Xorge del Campo (1945-2008): sembrador de literatura
Arturo Trejo Villafuerte *
(Hace un año, el primero de julio del 2008, falleció el escritor, poeta, editor e investigador Xorge del Campo. Vayan estas palabras en su memoria)
Parecería que es de siempre que conozco a Xorge del Campo. Por principio tendría que señalar su esfuerzo titánico para salir de una colonia donde, quien sobresalía, era porque se dedicaba al futbol (el Potro Rodríguez del primer Cruz Azul, el Sobuca García de los Pumas de la UNAM), al boxeo (como el Púas Rubén Olivares), a la tablajería, el dos de bastos, a las drogas o sencillamente al alcohol, en la vertiente de la teporocha.
Ezequiel Xorge del Campo Cortés era conocido en la colonia Bondojito del DF, como el “Chequis Boy”, puesto que siempre que le tocaba cooperar para las caguamas o para el pomo, decía que traía un cheque. Y en efecto, ese cheque incobrable que lo hizo famoso entre la palomilla que se juntaba a echar relajo en Oriente 95 esquina con Norte 72, bajo el amparo de la miscelánea “La Tzararacua” (despachada por los hermanos Vázquez: Leonel, Felipe, Armando, Graciela, Paco y Lourdes), era el de su talento y su empeño por conseguir lo que se proponía. A raíz de un problema judicial – lo acusaron de robarse un auto, aunque en realidad sólo lo tomaron para dar la vuelta -, decidió alejarse del barrio bravo y hacer de su vida una vocación y ahí fue cuando decidió, de lleno, entregarse a la tarea literaria.
Comenzó a hacer periodismo y ahí engatusó y llevó por el camino de las letras y el bien, a muchas almas descarriadas, como lo fueron en su momento Jesús Luis Benítez (a) “El Booker”, Manuel Blanco, Humberto Musacchio y otros tantos más; coincidiendo también con otro grupo de autores que hacían sus pininos en las letras como: Parménides García Saldaña, Alejandro Ariceaga y Gerardo de la Torre.
Todo esto arriba señalado sería lo anecdótico, tanto como decir que el doctor del Campo era asiduo concurrente a los salones de baile; que junto con Manuel Blanco no dejaban de asistir, aunque fuera una vez a la semana, a “los aros” cuyo nombre oficial es “El Olímpico” de la colonia Guerrero. Igual sería la ocasión en que atacó un Festival de Poesía que organizaba la Dirección de Literatura del INBA, desde las páginas de El Nacional, mencionando varias inexactitudes que le aclaramos en una carta.
Lo interesante de lo que ha hecho el doctor del Campo son sus aportes a la literatura, sus contribuciones a la investigación, su labor de antologador y su minuciosa labor de periodista. Él solo ha realizado investigaciones que en muchas universidades, contando con el personal idóneo, nunca han conseguido cómo sería el caso de “Cuentistas de la Revolución Mexicana” en ocho tomos y cerca de 250 autores ahí reunidos, aunque el trabajo total consta de cerca de 750 escritores y está aglutinado en “Balas y Letras. Narradores de la Revolución”, publicado en el 2005.
También tiene una antología oportuna, que no oportunista, llamada “El cuento del futbol”, en la cual, a partir de que nuestro país es nombrado de nueva cuenta sede del mundial de futbol de 1986, realiza una investigación sobre el balompié y hace entrega de un material crítico, lúdico, ameno, sobre “el juego del hombre”, según llamara el poeta Ángel Fernández a este deporte tan popular en el mundo. Luego viene su recopilación de trabajos periodísticos, aderezados con motivos vivenciales y mucha investigación, aglutinado en “Crónicas de un Chilango” (Ed. Gernika, México, 1995. 338 pp.), del cual sólo ha aparecido un volumen pero sabemos que consta de dos tomos más. Los esperamos con ansias para sumergirnos en una lectura llena de evocaciones de lo que fue la antigua ciudad de los palacios.
