LOS GLIFOS DE LOS SIETE PUEBLOS DE TLAHUAC

Los glifos de los siete pueblos de Tláhuac

INTLAHCUILOLMACHIO IN CHICOME TLAHUACAALTEPETL

 

Artículo por Baruc Martínez

 

Desde hace algún tiempo nos hemos interesado en la historia de los siete pueblos que hoy conforman, políticamente, la delegación Tláhuac; en esta búsqueda constante muchos aspectos nos han llamado fuertemente la atención, uno de ellos es el de la representación glífica que se les da a los pueblos antes citados. Hoy día en muchos lugares podemos admirar los glifos de cada pueblo; sobre todo se trata de los lugares públicos o sitios donde se realizan muestras culturales, asimismo en libros y revistas se encuentran estas representaciones gráficas.

Sin embargo, buscando en diversos códices de tradición indígena, no hemos localizado más que tres glifos de los pueblos de Tláhuac; Tzapotitlan, Cuitlahuac y Mizquic son los únicos que aparecen representados en los documentos del siglo XVI. En la otra cara de la moneda se encuentran Yecahuitzotl, Iztayopan, Tetelco y Tlaltenco, pues no poseen ningún elemento de escritura indígena que los identifique. ¿Cómo explicar, entonces, el que en museos y casa de cultura aparezcan los glifos de todos los siete pueblos?

Para responder la pregunta, anteriormente planteada, es necesario saber en dónde aparecieron por vez primera estos dibujos y cómo se formaron; más allá podemos preguntarnos quiénes fueron los creadores de estas expresiones gráficas y, si en verdad, forman parte de la escritura indígena tradicional o no corresponden a ésta. Los anteriores cuestionamientos los pretendemos resolver de una manera satisfactoria en este pequeño artículo.

Nuestra historia parece remontarse a mediados de los años ochenta. En donde por primera vez aparecen estos siete glifos, de manera estilizada, es en la monografía de Tláhuac que realizó el licenciado Carlos Justo Sierra B. Antes de esta publicación no podemos hallar las representaciones gráficas de cada pueblo de Tláhuac.

Los glifos aparecen en un capítulo, del libro citado, que lleva por título “Los siete pueblos”; el cual se refiere específicamente a rasgos de la historia y tradición de cada uno de ellos. En varias páginas se dibujan los glifos, sólo en blanco y negro, de los siete pueblos y al pié de la página el nombre en nahuatl que llevan actualmente.

Por ningún lado se puede ver de dónde se tomaron o en qué se basaron para reproducirlos. En la bibliografía del libro del licenciado Sierra no se encuentra algún trabajo al respecto o algún códice que nos haga pensar que de ahí surgió tal información. Durante un buen tiempo buscamos datos que nos pudieran ayudar a determinar el origen de los glifos pero en ningún lugar, llámense museos delegacionales, casas de cultura, con las mismas autoridades delegacionales, etcétera, pudimos hallar un indicio para lograr nuestro objetivo.

Al transcurrir el tiempo y, gracias a una investigación que hicimos para montar una exposición sobre los siete pueblos, conocimos al ingeniero Esteban Chavarría Salas, nativo de Tzapotitlan. Él mismo nos refirió que hace tiempo, junto con otras personas, habían elaborado los siete glifos, como una actividad de la Junta de Vecinos que en ese entonces presidía. Nos mostró, además de los siete glifos a colores, otros más sobre las nuevas colonias que han surgido en la jurisdicción de la delegación Tláhuac; también nos pretendió explicar qué significaba cada uno, la historia de los pueblos y otras cosas por el estilo.

Ya teníamos dos elementos a nuestro favor: el libro de Carlos Justo Sierra y la información de Esteban Chavarría. No obstante, estos elementos aparecían ante nosotros dos cosas diferentes y extrañas. ¿Cómo podíamos relacionarlos? Posiblemente no había conexión entre uno y otro. Necesariamente habría que revisar, una vez más, la historia; necesitábamos saber en qué época se gestó el libro de Tláhuac que ya mencionamos y cuál sería la influencia del ingeniero Chavarría Salas.

El libro del licenciado Sierra tiene por fecha el año de 1986; el delegado que se ubica en ese tiempo es el licenciado José Irabién Medina, pues su periodo fue de 1985 a 1988. Precisamente en el segundo año de su gobierno se realizó esta monografía; al respecto él mismo nos comenta en su informe de actividades: “Siguiendo la huella de rescatar y difundir las hondas raíces de nuestra historia […] estamos en el quehacer de integrar los materiales que harán posible la publicación de la monografía de Tláhuac, bajo un esquema histórico, político y económico” .

