Mensaje del obispo Samuel Ruiz de Chiapas, México
Artículo por Claudia Hernández
Un verdadero ejemplo de un alma comprometida, de un alma entregada, cien por ciento, a los pobres y a los excluidos. Padre que ha roto muchos esquemas y que ha recibido injustas críticas, principalmente de los poderosos. El Tatic, como le llaman los indígenas, es la imagen de padre que él representa y que él en sus 40 años de su vida en Chiapas ha conquistado. Una imagen de padre de los pobres, de hermano, de amigo, de defensor, de protector.
Ojalá muchos padres y cristianos llevaran a un compromiso y entrega como él, siempre fiel a su entrega incondicional, arriesagando su vida para ser una voz de los desamparados, de los sin voz.
Humilde, valiente, sensible, inteligente. Parte de una Teolgía India en toda su labor pastoral en Chiapas, hombre que ante la intolerancia ha enseñado a su pueblo a no privilegiar las soluciones vioentas, y con la paz y el diálogo lograr algún día la paz y la digindad en Chiapas, como lo ha demostrado en su importante labor en la CONAI.
El Obispo Samuel Ruiz es un hombre del siglo XX que persevera y que tiene autoridad moral con el pueblo y frente a los católicos. Escuchemos su palabra que es un puente de paz y reflexión.
MENSAJE DE LA DIOCESIS DE SAN CRISTO`BAL DE LAS CASAS
ANTE LA PRESENTE SITUACION
`Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida
del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza. Estaba encinta y las angustias
del parto le arrancaban gemidos de dolor` (Ap 12, 1-2)
Agencia informativa MEXPAZ: A todos(as) nuestros(as) hermanos(as) en la fe católica:
A todos(as) nuestros(as) hermanos(as) de las diferentes Tradiciones cristianas:
A todos(as) nuestros(as) hermanos(as) creyentes en el Dios de la vida:
A la sociedad civil de México y del mundo:
A todos los hombres y mujeres de buena voluntad:
Hoy, que otra escalada de persecución llama nuevamente a
nuestra puerta, sentimos como un deber de conciencia compartir con ustedes algunas reflexiones desde nuestra fe:
En el texto del Libro del Apocalipsis, arriba citado (que
para nosotros católicos mexicanos tiene profundas
evocaciones de la delicadeza con que nos ha colmado de bienes
la Providencia divina) hoy vemos reflejada nuestra propia
experiencia como Iglesia. Pues si bien nuestra tradición
desde los santos Padres ha visto en él la figura de la
Santísima Virgen María, dando a luz en medio de la
contradicción, al Verbo que se encarna; también sabemos
que en su sentido originario se refiere al misterio de la
Iglesia que con su labor evangelizadora, realizada en
medio de persecuciones, va dando a luz a la humanidad
nueva, libre como Cristo, de la servidumbre de la Serpiente
antigua (Cf. Ap 12,3-18) .
Entendemos claramente que la situación que vivimos es una
Consecuencia directa de las opciones que maduramente, a lo
largo de las últimas décadas, en pleno uso de nuestra
libertad de conciencia, como Diócesis hemos venido asumiendo
en el seno de la Iglesia Universal, en comunión con otras
Diócesis de México y de América Latina. De esta
suerte hoy no podemos sentirnos como víctimas, pues la
opción por los pobres -evangélica y eclesial- si es seria,
supone experimentar los mismos sufrimientos que viven
constantemente ellos, los siempre derrotados.
`El que se gloríe, gloríese en el Señor`, nos dice el
Apóstol (1Cor 1,31 ). Hoy nosotros, conscientes de nuestra
indignidad, nos sentimos sin embargo movidos a la acción de
gracias, pues, aunque humanamente nos es difícil y agobiante
sufrir tanta difamación e injuria, las reconocemos como
espléndido don de la gracia. `Alégrense y salten de
Contento`, nos dijo el Señor (Mt 5, 12).
Quien `nos confirió el ministerio de la reconciliación`
(2Cor 5,18), nos ha puesto sobre aviso: sólo la verdad
hace libres a los hombres (Cf. Jn 8,32). Y esa Verdad está
puesta `para caída y elevación de muchos, y para ser señal
de contradicción, a fin de que queden al descubierto las
intenciones de muchos corazones` (Lc 2,34-35).
