Poemas breves de José Luis Colín
Artículo por José Tlatelpas
Me parece que José Luis Colín entra, con sus últimas series de poemas breves, en un cambio de etapa o dimensión, moviéndose desde una poesía cargada de elementos retóricos, de cohesiones, de mares y fuegos nocturnos hacia una poesía filosófica, profunda, medularmente humana.
Una cosa muy interesante que encuentro en estos textos es el uso, no necesariamente el rescate, de la poesía minimalista, recordación de Malevich, a través de un camino original: porque no regresa Colín a la poesía de metros breves y estrofa única del verso castellano clásico. Ni regresa a esos aires evocativos, exclamativos y, en ocasiones, meramente contemplativos, ni se atora especulaciones estilísticas vacías.
Por otra parte, la otra opción que se ha usado para manejar esta familia de verso breve, ha sido el orientalismo. Concretamente me refiero a la cabeza de los tankas, los llamados haikú, haikúes, haikús o haikai. En este sentido, los poemas breves de Colín sólo guardan familiaridad a través de la referencia a las emociones y el tiempo (las estaciones), característica esencial del haikú.
Un elemento que, en lo personal me llama la atención y me parece un acierto, es su mayor cercanía a las fuentes de la poesía indígena mesoamericana y una mayor lejanía con la poesía crepuscular europea, que lo influenció en otras épocas.
En los versos de `Otros poemas / e ideas de… José Luis Colín`, encontramos un muestrario de una poesía reflexiva, madura, filosófica. Colín logra evitar algunas de las inconsistencias que hemos visto en otros orientalistas o minimalistas, tales como la imitación facilista que hace Tablada y que otros hacen del propio Tablada. Colín, pues, no cae en esta trampa en la que cayeron otros al tratar de imitar el minimalismo de la cabeza del tanka, sin poder alejarse de los cánticos evocativos de la España medieval, maravillosos en sí como tradición hispana, pero con otra ideosincracia, otro sabor y otro estilo en sus transcursos.
Los nuevos poemas breves de Colín no se encierran en las exclamaciones evocativas, como se dijo, ni se esclavizan al metro, por lo tanto, tienen la posibilidad de encontrar la esencia de la poesía en metros breves. Creo que J.L. Colín, intentó, con cierto éxito, una poesía condensada al estilo del Zen del Sumí-e, tratando de encerrar o liberar la vida, con el menor esfuerzo posible, mostrando así el dominio del oficio y la verdadera maestría del poeta.
Pocos poemas de este perfil conocemos en castellano, en la que la reflexión pueda alcanzar al momento feliz, sutil, humano, y no caer en atajos facilistas, imitativos o caminos ciegos.
Esta última serie de poemas breves algo, quizá, tendrían de parentesco con algunos versos de León Felipe (también, como Colín, amigo de don Juan Rejano) y con Antonio Machado. Advertimos, sin embargo, que en Colín encontramos un gesto de mayor densidad y, claro, una relación personal con su anterior estilo de complejas imágenes, construcciones y símbolos.
Por esto, esta colección de palpitantes y finos poemas breves me parece una aportación distinta o nueva, en la búsqueda del intenso y personal humanismo de la obra de José Luis Colín.
Abril del 2000