Revisando este mismo informe encontramos la conexión que andábamos buscando. En la primera página del mismo se menciona al ingeniero Esteban Chavarría Salas como presidente de la Honorable Junta de Vecinos, luego entonces, al elaborar el libro del licenciado Carlos Justo Sierra, se le anexaron los “glifos” de los siete pueblos, los cuales fueron proporcionados por el ingeniero Chavarría Salas y la Junta de Vecinos. Es precisamente este momento en donde se gestan los siete glifos que, hasta nuestros días, se han usado como símbolos representativos de los siete pueblos originarios de Tláhuac.

Ahora bien, estos glifos han sido muy difundidos, desde su creación hasta la actualidad. La mayoría de las veces son usados sin ser sometidos a una concienzuda crítica o, por lo menos, a preguntarse cuál es el origen de los mismos, en qué están basados, etcétera. Al principio parecería que fueron tomados de ciertos códices y estilizados, pues sí se pueden apreciar algunos elementos de la escritura indígena tradicional, empero, también muestran bastantes símbolos que no constituyen parte del legado indígena tradicional. Más adelante, cuando nos refiramos específicamente a los glifos, mostraremos cuáles son dichos elementos constitutivos.

Como bien venimos diciendo, hasta el momento (2006), no conocemos algún estudio que se haya elaborado con relación a los glifos y topónimos de los siete pueblos de Tláhuac. La persona más indicada sería el cronista de esta delegación y, dado que aquí no hay uno sino varios cronistas, es algo incomodo el que no exista un estudio al respecto de este tópico.

José Eduardo López Bosch, cronista delegacional, escribió hace algunos años un pequeño artículo sobre el significado de los siete pueblos. Su trabajo apareció publicado en la revista NOSOTROS, en una sola página, en donde, además de dar una traducción a los siete topónimos, reproduce los glifos a los que nos venimos refiriendo, excepto el de San Pedro Tláhuac (Cuitlahuac Ticic). Solamente aparecen los seis glifos, pero el cronista no se refiere a ellos, limitándose a aceptarlos y colocándolos para que ilustren su trabajo. Líneas abajo nos volveremos a referir a este trabajo.

Por otra parte es necesario recalcar que los siete glifos mencionados han tenido una repercusión de largo alcance, cuando menos en el territorio político de Tláhuac. Ya es muy común que se muestren en diversos lugares públicos y como el sello del pueblo en publicaciones monográficas; para no sólo hablar a la ligera, mostraremos algunos ejemplos de lo que ya hemos afirmado: En dos pequeñas monografías, que han editado las autoridades delegacionales, aparecen, en un apartado de tipo turístico sobre los atractivos de los pueblos originarios, los glifos y en ninguna parte se menciona su procedencia; no obstante, es posible inferir que éstos provienen del libro del licenciado Sierra, pues éste se cita en la bibliografía respectiva. Además, en una de ellas, se menciona al ingeniero Chavarría Salas por su participación en la elaboración de los “Datos históricos de Tláhuac”.

Asimismo, algunas publicaciones, derivadas del Programa de Apoyo a Pueblos Originarios, del Gobierno del Distrito Federal, han utilizados las representaciones gráficas ya referidas; aunque en una de ellas se menciona, escuetamente, que se trata de un “glifo imaginario”. Y, para terminar con esta lista de ejemplos, en el Museo Regional Comunitario Cuitlahuac y en el Museo Regional Tláhuac se puede admirar los glifos, ya sea labrados en tezontle, o sólo en muestras pictóricas.

La cuestión principal y, el motivo por el cual nos animamos a escribir este artículo, es que nadie ha criticado estos glifos y sí muchos los han usado como si se tratara de una plausible muestra de escritura indígena. Desde nuestra perspectiva, los glifos que se han usado no corresponden a la realidad histórica, ni están elaborados por alguien que conozca bien la escritura pictográfica de los códices indígenas.

Haremos brevemente una descripción de los glifos que fueron creados. El de Tlaltenco nos muestra el símbolo de la tierra (tlalli) dibujado en la parte superior, hay también algunos círculos que se llaman chalchihuitl (piedra preciosa) y que significan el agua en movimiento; por último, en la parte inferior, se encuentra el agua misma. El de San Juan Iztayopan tiene el mismo símbolo de la tierra, pero ahora ubicado en la parte inferior, además presenta un dibujo de un montículo o un cerro pequeño, diferente a alguno de un códice; sobre el montículo se dibujaron unas huellas de pies. El de Santa Catarina Yecahuitzotl se compone de un cerro, éste sí parecido al de algún códice, y dentro de éste hay un árbol. Por último tenemos al de Tetelco que tiene una casa (calli) encima de seis símbolos de piedra (tetl).

