Conversaciones con Fanny Rabel
Artículo por José Tlatelpas
Fanny es una luciérnaga en búsqueda del humanismo, la denuncia social a través del sentimiento y el humanismo romántico.
Es una integrante del llamado grupo de Los Fridos, alumna de Diego Rivera y de Frida Khalo. A diferencia del Güero Estrada, otro de los llamados fridos, su obra se centra más en el dibujo que en el color. Su obra está centrada más en el aspecto humano, expresándose a través de figuras de niños, ancianos, personas que en su imagen revelan una transformación de la realidad y una recreación de sus formas.
Fanny nació en Polonia, se mudó pronto a Francia donde se relacionó con el Frente Popular, y ella asume una enseñanza de esta relación. Trabajó desde muy joven como obrera pero estuvo siempre cerca del arte, ya que proviene de una familia de actores judíos. Al llegar a México a los 15 años llegó a vivir cerca de la famosa escuela de arte “La Esmeralda”, que entonces era un terreno con apenas una división para alojar la dirección y un cuarto para los escultores. Allí comenzó a estudiar pintura, generalmente de noche, porque en las mañanas trabajaba o estudiaba su primaria o secundaria.
Su gran inquietud fue expresar las luchas sociales, la injusticia, las diferencias sociales que hacían que unos disfrutaran de superfluidades mientras que otros sufrían sin comer. Seguramente su relación con la pareja de Diego Rivera y Frida Khalo (a quien, cuando la recuerda, le manda un beso a través del aire), la influyó, así como su amistad con algunos miembros de la LEAR (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios). Pero seguramente también fue influída, como otros destacados intelectuales judíos, por la horrenda persecución de que fueron objeto en la Segunda Guerra Mundial. El Dr. Erich Fromm y muchos otros quedarían para siempre marcados por estas experiencias aunque la maestra Rabel llegaría a México antes de la guerra, seguramente no le pasó de noche la inhumana persecución contra el pueblo judío.
Al llegar pues con Diego y Frida trató de incorporarse a la escuela mexicana de pintura, y trató de pintar obras de denuncia. Pero, al igual que el Güero Estrada (otro de los destacados alumnos de Diego y Frida), de su pincel salían más bien obras sentimentales, amables, románticas.
Sin embargo, un elemento une a estos dos fridos, su convicción que un pintor debe conocer su oficio, si se dedica a él. Para ambos, la formación de un pintor como dibujante es esencial, los ejercicios de dibujo, pintar con modelos y sin modelos, el manejo del color.
Fanny ha incursionado en la pintura, el mural (uno de sus murales se encuentra en la planta baja del Museo Nacional de Antropología), el grabado, el dibujo y la escultura en cerámica.
Fanny es una mujer de baja estatura física y siempre ha conservado la línea esbelta que la caracteriza. Sin embargo, su amor por la pintura y su humanismo alcanzan elevadas dimensiones. En ocasiones pinta niños, ancianos, retratos, y en ocasiones monstruos de formas veladas o inciertas.
Ella admiró siempre el oficio de Diego más que de ninguno, su manejo del dibujo y su sabiduría como pintor. Y también le impresionó la expresión poderosa de Orozco.
Como antes mencioné, quiso emular el mensaje social que estos autores manejaron, pero de algún modo, dice, se decepcionó cuando su obra sólo mostraba expresiones románticas.
Fanny señala que su amigo el Güero Estrada, es un pintor amable, pacífico, que pinta paisajes, cosas bellas, tranquilas, sin conflicto.
Reconoce su formación técnica como pintor y sólo dice que quizá le gustaría que tuviera “más garra”. A mi juicio, es muy interesante la experiencia de estos dos magníficos fridos.
Ambos se consideran pintores sociales y ambos son humanistas genuinos. El Güero Estrada fue realmente perseguido y marcado por el macartismo. Sin embargo, ni Fanny ni Estrada fueron radicales ni esencialmente autores políticos. Sin embargo, a pesar de su moderación, mantuvieron los principios inculcados por Diego de investigar, defender y recrear la cultura mexicana. Y las modas o demandas del mercado no les hicieron nunca cambiar de rumbo, ni el aplauso, ni el aislamiento. Estos dos fridos se caracterizan por su oficio, por su humano manejo de la forma y del dibujo. Estrada está quizá más centrado en la belleza, la forma y el color, y Fanny en el dibujo, la emoción y el romance. Pero ambos mantuvieron y sostienen su autenticidad por ya casi 50 años y han mantenido una calidad y una belleza muy propia, así como una individualidad.
Sus obras habrán de quedar entre las más interesantes expresiones de la belleza y en la forma y el color de la escuela mexicana.
Visité a la maestra Rabel en su casa, en abril del 2000, y me invitó un tequila, que acepté después de agregarle hielo, limón y Coca Cola. Su casa, al igual que la de Frida y la del maestro Arturo Estrada, está llena de objetos preciosos, generalmente del género de arte conocido como artesanías populares. Y también me vi rodeado de la obra de Fanny, y sus pinturas humanas, amables.
De sus contemporáneos Fanny nos comenta que al maestro Dosamantes se distinguía por la severidad formal de sus formas o la síntesis que hacia de ellas. De Hernández Delgadillo recuerda la dedicación social y política y el carácter casi abstracto, en ocasiones, de su obra. Del maestro Estrada opina que es muy dulce, amable, suave, centrado en la belleza. De Eliana Menase también destaca su suavidad.
Fanny nos comenta que su obra no la planea por exposiciones sino por series temáticas.
Comenta que siempre tuvo suerte de vender sus obras, que no ha tenido mucha relación con las galerías sino que simplemente deja sus obras y que se las arreglen ellos. Dice que a muchos pintores les gusta hacerse los mártires, relatan que han luchado contra el mundo para imponer su imagen, que nadie los ha comprendido, que no entienden su genio. Y que ella nunca tuvo ese problema, sus figuras gustan por ser humanas, figurativas, por estar bien hechas y la gente las aprecia, las valora y las adquiere por ello.
Nos comenta que una vida fuera de los valores humanos y el contenido humano es una vida desperdiciada y no merece ser vivida.
Nos dice que el camino para ser un buen pintor quizá reside en aprender a ver, que si un músico debe tener oído un pintor debe saber ver y mirar, debe tener ojo pictórico, debe entender la figura y el color.
Señala, al igual que el maestro Estrada, que en la actualidad hay una tendencia de menospreciar el arte figurativo y el arte mexicano, así como el arte en general que surge de nuestras naciones. Se queja de que algunos galeristas los acusan de ser naive y que los pintores abstractos los acusan de ser anticuados y aburridos.
En fin, nos despedimos de Fanny con un beso fraterno y respetuoso. Atrás quedó su casa, con cristales de colores y objetos mágicos, como en un cuento de prismas y colores. Quedamos con la sensación de haber disfrutado unas buenas copas de tequila y haber paseado nuestra imaginación por los senderos de la sinceridad y el arte de América Latina.
Fanny es un pincel paloma en búsqueda del humanismo, es una maravillosa pintora del sentimiento social y el humanismo romántico.