Su labor creativa lo llevó a practicar la poesía, sobresaliendo “Animal de Amor” y destacando “Quimera de Sal”; también realizó un intenso trabajo narrativo en dos novelas que merecen más atención: “Fusil en llamas”, donde aborda el terma de la guerrilla y, tras leerla, parecería que está hablando de lo que ha sucedido en Chiapas a partir de 1994. Otra novela de suyo importante, puesto que abarca la onda, los poderes de la seducción y el reventón de los años sesenta, es “Caramelo”. Esta novela poco estudiada y poco analizada, ha rebasado el tiempo y se instala, por derecho propio en una narración anárquica, desquiciante, pero plena de contenidos. El personaje femenino, para llegar a sus fines utiliza todos los medios disponibles, lícitos o ilicitos. “Caramelo” sabe lo que quiere y entonces seduce por igual a un maestro y a una maestra, tiene relaciones sexuales con su novio y le propone cosas inauditas, le gusta manejar su motocicleta a alta velocidad por Insurgentes, de C.U. al Centro y además de probar todos los tóxicos y alcoholes habidos y por haber. Es, sin ninguna duda, una novela psicodélica. José Agustín en su libro “La Contracultura en México” (Ed. Grijalbo, México, 1996.), señala como una novela contracultural a “Larga Sinfonía en D” de Margarita Dalton, la cual tiene lo suyo, pero es infinitamente inferior, en tema y modo estructural, a “Caramelo” de Xorge del Campo.
Por lo demás, José Agustín le dedica en su libro antes citado a Xavier (sic) del Campo textualmente: “En 1969 Margo Glantz se lanzó al abordaje de un proyecto de Xavier del Campo y publicó la antología “Literatura Joven de México”, que ante su éxito, se reeditó, con varios autores más, como “Onda y escritura de México”.
En ambas ediciones Glantz dividió el mapa de la literatura mexicana en dos grandes categorías irreconciliables: la onda y la escritura. Esta última era la buena, la decente, la culta, la artística, la que había que escribir, alentar y premiar; la onda era lo, grosero, vulgar, la inconsistencia de lo que se hacía, lo fugaz y perecedero, jóvenes, drogas, sexo, rocanrol. Con semejante reductivismo la doctora Glantz mandó a la onda al museo de los horrores y propició que el Establishment cultural condenara, satanizara y saboteara esta literatura”.
La posición de Xorge del Campo con respecto a la llamada literatura de la onda es muy clara y amplia, mucho más el campo de acción de esta expresión juvenil que la reductivista de Margo Glantz: es la feliz conciencia de un grupo de escritores festivos, anti solemnes, con una clara definición política – izquierdista, que hacen del trabajo literario un modo de ser y no sólo un hacer. Véase el trabajo del ahora antionda, José Agustín, de Gerardo de la Torre, de Gustavo Saenz, de René Avilés Fabila y de lo auténticamente onderos: “El Booker” (Jesús Luis Benítez) y Parménides García Saldaña, seguidos muy de cerca de Alejandro Áricega, aunque guardadas todas las proposiciones del caso.
Editorial Luzbel, de la cual él era el socio mayoritario, le publicó muchos títulos que son y serán piedra de toque por su calidad y aportación a la literatura. Una antología interesante fue “Cupido de lujuria”; otro libro importante fue “Poetas Malditos de México”, donde no sólo se dedicó a investigar al respecto sino que además editó y publicó el libro con dinero salido de su bolsillo.
El doctor del Campo (como todos) ha tenido tiempos buenos y malos. En las buenas siempre ha sido amigo de sus amigos, en las malas también ha sido amigo de sus amigos.
Fueron casi 40 años de conocerlo, cuando lo veía en la esquina de la calle de mi casa echando relajo con los “rebeldes sin causa” de barrio (El Juan Fuerte, El Rodris, El Chompiras, El Baby Face, El Sobuca y otros). Nunca imaginé que 15 años después trabajaríamos en El Sol de Toluca, El Nacional, Ovaciones, Plaza mayor y otras tantas revistas y publicaciones juntos. Con él aprendí muchas cosas, no en balde fue mi asesor sobre literatura y autores del siglo XIX.
Estoy aprendiendo otras cosas y seguiré en este aprendizaje que sólo se consigue con un buen maestro. Por lo pronto, ahora cuando me piden colaboración o apoyo económico para alguna causa, para cualquier cosa, siempre respondo: “Lo siento, pero sólo traigo un cheque”.
Todo esto es sólo un recuento de una labor de casi 40 años de doctor Xorge del Campo quien antes de fallecer siguió sembrando y cosechando literatura. Fueron muchos años de trabajo fecundo y creador.
* Escritor y periodista, autor de cerca de 30 libros publicados. Su más reciente libro: “Rituales. 21 cánticos de añor y un poema casi desesperado” (Ed. A&A;, México, 2009. 30 pp.). Profesor Investigador de la Universidad Autónoma de Chapingo y miembro del Programa Universitario de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de la misma institución.