Una vez descritos, aunque sea someramente, es necesario afirmar que ninguno de ellos, pese a contener ciertos elementos de escritura tradicional, corresponde a los que podríamos denominar glifo y, menos aún, al sentido del nombre de cada pueblo. Después de un análisis cuidadoso lo único que podríamos concluir es que fueron creados a partir de una idea preconcebida de lo que significa cada pueblo en nahuatl.

Pues bien, ya que es necesario para el estudio de los glifos lo que significa el nombre nahuatl de cada pueblo, en las líneas siguientes lo desglosaremos. No nos referiremos a lo que muchos han dicho al respecto de su significado, sólo bastará señalar cada partícula que compone el nombre propio. Baste decir que las más de las veces, los que han intentado traducir los topónimos, han errado debido a su desconocimiento de la lengua nahuatl; la mayoría de las personas que han escrito sobre nuestros pueblos se encuentran en esta misma situación.

Empezaremos con Tláhuac, apócope de Cuitlahuac; López Bosch dice “[…] que se le conoce dándole una interpretación literal, como serpiente celeste, y desde la óptica filosófica, sol que brilla en el universo […]” . Estas ideas, que vierte el cronista delegacional, parecen ser tomadas de Antonio Gomora Xokonochtletl, un mexicanista radical que danzaba en el Zócalo; desde luego, no corresponden al nombre propio Cuitlahuac. La idea de serpiente celeste podría traducirse como ilhuicacoatl y la de sol que brilla en el universo como cemanahuacpetlantonalli, que de ningún modo se encuentran asociadas con el nombre de nuestro pueblo.

Ya con anterioridad hemos tratado esta situación en la misma revista NOSOTROS; en esas páginas concluimos que el nombre completo del antiguo pueblo de Tláhuac fue Cuitlahuac Ticic y que esto significaba: “Lugar de excrecencias acuáticas (geográfico), en donde están los hombres del conocimiento supremo antiguo (cósmico)” . Cuando expliquemos el glifo correspondiente veremos esto con mayor detalle.

Por su parte Tzapotitlan se deriva de tzapotl, zapote y de titlan, junto a; así vendría a significar “junto a los zapotes”. Desde luego no podemos aceptar que se derive, como señala don Cecilio Robelo, de la raíz cuauhtzapotl que dice él que significa “árbol de zapote”. En realidad, en lengua nahuatl, la raíz que antecede a una palabra funge como “adjetivo calificativo”, y la siguiente como sustantivo, por ello cuauhtzapotl vendría a significar, más que árbol de zapote, “zapote de madera”, palabra que no tendría ningún sentido a menos que se tratase de una variedad de este fruto. Árbol de zapote sería tzapocuahuitl; de hecho un paraje dentro de Tzapotitlan se llama Tzapocuauhtitlan, junto a los árboles de zapote.

Tlaltenco se conforma a partir de tres raíces, a saber: co, en; tentli, labio u orilla y tlalli, tierra. Juntos estos tres componentes nos da como resultado: “En la orilla de la tierra”, cualidad geográfica que describía su condición al estar ubicado en las faldas del cerro Tetlaman y a la orilla del lago de Xochimilco. No obstante, Tlaltenco poseyó otro nombre en la antigüedad: Tetlalpan. Éste se encuentra registrado en los Títulos primordiales de la antigua ciudad de Cuitlahuac Ticic, fechados en el año de 1561. Ahí se le coloca como uno de los pueblos-sujetos pertenecientes al pueblo-cabecera de Cuitlahuac Ticic; se le menciona como Xan Palanxixco Tetlalpan, que claramente se entiende como San Francisco Tetlalpan. Tetlalpan se forma de la siguiente manera: pan, sobre; tlalli, tierra y tetl, piedra; así obtenemos: “Sobre la tierra pedregosa”, nombre que también describe su situación al estar localizados a las faldas de un cerro.

Al parecer al principio era considerado como un barrio, pero, intuimos, que su crecimiento le mereció el título de pueblo más delante. En algunos mapas aparece registrado sólo como San Francisco o San Francisco Tetlalpa. Junto a él se encontraba otro pueblo, una posible división del mismo, denominado Santa Cruz Tetzintitlan (al pie de las piedras), llamado así por una cruz que colocó el alcalde de Chalco.