Por ello, nuestro criterio de acción, en este ministerio
de reconciliación, es la verdad. No una verdad que
astutamente presenta los acontecimientos para encubrir el
error (Cf. Ef 4,14), sino una verdad ética que lee los
sucesos en la perspectiva del plan de Dios y de la
construcción de su Reino. Para eso hemos sido enviados
-por Jesús y con Jesús- para dar testimonio de la
verdad (Cf. Jn 18,37). Sabemos que si nuestra adhesión a
la verdad no es firme y constante, tropezaremos con ella.
De igual forma, sabemos que la verdad incomoda y suscita
respuestas violentas. Lo asumimos. Habíamos sido advertidos
(Cf. Jn 16,4).
Lo que hemos visto y oído, lo que hemos contemplado y
tocado Con nuestras manos (1Jn 1, 1) lo que anunciamos y
no podemos dejar de hacerlo es el rostro luminoso de Cristo
en la vida de nuestros hermanos indígenas con sus valores,
su capacidad de inmolación en el servicio, su espíritu
comunitario, la supervivencia en medio de su marginación
y su esperanza confiada en la instauración del Reino de
Dios en la justicia, la verdad, el amor y la paz.
Lo que hemos visto y oído, lo que hemos contemplado y
tocado Con nuestras manos es también el rostro sufriente
de Cristo en los pueblos indios que padecen agresión
sistemática a sus derechos fundamentales. Lo que hemos
visto y oído son los efectos perniciosos de la presencia
aplastante del Ejército. Lo que hemos visto y oído es el
virus de una guerra artificiosamente inoculado desde el
exterior, a miles de hermanos nuestros que ven esfumarse
sus ilusiones de salir por fin de siglos de postración.
Lo que hemos oído y visto con tristeza profunda es a
Acteal y sus 45 inocentes muertos… y tantos muertos más,
quienes están invitando a que el mundo entero venga y vea
(Cf. Lam 1,12). La solidaridad con el sufrimiento no tiene
fronteras, y va más allá del concepto de soberanía basado
en los intereses de grupos privilegiados por el poder
dominante de una región o país.
Por nuestra parte, no tenemos pensado dejar de proclamar este}
Evangelio vivo que ha sido para nosotros una constante fuente
de conversión al Dios de la vida y `lo anunciamos a ustedes
para que también ustedes estén en comunión con nosotros`
(1Jn 1,3). Si calláramos, las piedras hablarían (Lc 19,40)
y seríamos tenidos por impostores. Porque `creemos por eso
hablamos, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús,
también nos resucitará con Jesús` (2Cor 4,13.14).
No dejaremos de esperar contra toda esperanza (Cf. Rm 4,18)…
que un día en nuestro amado Chiapas, y en nuestro amado
México, `ya no habrá niños que vivan pocos días,
ni viejos que no colmen sus años` (Is 65,20). Y todos los
pueblos indios `construirán casas y vivirán en ellas,
plantarán viñas y comerán sus frutos` (Is 65,21.22).
Del metal fundido de muchos AK-47 se forjarán tractores
(Cf. Is 2,4) y en lugar de enviar los impuestos, fruto
de nuestro trabajo, para el pago de colegiaturas de
militares a la Escuela de Las Américas, veremos aulas,
quirófanos, bodegas, establos, laboratorios y dignidad
en las cañadas y la selva de Chiapas, en los valles y en las
montañas de nuestra Patria.
Todos y cada uno de los agentes de pastoral de esta amada
Diócesis de San Cristóbal de Las Casas confiamos y
esperamos en la resurrección de Cristo en esta nuestra
historia.
Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. ¡Amén!
(Ap 22,21).
San Cristóbal de Las Casas, Chis., 27 de marzo de 1998
+ Samuel Ruiz García
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
+ Fr. Raúl Vera López, O.P.
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de Las Casas
Pbro. Felipe Toussaint Loera
Vicario General
Por el Consejo Presbiteral
Pbro. Felipe Ramos Ozuna
Por el Consejo de Vicarios Episcopales
Pbro. Eugenio Alvarez Figueroa
Por el Consejo de Pastoral
R.P. Oscar Salinas Nájera, S.M.
Por la Curia Diocesana
Hna. Esther Lorenzana Camacho D.P.
Canciller
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