RECORDANDO AVENTURAS CON XORGERES

Recordando aventuras con Xorgeres

Retrato por José Luis Colín

“Pa’qué más que la verda”, decía el teporochito de la Guerrero, “ese chorche era todo un borrachito, y bien putañero, no sólo por las niñas de obvios tacones dorados que subían y bajaban, sino por los escándalos que a altas horas escenificaban ellas con él o contra él… era todo un casito… ¿verda ñero…?”.

Y claro, al Anarcolín que ya estaba medio “trole”, no le quedó sino asentir tras el señalamiento del tepo número uno de la colonia. En particular porque recordar al autor de Caramelo, El libro rojo de Xorgeres y Zarza en llamas, le causa siempre un indefinible escozor de incomodidad. Recordaba entonces los tiempos de las fantásticas borracheras que él y el Xorgeres agarraban, transitando a medianoche sobre alguna de las aceras de la Avenida Reforma, o la calle de Bucareli, mientras discurrian sobre la patafísica o la última madriza colectiva que el escuadrón de la muerte había entablado contra “X” o “Z” en algún tugurio o coctel cultural a los que acostumbraban asistir con más que harta frecuencia. Escuadrón en el cual sobresalía por cierto, el “quinteto suicida”, formado con lo peorcito del grupo y que eran: Xorge, Blanco, Benítez, Santana y el Anarcolín. Con toda lógica, deducible del derrotero suicida que llevaban, no es extraño que los primeros cuatro yazcan ya, y yazcan bien. Aunque lo ilógico es que el más desesperado y entusiasta exterminador de marranilla siga aún vivo y haciendo de las suyas. Pero no todas las experiencias alcohólicas vividas por ambos fueron siempre afortunadas. Gracias a la irresponsabilidad y el importamadrismo típico de todo borracho, el magnífico egresado de la universidad Complutense de Madrid (bueno, es lo que él presumía) le echó a perder la vida en dos ocasiones. Y si le dolió, fue porque esas fueron unas de las pocas veces en que el Anarcolín intentó hacer algo positivo socialmente, pese a sus recónditos impulsos destructivos.

Así, recuerda que allá a mediados de los ’70, un tal licenciado Pacheco que dirigía la actividades culturales del gobierno de Oaxaca , por iniciativa de la protectora del Anarcolín en la ciudad de Oaxaca, la periodistas Arcelia Yañiz, le encomendó la organización y coordinación del programa de un año de actividades literarias que se llevarían a cabo en el Exconvento de los Siete Príncipes. Como fue. El ciclo se abrió y con muy buenos pronósticos, realizándose tres presentaciones en los siguientes dos meses, hasta la fecha en que le tocaba turno al Xorge.

Y aquí fue donde el Anarcolín regó el tepache por completo, pues olvidando en qué terminan borrachos y borracheras, se puso a beber desde media tarde con el poeta, en espera de la hora de presentación que sería al filo de las ocho de la noche. Tras un par de horas se retiró, no sin pedirle al Xorge que no faltara. Y no faltó, para infortunio de todos, pues lo hizo pedo por completo, babeando y tartamudeando de tal manera que nadie de los asistentes al acto entendió lo que leía y decía. Como es natural, cuando el titular se enteró, ipso facto anuló el programa.

Con todo, el Anarcolín no aprendió nada de aquella lección. Años después, en colaboración con el también poeta José Tlatelpas, organizó una exposición de pintura erótica y lectura de poemas eróticos en el desaparecido lupanar “El Bombay”, invitando entre otros al inefable Xorge quien, por supuesto los dejó con los manteles tendidos. Nunca llegó y el evento se frustró en buena parte. Posteriormente, el Xorge adujo que esa noche, cuando estaba a punto de acudir a la cita, llegó una de sus cabareteras con maletas y acompañada de una ficheraita por estrenar. Entre ambas y un pomo de cacardiaco lo convencieron de quedarse en su borrachera privada.

Electrovisión, performance audivisual de _rrr y Domon y Videoproyección mural-performance de Charcko & Alfredo Arcos, foto de Jorge Vargas