El actual pueblo de Santa Catarina Yecahuitzotl poseyó varios nombres en la época colonial. En los mismos “Títulos de tierras de los indios de Cuitlahuac Ticic” se le menciona como Xante Catalinantzin Cuauhtli Itlacuayan, es decir: Santa Catalina Cuauhtli Itlacuayan. No obstante esto, en el mismo documento de Origen de Cuitlahuac…, se observan los títulos de tierras de Santa Catalina Tlamacaztonco (en donde están los pequeños ofrendadores). También hay algunos que, apoyados en don Antonio Peñafiel, refieren que este lugar se llamó Acatzinco (en el pequeño carrizal), empero, nuestras investigaciones no arrojaron este nombre, en ningún documento aparece éste, por lo tanto no lo tomaremos en cuenta.

El nombre que se refiere con mayor frecuencia, desde el siglo XVI hasta el XIX, para Santa Catarina es Cuauhtli Itlacuayan. Éste está compuesto por dos palabras; la primera es cuauhtli que significa águila. Por su parte, la segunda palabra se divide en tres raíces: yan, lugar donde se realiza una acción; tlacua, comer algo (él come algo); por último, la i expresa posesión de una tercera persona singular. Así, todas juntas, sería: El lugar de comer del águila y, en una traducción más libre, “El comedero del águila”.

Ahora bien, el topónimo anterior parece ser que lo perdió a principios del siglo XX, y el que lleva actualmente lo tomó del nombre que se le daba a la Sierra de Santa Catarina. Efectivamente a estas elevaciones se les conoció como Sierra de Yecahuitzotl. Al estar situado el poblado de Santa Catarina al pie de dicha sierra se le identificó con ese nombre. El vocablo proviene de dos raíces: yectli, hermoso, recto, bello y ahuitzotl, animal mítico asociado al agua. Probablemente se le denominó así a la Sierra porque la forma que tiene parece un animal gigantesco y, como estaba situado en la ribera del lago Xochimilco, seguramente se le identificó con ese animal mítico, servidor de Tlaloc. En la actualidad la palabra ahuitzotl también es usada para identificar al castor, por ello alguna vez tradujimos Yecahuitzotl como “hermoso castor”.

Iztayopan se compone de tres elementos: pan, sobre; yo, elemento abundancial e iztatl, sal. Una vez unidos significan: “Sobre la abundancia de sal”. Nos están hablando de un lugar alto, tal como lo es pues se encuentra en las faldas del Teuctli, pero, donde se encuentra gran cantidad de sal, es un terreno salino. Esto es del todo cierto, ya que hasta la actualidad se tiene ubicado un sitio llamado Tierra blanca, describiendo de uno u otra forma la calidad salina del poblado. Desde luego no podemos aceptar la pretendida interpretación que realiza Jorge Flores, al traducir Iztayopan como: “En el corazón de la tierra blanca”, título por demás erróneo.

Tetelco se deriva de co, en y tetelli, montón de piedras. Sin embargo, éste no fue el mismo nombre que mantuvo, ya sea desde la época prehispánica o colonial. De acuerdo con don Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpain Cuauhtlehuanitzin, historiador chalcatl, San Nicolás Tetelco se llamó originalmente Cuitlatetelco. Así afirma nos dice: “[…] cuitlatetelco yn axcan ytocayocan S[an] Nicolas… (Cuitlatetelco el que ahora se llama San Nicolás)” El profesor Víctor M. Castillo Farreras menciona en la siguiente página, en una nota al pie, que se trata, precisamente, del actual pueblo de San Nicolás Tetelco.

Cuitlatetelco vendría a significar, de acuerdo a sus raíces (cuitlatl, tetelli y co), “En el montón de piedras con excrecencias acuáticas”. No obstante, en los primeros años de la Colonia, perdió la primera raíz, tal vez por dificultarse su pronunciación.

Por su parte Refugio Palacios, investigador nativo de Tetelco, sostiene que Tetelco fue Tetelzingo o, mejor dicho, Teteltzinco; además afirma que fue reconocido, primeramente, como un barrio de Mizquic. Esta última aseveración se puede comprobar con el nombre mismo del pueblo, pues la partícula tzinco denota un lugar pequeño; a la letra diría “El pequeño Tetelco” y, siendo más literales, “En el pequeño montículo de piedras”. Asimismo hay que tomar en cuenta un mapa que se elaboró en 1534 y en el que se asienta que el nombre es Teteltzinco.

