Editorial: Literatura Filipina
Por José Tlatelpas
El mundo de las las palabras y las letras en la lengua castellana son una granada de distintas influencias y sabores. No sólo la cultura árabe, nórdica, georgiana, sefardita y farsi la han preñado de aromas y desbordada compañia. También las gitanas y los gitanos han aportado su parte y todas aquellas lenguas y culturas, maravillosas y hermanas, que nos han acompañado en nuestra historia y desarrollo universal: el vasco, el catalán, el gallego, y otros más, igualmente preciosos. En el continente Ixachilanka, o Americano, el náhuatl, el maya, el quechúa, el guaraní, el aymará, entre muchos otros. Y de las islas sus inumerables lenguas, entre los que se cuentan el boricua y las múltiples lenguas-tesoros del archipiélago malayo, entre ellas el tagalo. En nuestra lengua de unidad se maridan, se orgasman y se confrontan todas ellas, enriqueciéndose y dando a luz a nuestro universo.
Estas lenguas y culturas no sólo han acompañado, hecho, parido y robustecido al castellano moderno, sino que, en sí, son joyas preciosas y son además el moderno castellano. ¿Cómo ignorar la poesía de “La Perla del Caribe”, la patria cubana de Martí; la hondura angustiada de “La Perla de los Mares” de “El Jibarito” portorriqueño y la tan hermana “Perla del Oriente”, Filipinas, del poeta José Rizal?
Las hondas experiencias y creaciones de los países hispanohablantes son amorosamente nuestras, son tan nuestras como nosotros suyos, en cariño y reprimenda, en los colores de la fiesta y de la sangre. Son nuestros prójimos, nuestros semejantes, nuestros iguales, con todo el significado profundo que el sacerdote humanista Pablo Romo advirtiera en la palabra “prójimo”, al hablar del “México Profundo” y los derechos humanos. La literatura de estos países, aunque a veces nuestra ignorancia nos impida entenderlo en profundidad, nos son tan propios y tan hemanos como el anónimo autor de El Cid Campeador; Cervantes, Andrés Bello, Neruda, Vallejo, Rubén Darío, López Velarde, Borges, Carpintier, Martí, Rizal… Todos ellos son parte de nuestra intimidad, ninguno nos es ajeno.
El castellano moderno debería, tal vez, educarse más en la puralidad. Despertar y darse cuenta que el castellano también existe para siempre en nuestro universo, cultura y literatura, en dondequiera que se ha hablado y se ha escrito y nos ha formado. Y que corre peligro de desaparecer esa parte nuestra y de unidad internacional en países como La Perla del Oriente, Filipinas, en Guinea Equatorial, en el Shahara Español, en las Islas Canarias…
Y para recuperar un poco de lo nuestro, ofrecemos aquí una modesta y breve muestra de la literatura filipina en castellano, principalmente del siglo pasado y tan nuestra como la sangre de los muchos mexicanos que, en nombre de España, colonizaron gran parte de Filipinas, en nombre de España, llevados a la fuerza para imponer un ajeno imperio a fuerza. También es significativo que los propios filipinos se llamen a sí mismos “indios”, tan insólita y acertadamente “indios”, como nosotros, los nativos de América. Tan nuestra es esta literatura hispanofilipina, y tan nosotros suyos, como nuestros amores, nuestros hondos sufrimientos y nuestras luchas por la libertad y la esperanza. Gracias a Edmundo Farolán, de la Real Academia Filipina de la Lengua, correspondiente de la Española (y nuevo miembro de nuestro equipo editorial), a Antonio (Tony) Fernández, escritor hispanofilipino y al archivo iconográfico de la Página Rizalina de Cielita Briones, por la documentación sobre el tema. Y también nuestra gratitud a nuestros amigos lectores quienes, de cuando en cuando, navegan con nosotros por las entrañas de nuestra cultura y los dulces y turbulentos espacios de nuestros pueblos, haciendo verdadera la ruta del encuentro.