En La Recepción Del Premio Martín Ennals para el arzobispo mexicano Samuel RUIZ

En La Recepción Del Premio Martín Ennals

Artículo por Samuel Ruiz García
INTRODUCCION

13 de noviembre de 1997

Quiero en primer lugar, agradecer mucho a todas y todos ustedes por este momento y por el trabajo y esfuerzo generoso de ustedes que lo han hecho posible.

Me pregunto ¿cómo agradecer un premio como éste? ¿Cómo sentirse uno halagado, cuando se recibe porque se reconoce el sufrimiento de muchos y la violación de sus derechos humanos?

Es decir, los premios en derechos humanos están reconociendo en el fondo las violaciones y la falta de respeto a los mismos. Desgraciadamente, recibir este premio significa que no ha llegado aún el momento en el que la dignidad humana en México y particularmente en Chiapas se respete cabalmente.

Los premios de esta naturaleza ayudan a aproximarse a la situación de muerte, de tristeza, de guerra y de violencia por una vía positiva. Es decir, develan, y con ingenio llaman la atención sobre la realidad de dolor que tiene sus orígenes en la injusticia.

Al recibir este presente lo hago en el nombre de aquellos a quienes corresponde y no lo pueden hacer, porque han sido silenciados, porque están en la cárcel o huyen de la muerte.

Pero no son solamente ellos los que sufren la violencia y las violaciones a los derechos humanos. En Nuestra América y en nuestro país, son muchos los excluidos que no tienen acceso a una cena caliente o lo mínimo para vivir con dignidad.

En medio de este sufrimiento y de tanta violencia, se impone la necesidad de una buena noticia. Y ésta viene de los pobres.

LA BUENA NOTICIA DE LOS POBRES

En efecto, la esperanza de futuro viene del pobre, del indígena y del campesino. Son ellos los que dan profundidad al tiempo y cambian el sistema económico que explota, el sistema político que excluye y el sistema social que denigra.

Los pobres evidencian los egoísmos y conflictos de la historia humana; pero son también la enorme fuerza que empuja la palanca de los grandes cambios de nuestra existencia.

Ellos, son la mediación histórica de nuestra salvación.

Ellos son el punto de referencia para las verdaderas relaciones humanas y su bienestar y su dignidad son la base para configurar un sistema económico que tenga legitimidad. Por ellos podemos describir el curso de la historia y sin ellos no entendemos el sentido de nuestra existencia.

El premio que hoy se me otorga, permite que se reitere la denuncia del sufrimiento en el que estaán sumidos los pobres, los indios, los campesinos mestizos en las zonas rurales de nuestro país y de Chiapas mismo. Y al mismo tiempo este premio nos da la posibilidad de trasmitirles a ustedes el mensaje de las carencias

injustas que los pobres tienen y diariamente viven.

Viene ahora a mi memoria el recuerdo de Pascuala, una joven indígena, que acudía de vez en cuando a mi casa a vender pan para subsistir. Pascuala, joven de corta estatura, caminaba con la cabeza agachada, viendo al piso la mayor parte del tiempo. La saludé preguntándole a la vez a dónde iba. Ella me respondió, casi con un murmullo, diciéndome que iba a la escuela para aprender a leer y a escribir. Yo la felicité y le di ánimos para que así lo hiciera. Al día siguiente la volví a encontrar cuando regresaba de su primera lección. ¿Cómo te ha ido con tu clase, Pascuala?, le pregunté. Ella se acercó hacia mí con la

cabeza erguida, mirándome directamente a los ojos, mientras me mostraba su cuaderno y me decía: “mira lo que hice; ya estoy empezando a leer y escribir”, y me señalaba los garabatos que había escrito. Una enorme transformación se había operado en ella. Ya no se sentía inferior a los demás y una amplia sonrisa
iluminó su rostro.

Esta situación nueva en la vida de Pascuala, que para algunos es una cuestión “normal”, que se da por sí misma, le transformó su vida porque se reconoció como persona.

Pascuala es ahora alguien que camina erguida, viendo hacia el frente y no hacia- el piso. Ahí entendí un poco mejor a las muchas Pascualas (Marías les dicen aquí) que nos rodean.

DERECHO A SER DISTINTOS POR SER IGUALES

Es una paradoja que mientras el sistema económico y político considera al pobre como el que no sirve, como aquél de quien se puede prescindir, la historia nos demuestra que sin el pobre no hay cambios en la propia historia. El pobre es el factor de cambio.

Nos deja perplejos pensar que el sistema que crea los pobres, que los explota y los hace como son, sea el mismo que los expulse y les niegue su existencia: ignorándolos, eliminándolos o excluyéndolos.

Los pobres se convierten en un estorbo para el sistema y a los pueblos indios se les ignora en tanto no sean parte de su cadena de producción. Ni remotamente comprende este sistema y la ideología que lo acompaña el tener el derecho a ser distintos por ser iguales.