Por último, Mizquic se deriva de dos raíces: mizquitl, mezquite y c, en, lugar, etcétera. Algunas personas afirman que hay mucha duda acerca del significado de este topónimo; en lo absoluto, lo que pasa es que el desconocimiento de la lengua nahuatl ha hecho derivar este nombre de la palabra miquiztli, muerte, cuestión por demás absurda, pues “El lugar de la muerte” debe ser escrito como Miquizco y no Mizquic. Francisco Cristalinas dice que “[…] se traduce en Miquiztli (rostro de muerte)” , no obstante él supone que la partícula iztli es rostro, lo cual es un error, pues aquella palabra se dice en nahuatl ixtli. Miquiztli es muerte y proviene del verbo miqui, morir, y el sufijo iztli sustantiva a aquel verbo.

Hay que enfatizar enérgicamente que el sentido de Mizquic es muy claro: “En el mezquite” y de ninguna forma el nombre evoca el culto a los muertos que hoy se realiza año con año. Ahora bien, Felipe Herrera menciona que: “Debido a que en el lugar no existen mezquites, que son propios de las regiones áridas, Míxquic no puede significar ‘En el mezquite’ o ‘lugar de mezquite’” . ¿Cómo podríamos explicar esto?

Si bien es cierto que los mezquites se dan en zonas áridas, esto no es un impedimento para que en Mizquic, en la antigüedad, hubieran existido estos árboles. A este respecto, José Odilón Martínez, al hablar de los primeros pobladores, afirma: “Posteriormente se establecieron en el islote que estaba cercano a la tierra firme, además de contar con muchas piedras en el centro, resultó poblado por incontables mezquites, por lo que decidieron llamar Mízquic a este lugar” .

Lo que José Odilón vertió en las líneas anteriores proviene, solamente, de la tradición oral de Mizquic; esta cuestión podría incomodar a más de un escéptico. No obstante, y como reafirmación de esa tradición oral, el historiador Chimalpain Cuauhtlehuanitzin menciona que en el año 1229:

Auh yn o iuh ahcico yn motlallico oncan cuitlatetelco yn huehuetque Tenanca chichimeca. yc niman onyahque oncan callaquito. yn mizquic. ye ipan acito ye ihcac ye mani yn Mizquitl. yn axcan yc motenehua altepetl Mizquic.

Y así llegaron, se asentaron en Cuitlatetelco, los ancianos tenancah chichimecah; en seguida partieron, fueron a entrar a Mizquic, ya sobre él fueron a llegar [lo encontraron], ya está de pie, ya permanece el mezquite (por ello ahora así se llama el pueblo de Mizquic) .

Con esta cita textual se observa claramente que sí se encontraba un mezquite, por lo menos así lo observaron los antiguos tenancah chichimecah, como lo menciona Chimalpain. Así pues, el caso de qué significa Mizquic debe quedar cerrado pues su sentido es muy claro; aún más: el glifo que veremos a continuación se relaciona también con el mezquite y no contiene ningún signo acerca de la muerte.

Bien, una vez finalizada la traducción de cada uno de los siete pueblos, pasaremos a la cuestión de la escritura indígena tradicional. Aclaramos que sólo daremos una noción básica de esta forma de plasmar una realidad, ya que no somos ningunos expertos en códices de tradición indígena. Desde luego tenemos estas nociones elementales de las que hablamos y, siendo que la cuestión toponímica es de las menos difíciles, entre la escritura indígena, decidimos emprender esta tarea.

Siguiendo al doctor Miguel León Portilla podemos dividir la escritura indígena en cinco clasificaciones:

Las cinco clases principales de glifos, algunas de ellas semejantes a las otras escrituras indígenas, pueden distribuirse de la manera siguiente:
– Numerales (representación de números).
– Calendáricos (representación de fechas).
– Pictográficos (representación de objetos).
– Ideográficos (representación de ideas).
– Fonéticos (representación de sonidos: silábicos y alfabéticos) .

Los topónimos, es decir, los nombres de lugares, pueden contener varios elementos de las cincos divisiones de glifos. Por ejemplo: si un lugar se llamase Centzontepec, derivado de centzontli, cuatrocientos; tepetl, cerro y c, lugar o en, se están utilizando dos elementos de diferente clasificación. A saber: un numeral (cuatrocientos) y uno pictográfico (cerro). Así se “leería” de arriba para abajo y quedaría: Centzontepec.

