La Literatura Española en Filipinas
Ensayo por Tony P. Fernández
El gran historiador británico Arnold Toynbee, afirmó en uno de sus trabajos, que a su juicio, Filipinas es un país latinoamericano que fue arrancado del hemisferio americano y transportado al Extremo Oriente por una gigantesca ola marina.
Tal afirmación es más bien exacta, pues al dejar de ondear la bandera española en el archipiélago filipino después de gobernar por más de tres siglos, España dejaba también a la nación filipina sus mejores tesoros: la cultura hispánica, el Cristianismo y la lengua española.
Este recordatorio, siquiera breve, de nuestra historia nos indica que el idioma español fue el lenguaje de la cultura de los filipinos, el cual se arraigó lo bastante para que creciera y diera a luz a la literatura hispanofilipina contribuyendo a la riqueza de nuestro patrimonio cultural.
Gracias a Dios que hasta la fecha, todavía se habla el castellano en Filipinas, y en mayor proporción que en la época del dominio español, gracias a los millares y millares de filipinos que todavía profesan devoción al lenguaje español, efecto tal vez de una nostalgia por el pasado cultural y de la querencia filipina hacia España y como muestra mínima de cómo los filipinos sentimos la Hispanidad.
Este fenómeno notable de pervivencia – semejante del francés aquí en el Canadá- no obstante el cerco del inglés, merece por esto sólo, dar a conocer a Filipinas como un país dotada de una fisonomía marcadamente hispánica. Por eso, no podemos decir que Filipinas es, solamente, un país asiático.
Poco antes de 1860, se ven las primeras señas del nacionalismo militante de los filipinos. Sus primores portavoces son los escritores de vanguardia que abrigan sentimientos nacionalistas y escriben sus proclamas, panfletos de propaganda independentista y producción literaria en castellano.
Pero tal vez la fecha clave para el comienzo de la era literaria en castellano propiamente filipina es el año 1865. Y jugaron un papel decisivo en el desarrollo de la literatura hispanofilipina las escuelas y colegios, sobre todo, la Universidad Pontificia de Santo Tomás donde se forjaron numerosas plumas para el futuro de las letras filhispanas.
Cita este hecho el antiguo rector de dicha universidad, Fidel Villarroel, O.P. en un caluroso discurso lleno de sensatez y realismo que pronunció en 1974. “Dicho año,” dijo, “señala el florecimiento de las letras hispanas del país y la aparición de una extraordinaria producción literaria, impresa, que creará ambiente, calentará la atmósfera y llevará lejos el polen de afición a las letras.”
Al transcurrir más de medio siglo serán muchos los que aportarán sus contribuciones a la literatura castellana en Filipinas. Pero solo citaremos los más destacados durante el movimiento nacionalista (1880-1898) o sea los escritores del período revolucionario y los literatos durante la Mancomunidad Filipina hasta la independencia y la República Filipina.
El primero que nos ocurre citar con orgullo son las más inspiradas y sublimes poesías filipinas y escritos de nuestro héroe nacional, Dr. José Rizal, el himno nacional por Julián Felipe, escritas todas estas en español, así como las mejores poesías de Cecilio Apóstol, Fernando Ma. Guerrero, Manuel Bernabé, Jesús Balmori y el insigne estadista y primer hablista y prosista en español Claro M. Recto.
Una de las más inspiradas composiciones poéticas cargada de dolorosa nostalgia por la patria y por las cosas de la patria, la escribió José Rizal en Heidelberg, Alemania, dirigida a sus flores.
Id a mi patria, id, extranjeras flores,
sembradas del viajero, en el camino,
y bajo su azul cielo,
que guarda mis amores,
contad del peregrino
la fe que alienta por su patrio suelo!
Al escribir el verso que viene, Rizal está en destierro en la isla de Dapitan lejos de sus queridos seres, de sus padres, y sufre y sueña de su infancia y de sus amores.
Mi Retiro
Cabe anchurosa playa de fina y suave arena
y al pie de una montaña cubierta de verdor,
planté mi choza humilde bajo arboleda amena,
buscando de los bosques en la quietud serena,
reposo a mi cerebro, silencio a mi dolor.
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Vivo con los recuerdos de los que yo he amado
y oigo de vez en cuando sus nombres pronunciar:
unos están ya muertos, otros me han olvidado;
¿más qué importa?… Yo vivo pensando en lo pasado
y lo pasado nadie me puede arrebatar.
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Yo lo tengo, y espero que ha de brillar un día
en que venza la Idea a la fuerza brutal,
que después de la lucha y la lenta agonía,
otra voz más sonora, más feliz que la mía
sabrá cantar entonces el cántico triunfal.
Leed también algunos dispersos trabajos literarios que demuestran ese hilo perdurable del afecto al idioma español y la tradición hispánica de Filipinas. Os doy una muestra de la lírica de Manuel Bernabé:
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Solo sé que no eres lo que fuiste un día;
agua de ternuras vaciada en poema,
temblor de suspiros que murió,
canción de mi madre, pero sin ser Ella.
Qué pena mirarte de espaldas al tiempo,
que clavó en tu carne sus uñas de piedra!
qué pena quererte con anchas raíces!
qué pena, qué pena!
El amor a la patria fue en Rizal, desde su infancia, la noble motivación y ensueño de su vida. Antes de ser fusilado por sus ideas libertarias por orden del gobierno colonial español, Rizal escribió su postrer adiós a la patria.
Ultimo Adiós
Adiós, Patria adorada, región del Sol querida,
Perla del mar de Oriente, nuestro perdido Edén.
A darte voy, alegre, la triste mustia vida;
y fuera más brillante, más fresca, mas florida
también por ti la diera, la diera por tu bien.
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Adiós, padres y hermanos, trozos del alma mía,
amigos de la infancia, en el perdido hogar;
dad gracias, que descanso del fatigoso día;
adiós dulce extranjera, mi amiga, mi alegría;
adiós, queridos seres… ¡Morir es descansar!
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(Nota del autor: En nuestro próximo artículo sobre la literatura filipina en castellano, hablaré sobre literatos filipinos después de la guerra que hoy emplean el inglés. Mas, no rehuyen de emplear asimismo el Tagalog y el español con dedicada maestría.)
Gracias a Dios, desde esta fecha, bien se podría decir, que nosotros los filipinos que todavía cultivamos el castellano, aunque acaso con pesimismo por no tener los mismos alientos que gozan los que utilizan el idioma inglés en mi país para expresar sus ideas y sentimientos. No obstante, los filipinos que todavía empleamos el castellano, de tiempo en tiempo, lo hacemos, seguros en nuestra creencia que dicho idioma nunca se derrumbará, porque este es parte integrante de nuestra personalidad y como brote natural de nuestro espíritu y de nuestro hispanismo y porque, a nuestro juicio, tiene este lenguaje como soportes la fuerza y la riqueza.
La realidad del castellano en Filipinas, no es de pesimismo, aunque es de lamentar, que van cayendo en la jornada luchando contra los obstáculos que se acumulan contra el idioma, los jóvenes escritores en español que siguen ofreciendo sus talentos para construir el puente colgante de la cultura castellano para que este no se venga abajo.
Lo dicho, nos explica porque los filipinos tenemos una rica literatura en castellano donde se reflejan los más hondos latidos del alma filipina de nuestros idos escritores en español y de los pocos escritores de hoy que todavía cultivan la literatura hispana en Filipinas.