Por ello, los garantes del “orden”, servidores públicos, en realidad son convertidos en los garantes de la uniformidad: de lo no-alternativo, de lo no-otro.

El derecho a ser distintos por ser iguales, expresado de muchas maneras en los últimos tiempos, batalla por ser reconocido como parte de los derechos de los pobres. Hoy se expresa eso de muchas maneras y con mayor claridad en los pueblos indios.

Mi antecesor, Bartolomé de Las Casas, batalló con vehemencia contra quienes argumentaban que los indios no podían tener gobierno, que eran incapaces de gobernar, negándoles su libertad, su historia y su pasado reciente. Por ello era a toda costa indispensable la presencia colonial y “su orden”, la presencia colonial y “sus leyes”. Porque “los indios no sabían qué pedir”, “no distinguen lo bueno de lo malo” afirmaban en las cortes. La bondad, para el colonizador se convirtió en la encomienda, en el sistema de explotación más burdo en el nombre de su propia protección.

Reconocer diferente al otro, al indio y reconocer sus derechos, es una tarea aún por empezar. Lo vemos ahora, en medio de la guerra que se desarrolla en el país y se expresa en Chiapas bajo el modo de Guerra de Baja Intensidad.

El no reconocer la palabra del pueblo indio, el no respetarles sus derechos, el no aceptar que existen de manera diferente, y que así quieren ellos seguir siendo, se convierte en estrategia para ganar la guerra.

Nos horroriza pensar que el Poder no reconoce a los pueblos indios como pueblos y como personas, porque el Poder se vive con la dimensión del vencedor.

Pero esa es su lógica: excluyente; que no suma en la victoria al vencedor y al vencido, que impele a toda costa la destrucción del perdedor, que le niega la palabra, el diálogo y su existencia. Es decir, que busca la humillación y la muerte, en lugar de sumar el descubrimiento de la diferencia para enriquecerse mutuamente.

Por ello insisto que el indio y el pobre son hoy la oportunidad histórica, particularmente para este país. Oportunidad histórica para cambiar, para crecer y encontrarnos todos. Oportunidad histórica para sumar y dialogar. Para rectificar el camino del desencuentro y de la pauperización.

Como dicen los acuerdos de San Andrés:

“El trato de los pueblos y culturas que forman la sociedad mexicana ha de basarse en el respeto a sus diferencias, bajo el supuesto de su igualdad fundamental. Como consecuencia, ha de ser política del Estado normar su propia acción y fomentar en la sociedad una orientación pluralista, que combata activamente toda forma de discriminación y corrija las desigualdades económicas y sociales”.

EL HURACAN DRAGON y EL DERECHO DE LOS MARGINADOS

Sería necedad negar que la opción económica por la que transitamos no ha dado resultados benéficos para la casi totalidad de la población del país. Quienes han hecho la elección ciertamente no se encuentran en esta mayoría y reconocen con claridad que la economía es sumamente frágil, pero que es necesario para incorporarnos al sistema mundial de producción y mercado.

Los expertos nos hablan de los capitales golondrinas, esos dineros que emigran ante la inseguridad y la imposibilidad de reproducirse abundantemente. Ellos nos advierten que por lo pronto el sufrimiento de los pobres no será extinguido, que habrá que resistir más, que hay que esperar.

Se les pide a los pobres que acaten a pie juntillas las leyes establecidas mientras que los grandes capitales no acatan el no acatan el mínimo del sentido ético. La frivolidad con la que transitan las reservas naturales del país, migrando a los países poderosos, ofende profundamente a más de la mitad de la población de México que vive en extrema miseria.

Pero nuevamente desde los pobres vemos que ese abuso lleva a la locura y el desquiciamiento de las relaciones entre los pueblos y entre las personas, Nos enseñan que el excesivo consumo deshumaniza y que la destrucción masiva de bosques y selvas acaba con la vida.

Así los pobres no sólo nos confrontan con la dignidad del otro y de su reconocimiento en la diferencia, sino que nos cimbran para reconstruirnos como mundo y como personas.

LA HISTORIA CON TODAS Y CON TODOS. EL DERECHO DE FUTURO

El pobre no sólo es factor para sacudir la conciencia que confronta con lo indigno, sino también es sujeto activo, creador de la historia.

La buena noticia del pobre es su irrupción en medio de la historia para recrearla y definir su curso. Esta es la noticia que acarrea con su presencia. Deja de ser objeto de las decisiones ajenas y se convierte en el protagonista que va definiendo el sentido que debe recorrerse para vivir como humanidad.

El pobre le da profundidad y sentido al tiempo y a la vida de la humanidad en su conjunto.

Al agradecer este premio que recibo, no sólo encuentro en él, el sufrimiento que lo causa, sino también descubro el reconocimiento que quieren ustedes darle, a aquellos quienes configuran esta presea de una manera nueva en la esperanza: a los pueblos indios y a los pobres.

Muchas gracias.

+ Samuel Ruiz García

Obispo de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas,

Chiapas