Pero la escritura indígena no se limita a “leerse” de arriba a abajo, también hay casos en que se “lee” de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, etcétera. Una vez conjuntados todos estos elementos podemos afirmar que, a fin de cuentas, la “lectura” no es lineal sino circular. Por ello una de las posibles traducciones para lengua nahuatl (nahuatlahtolli) es “palabra en círculo”, esto por la forma en la que se lee. En Veracruz, en el pueblo de Ichcatepec, para preguntar si hablas nahuatl te dicen: ¿tinahuati?, literalmente “haces círculo”.

En esta tesitura tenemos que notar que la escritura indígena tradicional nada tiene que ver con la occidental alfabética. Uno de los investigadores, que trató de demostrar que la escritura indígena era fonética y sólo bastaba descubrir los cánones para descifrarla, fue don Joaquín Galarza. Si bien, su aportación al mundo de los códices indígenas, es hoy insoslayable, también hay que admitir que cometió una serie de errores al forzar la escritura indígena. Sólo daremos un ejemplo de ello: para representar la palabra Tonantzin (nuestra venerable madre) Galarza utiliza la imagen de un pájaro (tototl) y el trasero (tzintli) de un ser humano. En primer lugar hay que notar que esto diría tototzintli o tototzinco, lo cual da a entender: trasero de pájaro o en el trasero del pájaro; el escritor pretende mostrar que esta imagen debe “leerse” como Tonantzin, tomando sólo la primera sílaba de ambas palabras: to y tzin y adicionando la partícula nan, que no existe en ninguno de los elementos mencionados.

Interpretaciones como ésta encontramos constantemente en el libro del doctor Galarza. En fin, sólo mostramos este tipo de desviaciones para no caer nosotros mismos en ellas y para ir puliendo nuestro mismo trabajo con base en otros que se han realizado, como es el caso de los libros del doctor Joaquín Galarza.

Pues bien, al observar los glifos que el doctor Galarza elaboró para los doce pueblos de Milpa Alta y que hoy se pueden apreciar en los muros de la iglesia de Santa Ana Tlacotenco y a un costado de la capilla del barrio de Santa Martha en Villa Milpa Alta, decidimos estudiar el tema y realizar los siete de los pueblos de la delegación Tláhuac. Esto atendiendo a lo que dijimos en páginas anteriores: los glifos que actualmente existen para estos últimos pueblos no corresponden con todos los elementos de la escritura indígena tradicional.

Debemos entender que la historia, específicamente los discursos históricos que existen, se van construyendo a través del tiempo y son favorecidos por las coyunturas, ya sea de tipo político, económico, cultural, etcétera. En nuestra actualidad se está dando una coyuntura específica: el autonombramiento de pueblos originarios del Distrito Federal, esto puede ser explicado por muchas causas, pero, estaremos de acuerdo, que una de ellas es la constante urbanización y la agudización del colonialismo que vivimos. Por ello en diversos pueblos originarios se están construyendo historias, diferentes a las que entonces se habían escrito. Los pueblos han tomado el mando de su propio devenir, están rompiendo la subordinación que el colonizador les impuso. Toda esta situación hace que las construcciones históricas de los pueblos se legitimen y sean usadas como instrumentos para su autoconservación.

Las líneas anteriores nos dan pauta para sustentar este trabajo, que bien podríamos denominar de construcción de elementos históricos, por tratarse de los glifos de nuestros pueblos. Todo esto lo hemos dicho ya que algún prestigiado cronista local nos ha atacado diciendo que es inútil nuestro trabajo y que nos desmentiría públicamente si lo dábamos a conocer. Sin embargo, como hemos visto la construcción de la historia es un factor legítimo; debemos olvidarnos de la visión decimonónica que decía que la historia ya está hecha, que sólo la tenemos que recopilar. Nada más falso que esas palabras de origen rankiano.

El trabajo sobre los glifos de Milpa Alta, del doctor Galarza, nos abrió las puertas y así fue como elaboramos los glifos de Tláhuac, basándonos también en diversas obras y códices.

Un importante texto, que se utilizó en la elaboración de las representaciones gráficas antes citadas, fue el que escribieron los norteamericanos Robert H. Barlow y Byron MacAfee, publicado hace ya un buen número de años, pero no por ello, ha perdido vigencia en las investigaciones de escritura indígena. En esta investigación principalmente nos basamos.

Los glifos que líneas abajo describiremos ya los habíamos presentado en otras ocasiones. Sobre todo hay que tener presente la exposición que montamos algunas personas en Mizquic y que estuvo en el museo de ese poblado del 30 de julio al 10 de septiembre del 2005. Las personas que nos dedicamos a ello fuimos: Javier Alfaro Alonso, coordinador del Museo Andrés Quintana Roo de Mizquic, Felipe Herrera Acosta, profesor de historia y quien esto escribe: Baruc Martínez.

