Geometría luminosa
RESPUESTA
Por Edmundo Farolán de la Academia Filipina
Es verdad que el español, si lo entendemos como el castellano, es
hoy día una reliquia en Filipinas. La mayoría de los filipinos ya
no hablamos el castellano, pero hablamos dialectos que tienen sus
rasgos en español.
Los académicos tratamos de rectificar la situación lingüística en
Filipinas, y una estrategia es atacar el problema desde el punto
de vista filipino, es decir, empezamos con lo actual, lo hablado,
y con eso, tratar de llevarlo al nivel del español universal. Un
ejemplo concreto es lo siguiente. Enseñamos, por ejemplo, el
dialecto Chabacano en las escuelas en vez del español. Este
dialecto es el dialecto filipino más cercano al español. Si
empezamos con esta base y pulirlo, ya estamos en rumbo hacia el
castellano. Guillermo Gómez Rivera y yo tuvimos muchas polémicas
sobre la manera en que se puede ensalzar la lengua castellana por
medio de los dialectos, y hemos llegado a la conclusión que el
mejor modo de hacerlo es empezar con el dialecto hablado y
`españolizarlo`.
He aquí un ejemplo: en Chabacano, se dice `¿Dónde esta el
palayok? En el dingding. Vene vos.` Hay nueve palabras en estas
tres frases, pero sólo dos de ellas no son lingüísticamente
derivadas del español. O sea, `dingding` y `palayok` son las
únicas palabras que tienen su origen malasio-indonesio, pero las
otras palabras son definitivamente españolas.
Lo que ha pasado en los últimos años es la estrategia
problemática que el gobierno filipino tomaba en la enseñanza del
español. Se enseñaba `desde arriba`, como los curas odiados que
predicaban desde el pupitre, lo cual fue un error tremendo porque
los filipinos, por su historia larga de cuatro siglos, se
cansaron ya de ser dominados por los españoles, tal que rebelaron
y ganaron en la guerra de 1896, como lo que ocurría en sus otras
colonias, y desde entonces, nosotros sentimos que no era correcto
que la lengua filipina sea el castellano, una lengua forzada por
los colonizadores.
En los últimos tres décadas, el Ministerio de Educación siguió
forzando el castellano como curso obligatorio en las escuelas y
las universidades.
Cuando ya era demasiado tarde, en 1987, decidieron erradicarlo
completamente del sistema educativo. El español en las escuelas
ya no es obligatoria, pero sí, es una opción para los que les
guste estudiarlo.
Ahora, si la estrategia fue lo que Gómez Rivera y yo pensábamos,
es decir enseñar el español `desde abajo`, desde el nivel de las
masas, y no `desde arriba` desde las torres de marfil, quizás el
español sería hoy día una lengua hablada, una de las lenguas
propiamente habladas en Filipinas además del inglés, tagalo y los
dialectos nativos.
Pero todavía hay esperanza. El ósmosis de cuatro siglos ha dejado
huellas y rasgos culturales y lingüísticos en el ser filipino. El
filipino es español en su modo de pensar, su cristianismo, su
cultura. Identificamos con el mundo hispánico, con los latinos
más que con los ingleses y otros europeos, africanos, y los demás
asiáticos.
Y la esperanza que hoy existe es precisamente volver a los rasgos
del ser filipino, identificar las lenguas filipinas como el
tagalo, cebuano, ilonggo, chabacano, etc. con el español, en vez
de aislarlo, la errónea estrategia que se utilizaba en el pasado
educativo. Con la identificación lingüística y cultural en este
primer nivel, ya se puede subir al próximo nivel, el castellano
puro. Quizás, de este modo, resurgiría otra vez el español tal
como era en ese siglo magnífico de oro entre 1850 y 1950.