México sin fin.
III Noctámbula Ciudad de México
Me crucé con fabricantes de sueños en cada esquina,
con niños adultos y dioses ocultos tras las farolas,
con seres infames y almas insomnes en tantos antros,
con vidas sin vida, con hombres sin nombre bajo los arcos…
y en mi miedo infantil de noche, dos ojos,
lejos de esta tierra, en las nubes, me miran,
me rescatan de la multitud y los dos aterrizamos
en medio de esta ciudad en ruinas…
IV El Dios de la Tormenta nos Acompaña
No me importa que este cielo gris se desahogue sobre mí,
que esta humedad y el aire irrespirable me enfermen,
lo sé, es esta Ciudad sin clemencia, y tú a mi lado,
tú y el rostro inquietante donde se mira mi felicidad,
en esta atmósfera que nos aniquila y se lleva consigo
montones de momentos en que tú y yo morimos de deseo.
No me importa que ellos nos odien, que un grito enemigo
quiera ahogar nuestro gemido de placer,
es esta Ciudad sin clemencia, que ve brotar el llanto
de vida de otro recién llegado al mundo, y como
esta semilla que brotó entre los dos ese llanto se la lleva,
y desvanece el cuento de nuestro momento de gloria:
por mil callejones pasa la reina, soy yo,
y tú cierras la puerta invisible a mi paso,
un mundo fuera, y dentro el círculo
minúsculo e inmóvil de nuestro amor.
Hay mucho espacio, mucho tiempo por destruir,
hasta que yo construya el horizonte de nuestro paisaje,
fuera de esta Ciudad sin clemencia, con esta urbe a lo lejos,
cuando el círculo llegue a lo infinito,
cuando dentro de él podamos respirar tú y yo
y nuestro deseo mudo de vivir.
V Sensaciones Mexicanas
Quisiera vivir mil amaneceres
en aguas oaxaqueñas,
en llanos tapatíos,
en selvas chiapanecas.
Navegar en domingos de globos y colores
entre sonrisas pequeñitas y pícaras
empapadas de dulces aromas.
Despertar en mañanas cálidas y azules
entre bullicios y promesas
de los sabores intensos de esta tierra.
Enamorarse en atardeceres dorados y tibios
de brisa marina y sosiego,
de tiernos abrazos en remotos atrios.
Sumergirse en noches de lunas intensas
de miradas oscuras y libertinas
y pasiones de augurios eternos.
Trasnochar en madrugadas de musas y bohemia
con regusto a tequila y desafino
en mi ronca voz a son de mariachi.
Quisiera perderme por siempre
en aguas oaxaqueñas,
en llanos tapatíos,
en selvas chiapanecas.
VI dedicado a V
Tengo un amor condenado al recuerdo,
perdido en el mundo sin hallarse,
obsesionado y maniatado.
Huye y me busca, viene y se va,
construye mis fantasías
y me hace creer en su magia vacía.
Tengo un amor condenado a perderse,
que me puso en el centro del mundo,
y me apagó la luz en un lugar desconocido.
Que me encerró a oscuras en las tinieblas
del abandono, que me vendió su
paraíso y lo destruyó.
Tengo un amor condenado a la vida,
que se apropió de mi vida, que se robó mi cuerpo
y se bebió la dulzura de mi sangre,
que se hizo dios para hacerme su venus,
que me llenó el corazón de rojo pecado
y luego me lo arrancó.
Tengo un amor condenado al olvido,
que me obligó a desafinar a su ritmo,
que me remitió a un sentimiento sin salida,
que me buscó para perderme,
que me contagió de su cruel locura
y en ella me aprisionó.
Tengo un amor condenado a los sueños,
que me brindó un bálsamo de miel,
que en mi piel gravó su piel y su carne,
que condenó mi deseo al destierro
de un continente lejano, y entre las paredes
del suyo mi corazón preso ha quedado.