La exposición fue titulada: Imihtoloca in chicome altepetl (Historia de los siete pueblos de Tláhuac) y, como su nombre lo señala, tratamos de mostrar “[…] el desarrollo histórico de los Siete Pueblos, que hoy forman parte de la Delegación Tláhuac. ” Esto se hizo posible a través de fotografías antiguas, mapas antiguos, los glifos de los pueblos, libros, revistas, etcétera.

En el díptico que se entregó, a manera de invitación, y en la misma exposición se mostraron, por vez primera, los glifos que habíamos elaborado sobre los siete pueblos de la delegación de Tláhuac y su correspondiente traducción al español.

Como ya han pasado algunos meses, desde aquella exposición, hemos decidido presentar aquí el resultado de nuestras investigaciones. Así pues, he aquí una pequeña descripción de los glifos de los siete pueblos. En esta descripción también incluiremos a los que ya existían en códices, es decir: Tláhuac (Cuitlahuac Ticic), Tzapotitlan y Mizquic.

Tzapotitlan: Su descripción es muy simple y sencilla. Se encuentra representado por un árbol de zapotes (tzapocuahuitl); de las hojas de este árbol sobresalen unos frutos de color verde oscuro, representación de los zapotes mismos (tzapotl). En la parte del tronco del árbol se dibujó una dentadura (tlantli) abierta, signo fonético que da la terminación tlan, sufijo que denota abundancia. Así todo junto nos da Tzapotitlan.

Tlaltenco: En realidad hemos tomado el nombre más antiguo de este pueblo, Tetlalpan, para elaborar el glifo correspondiente. Éste nos muestra el símbolo de la tierra (tlalli) en la parte inferior de la imagen. Sobre este símbolo se encuentra el signo de piedra (tetl), al estar éste encima de aquél, en la escritura nahuatl, se sobrentiende el vocablo pan, sobre. Así, “leyendo” de arriba abajo, dice Tetlalpan, perdiendo el sufijo terminal las raíces (tl y li).

Cuitlahuac Ticic: En esta ocasión sólo tomaremos el topónimo de contenido geográfico, es decir: Cuitlahuac. Hace tiempo, en el artículo que publicó la revista NOSOTROS, describimos así el glifo de Cuitlahuac:

En primer lugar se encuentra el apantli, que literalmente dice extensión de agua, y su traducción al español es canal. Este apantli es de color amarillo, coztic. Dentro del apantli se encuentra agua, atl, la cual se muestra de color azul, matlaltic. En segundo término tenemos la vírgula o signo de cuitlatl, ésta también es utilizada, en los códices, para decir que alguien está hablando, en esa tesitura la vírgula se lee como tlahtohua, hablar; su color es amarillo, coztic. El signo cuitlatl se encuentra flotando sobre el agua.

Junto a todos estos elementos se encuentran otros dos: un chalchihuitl, piedra preciosa y dos pequeños caracoles, tecciztli; […] En algunos casos éstos, el chalchihuitl y los dos tecciztli, se encuentran en color blanco, iztac, pero en otros son de color azul, matlaltic .

La vírgula flotando en el canal da la idea de las excrecencias (algas) que se encontraban en los canales de nuestro pueblo. Más explícito es otro glifo que aparece en el Códice Xolotl, en éste se ve un círculo grande de agua, simulando la que rodeaba a la isla de Cuitlahuac Ticic, lleno de signos de cuitlatl, excrecencias, que se pegaban en las orillas de la antigua ciudad. Esta imagen parece ser la más descriptiva de la situación geográfica que guardaba nuestro pueblo con respecto al gran lago de Chalco-Xochimilco y mostrando las algas que lo rodeaban.

Yecahuitzotl: Aquí también decidimos elaborar el glifo con base en el nombre antiguo del pueblo: Cuauhtli Itlacuayan. Éste es el único caso en el que utilizamos un sistema ideográfico y no tanto fonético, como en el de los anteriores; es decir: quisimos representar una idea más que unos sonidos. En el dibujo se muestra la imagen de un cerro grande (tepetl), se trata del Tetlaman, hoy erróneamente nombrado de Guadalupe, en cuyas faldas se ubica el pueblo de Santa Catarina Yecahuitzotl. Dentro del cerro se encuentra un árbol grande en donde, según los habitantes antiguos de este pueblo, bajaba un águila a comer. Así entendido la idea que expresa nuestro glifo es la de “El comedero del águila”, basado en la tradición oral antigua de Yecahuitzotl.

Iztayopan: El glifo está basado en dos de sus características geográficas más importantes: la altitud del lugar y la salinidad de sus terrenos. Para la cuestión de la sal hubo que revisar otros glifos que contuvieran el elemento salino. De esta forma se concluyó que a la sal (iztatl) se le representaba con un círculo que, en su interior, tuviera puntos diseminados a manera de granos de este elemento. Con la imagen anterior obteníamos la raíz iztayo, pero faltaba la cualidad de un lugar alto; para representar lo anterior se colocó, sobre el elemento salino, una bandera (pantli) que, según se sabe, indicaba un lugar alto y nos daba como resultado el sufijo pan. Una vez unidos los elementos correspondientes teníamos Iztayopan.

Tetelco: Nuevamente volvimos a basarnos en el nombre más antiguo: Cuitlatetelco. Aquí dos imágenes eran necesarias: el signo cuitlatl y cómo representar la raíz tetelli. Evidentemente no podríamos coincidir con el ingeniero Esteban Chavarría, quien sólo colocó repetidas veces el signo de piedra (tetl), acción que no correspondía con el sistema de escritura tradicional indígena. En el Diccionario de elementos fonéticos… de Barlow y MacAfee se observa una imagen de debe “leerse” como tetelli, una especie de basamentos superpuestos. Para completar el elemento faltante agregamos, encima de estos basamentos, el signo cuitlatl, tomado del glifo de Cuitlahuac Ticic. Una vez juntos los dos elementos nos darían como resultado: Cuitlatetelco.

Mizquic: Existen diferentes jeroglíficos de este pueblo. En el Códice Mendocino aparece sólo un árbol de mezquite, identificado por sus espinas, al lado de un templo en llamas, significando la conquista de Mizquic por parte de Acamapichtli. En la matrícula de tributos se observa una casa (calli), de la cual salen dos vainas de la parte superior. Barlow y MacAfee interpretan estas dos vainas como mizquitl. Algunas personas han dicho que este glifo debe leerse como Mizcalco ya que la casa aporta la terminación calco y tiene que traducirse como “En la casa de los mezquites”. En realidad no, aunque aparezca el signo calli o casa no necesariamente debe terminar con el sufijo calco. Ejemplos de lo anterior hay bastantes; simplemente obsérvese los glifos de dos barrios de Tláhuac: Ticic y Tecpan, en ellos existe una casa y ninguno de los dos termina con calco. Además si se quisiera decir “En la casa de los mezquites” tendría que ser Mizquicalco y no Mizcalco, porque esto último significa “En la casa de los felinos”, de la palabra miztli. Lo que está indicando el signo de casa, de acuerdo con nuestra interpretación, es que el lugar estaba habitado.

De esta forma hemos presentado todos los glifos de los siete pueblos originarios de Tláhuac. Hasta aquí concluye nuestra investigación; hemos tratado de ser concisos y breves, pero el tema es muy extenso. Es necesario continuar con la investigación histórica de nuestros pueblos, esto es un imperativo categórico para entendernos a nosotros mismos. También invitamos a las personas que deseen comentar este trabajo, ya sea a favor o en contra, que lo hagan, pues todos los comentarios nos motivan a seguir adelante y a corregir nuestros propios errores.

Como habitantes originarios de estas tierras tenemos una gran responsabilidad histórica a cuestas. Zan cententli ontentli: Axan monequi ticmatizqueh quenin cualli ticmahuizpiezqueh in topializ, toyuhcatiliz, in tlein otechmocahuiltehqueh tohuehcatahtzitzihuan, ipampa ihquion otechmolhuili Faustino Chimalpopocatzin, tlahuacatl: “[…]in tzintianihqueh tlacah ca omotequipachohtzinohqueh ihuan omotequitilihqueh ipampa in inpilhuantzitzihuan”(Sólo algunas palabras: Actualmente es necesario saber cómo conservar el legado que nos dejaron nuestros antepasados, porque como alguna vez dijo Faustino Chimalpopoca, nativo de Tláhuac: “[…] los fundadores [de Tláhuac] mucho padecieron y trabajaron por sus hijos (sus descendientes)”.

Glifo del barrio de Ticic, donde esta la casa de los sabios

Glifo del barrio de Atenchicalcan, a la orilla del agua

Glifo del barrio de Teopancalcan, el lugar de los dioses

Glifo barrio de Tecpan, el barrio del gobierno